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Demostración del origen divino del Pontificado y respuestas a algunas objeciones frecuentes


Enviado por   •  17 de Junio de 2019  •  Monografías  •  22.154 Palabras (89 Páginas)  •  148 Visitas

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INSTITUTO DE CIENCIAS RELIGIOSAS REGINA APOSTOLORUM

EL PONTIFICADO,

¿CREACIÓN O INVENCIÓN?

Claudia Salas Lago

21 de septiembre de 2013

Demostración del origen divino del Pontificado y respuestas a algunas objeciones frecuentes.



INTRODUCCIÓN

La existencia del magisterio pontificio y específicamente la actuación del pontífice romano como cabeza de la Iglesia Católica ha sido puesta en duda y discusión desde hace mucho tiempo, tanto fuera como dentro de la misma Iglesia. Como miembro de esta Iglesia, estas discusiones y críticas me han causado siempre un profundo dolor y la necesidad de defender a quien, yo reconozco, ha sido puesto por Cristo como su representante; no para gobernar tiránicamente ni con fines humanos, sino para llevar a todos los miembros de este Cuerpo a la verdadera vida, la vida eterna.

Por otro lado mi experiencia personal es que muchas de estas críticas, por lo menos en los laicos “de la calle” provienen de una mala información, muchas veces manipulada por ideologías que buscan sus propios intereses. En este sentido es ilustrador el siguiente comentario:

Cuando has pasado la juventud criticando y atacando a una institución como la Iglesia, sin darte cuenta que has sido víctima de un montón de mentiras y exageraciones, sientes la necesidad de rectificar e intentar impedir que otras personas cometan el mismo error. Quise saldar esta vieja deuda, por lo que he tratado de reconstituir el pensamiento con el que un día me atreví a retar a la Iglesia, después de experimentar una transformación verdaderamente distinta y mucho más digna de lo que nunca pude ni siquiera imaginar.[1]

Al mismo tiempo, estoy convencida por experiencia personal, que quien de alguna forma se encuentra con una verdad, específicamente en este caso la verdad histórica de la Iglesia, percibe la belleza y es confirmado en la creencia del origen divino de la misma y de todo aquello que la conforma en esencia, especialmente de la misión sobrenatural de sus pastores. Esto es lo que me ha motivado a escoger para la elaboración de esta tesina el tema del pontificado, y específicamente, la demostración de su origen divino y la confrontación de algunos de los prejuicios que, aunque válidos a veces, provienen de la historicidad de la Iglesia (la Iglesia es una institución inserta en el tiempo) y de su conformación por seres humanos falibles.

Al estudiar la historia de la Iglesia, es cierto que encontramos momentos oscuros, algunos muy oscuros, pero también muchos luminosos e incluso heroicos. La naturaleza humana puede inducirnos a prestar más atención a lo oscuro, a aquellos momentos en que la Iglesia parecía cualquier cosa menos una institución divina; pero nunca podemos olvidar en relación con ella que nos encontramos con una realidad muy diversa a cualquier otra existente. La Iglesia es al mismo tiempo humana y divina (cf. CEC nº 771)[2]. Las sombras y oscuridades provienen de su elemento humano, por el contrario, su sobrevivencia a través del tiempo a pesar de tantas sombras, sus enormes luces (pensemos en los pontífices del siglo XX), y sus testigos tan creíbles (por algo el siglo XX ha sido llamado el siglo de los mártires) no pueden tener un origen puramente humano. Ahí es donde encontramos la huella de una mano divina que la sostiene y la guía, a pesar de la debilidad humana que la conforma.

No es posible cerrar los ojos a esta verdad. Habrá cosas en la Iglesia que a muchos no les agradan. Esto no es un problema. Muy por el contrario, puede ser un elemento de crecimiento maravilloso cuando es utilizado y vivido de la forma correcta. Es lo que hicieron algunos grandes hombres de la misma Iglesia: San Francisco de Asís y la llamada y el reclamo a la sencillez de vida; San Domingo de Guzmán y su búsqueda de la evangelización en la sencillez y la caridad evangélicas, la Beata Madre Teresa de Calcuta y su entrega total a los más pobres de entre los pobres. Lo que no es correcto es desechar la Iglesia por los elementos humanos que no agradan, denigrar a todos sus miembros por algunos que se equivocan, o buscar destruirla desde fuera o desde dentro en lugar de colaborar en el esfuerzo de llevarla cada vez más cerca del ideal evangélico al que está llamada.

En este sentido, soy de la opinión que la Iglesia debe ser considerada, con las limitaciones de la analogía, casi como un ser humano, una realidad viva en constante crecimiento y perfección, en la que cada uno de sus miembros está llamado a colaborar, con su propio perfeccionamiento. Sólo mostrar lo negativo sin construir en positivo no es lo que el ser humano está llamado a hacer como miembro de cualquier sociedad. Quienes así se comportan son más destructores que constructores, pero parece que es la forma más frecuente que actualmente existe de racionalismo y participación. Parece que hemos olvidado lo que significa el compromiso con las instituciones u organizaciones a las que pertenecemos. Y aunque al parecer esto es cada vez más “trabajado” a nivel empresarial y laboral (con tantos programas que buscan lograr el compromiso y la integración con la institución a la que se pertenece), no debería ser menos importante en los demás campos de la vida humana: desde la vida de pareja, de familia a la de comunidad civil, política o eclesial.

El título de este trabajo puede parecer provocativo, y en verdad lo es. Quiero provocar; provocar raciocinio, pensamiento, una sana autocrítica, tanto en quienes profesamos la fe católica como en quienes no acogen la Iglesia Católica como fundada por Cristo. Muchas veces aceptamos las ideas que otros nos presentan simplemente por ser muy difundidas, porque parecen ser la opinión de la mayoría, porque me la dice alguien a quien respeto y considero informado, o porque aparentan coherencia y fundamento; pero existe poco trabajo personal de profundización y examen de las mismas ideas o afirmaciones a la luz de los hechos. No significa que estos medios de conocimiento no sean válidos en algunos aspectos, pero siempre es importante, delante de verdades que generan conflictos o con posiciones opuestas, ser capaz de llegar a las propias conclusiones con la mente abierta y dispuesta a sopesar los argumentos y postulados de las diferentes posturas.

Es obvio que en una monografía no es posible abarcar todos los temas, todos los argumentos ni todas las épocas, momentos y hechos de estos dos mil años de historia. Por ello intentaré dar bases sobre las cuales sea posible construir una argumentación y después analizaremos algunos de los puntos o situaciones invocadas por los detractores del Primado de Roma para atacarlo y negarlo. Comenzaré con la demostración del origen divino de la Iglesia Católica en Jesucristo, para luego analizar algunos “hechos históricos” que son esgrimidos por algunos como argumentos que demuestran que la Iglesia no puede ser obra de Dios. Al hacerlo buscaré mostrar que han sido sacados de su contexto histórico y con ello, pierden validez. Finalmente haré algunas reflexiones más personales acerca de la figura y misión del Romano Pontífice.

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