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Carta Abierta A Un Hermano Separado


Enviado por   •  10 de Junio de 2015  •  1.568 Palabras (7 Páginas)  •  206 Visitas

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Queridos hermanos:

Aquí les envío una carta que escribí pensando en un hermano separado:

«Antes que nada quiero decirte, sinceramente, que te considero como un verdadero hermano mío, y que te aprecio y te admiro por muchas cosas buenas que he visto en ti y en tu iglesia.

Admiro tu deseo de dar a conocer a Cristo y tu entrega... De veras que muchas veces he sentido en mi corazón una santa envidia por tu celo apostólico.

Naturalmente, hay también ciertas cosas que no me gustan en tu actuación. De esto he hablado en varias de mis cartas anteriores. De todos modos, ¿en qué familia no hay problemas o malentendidos?

Lo que quiero aclarar ahora es esto: «Te admiro y te aprecio como un verdadero hermano en Cristo».

En realidad, lo que nos une es bien profundo:

-Tú y yo creemos igualmente en el mismo Dios, Creador, Providente y Padre amoroso. Y esto, de por sí, ya es mucho en un mundo tan materialista y lleno de pesimismo.

-Tú y yo creemos igualmente en Jesucristo como «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn.14, 6), el único Salvador, Señor y Mediador entre nosotros y el Padre.

-Los dos amamos igualmente y estudiamos la Biblia, tratando de descubrir en ella la voluntad de Dios.

Hay muchas otras cosas más que nos unen. Pero he querido subrayar solamente las más importantes, para que nos demos cuenta de que, en lugar de fijarnos en lo que nos divide, aprendamos a fijarnos mejor en lo que nos une, para tratar de vivir el mandamiento nuevo que nos dejó Jesús, con sinceridad y sin exclusivismos: «Amense unos con otros, como yo los amo a ustedes» (Jn15,12).

Estamos separados

Pero por desgracia, no estamos completamente unidos. El pecado nos ha dividido. Hemos desgarrado el cuerpo de Cristo. Cristo está roto por nuestra culpa y por la culpa de nuestros mayores. El adversario nos ha ganado.

En lugar de luchar juntos para mejorar la Iglesia, cada uno ha querido hacerlo a su modo, apartándose del hermano. El sueño de Cristo, expresado con tanta insistencia en la vigilia de su pasión y muerte, se ha esfumado:

«Que todos sean uno,

como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti.

Sean también ellos uno en nosotros:

así el mundo creerá

que tú me has enviado»

(Jn.17,21)

Y como consecuencia, a causa de nuestras divisiones, muchos llegan a rechazar a Cristo y a odiar cualquier religión, privándose así de esta gran riqueza. A causa de nuestras divisiones nuestros pueblos están internamente divididos y debilitados en su espíritu comunitario. Y todo esto, ¡por nuestra culpa! ¡Qué gran responsabilidad tenemos frente al mundo, por nuestras divisiones! «Así el mundo creerá que Tú me has enviado» (Jn.17,21), dijo Jesús. Y ¿cómo va a creer si estamos desunidos?

Al estar nosotros divididos, muchos no creen en Cristo, de modo que, en lugar de ser un signo de que Cristo es el enviado de Dios, representamos, mediante nuestra división, una piedra de tropiezo para los que quisieran acercarse a El.

Muchos piensan: «Quiero buscar a Dios, a lo mejor el cristianismo me da la clave. Pero... Otro le contesta: Fíjate que ¡los mismos cristianos están divididos entre sí y se odian!... Mejor busco por otro lado». Y puede ser que dejen de buscar para siempre, decepcionados de todo y de todos.

Y este problema de la división ya apareció desde el principio, viviendo todavía los apóstoles. De modo que no le podemos achacar la culpa a una determinada persona o institución. De por sí el hombre es pecador y tiende a apartarse de Dios y de su hermano. Puede ser por envidia, orgullo, intereses personales, etc. para formar un grupo aparte y sentirse superior. Todo lo demás es puro pretexto. En realidad, la voluntad de Cristo es muy clara: «Que todos sean uno» (Jn. 17, 21). El que se aparta, para formar otro grupo, tiene que saber claramente que se está portando mal, poniéndose en contra de la voluntad clara de Cristo. Jesús quiere la unidad de todos los que creen en su nombre. La división viene del pecado y del demonio.

«Cada uno va proclamando:

Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo,

yo soy de Pedro, yo soy de Cristo

¿Acaso está dividido Cristo?»

(1Cor.1,12-13).

«Hijitos míos, es la última hora, y se les dijo que tendría que llegar el Anticristo; en realidad, ya han venido varios anticristos, por donde comprobamos que ésta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedados con nosotros. Y al salir ellos, vimos claramente que entre nosotros no todos eran de los nuestros» (1Jn. 2, 18-19).

A Dios el juicio

Hermano en Cristo: Recuerda que no es mi intención ofenderte. Solamente quiero que reflexiones en forma más detenida sobre la cita bíblica anterior. Si crees que no viene al caso para ti, no te preocupes. Entonces esta reflexión podrá servir para otros.

Muchos dicen: «Cuando yo era católico, era malo, me emborrachaba, le pegaba a mi mujer, etc. Cuando dejé la religión católica y entré en esta nueva religión, encontré a Cristo y cambié de vida».

Ahora mi pregunta es la siguiente y quisiera que la respondieras con toda sinceridad: «Antes de cambiar

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