EL ESPÍRITU SANTO RECLAMA TU CUERPO.
rebkMAC22 de Noviembre de 2013
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PASAJE BÍBLICO: Marcos 15: 42 al 47.
TEMA: EL ESPÍRITU SANTO RECLAMA TU CUERPO.
Como podemos observar este hecho histórico que acabamos de leer aparece en los 4 evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Como todos conocemos, muchas personas que tuvieron una relación directa con Jesús, como son sus discípulos, lo amaron inmensamente. Pero también existieron a parte de los discípulos otras personas que fueron impactadas por el Carpintero de Nazaret y lo amaron en gran manera.
Entre estas personas que amaron en gran forma a Jesús encontramos a Nicodemo, José de Arimatea entre otros, en quien el nazareno había encendido una llama que no podía ser apagada con la muerte de Jesús.
Pero en esta noche, vamos a referirnos a José de Arimatea.
¿Quién era José de Arimatea?
En el Versículo 43 nos dice que José de Arimatea, era miembro noble del concilio, que también esperaba el Reino de Dios.
La palabra Arimatea significa “Noble Consejero”.
Si vemos en el versículo 43, dice que este hombre esperaba el reino de Dios, por lo tanto, era un hombre lleno de virtudes, nobleza, grande en espíritu, es decir de gran riqueza espiritual.
Si seguimos leyendo el versículo 43, dice: “Vino y entró osadamente a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús.
(Hablar sobre la muerte de algún familiar). Cuando se nos muere un familiar o una persona que Ud. aprecia inmensamente, nosotros queremos aferrarnos a ese cuerpo, porque en ese momento sentimos que se nos va la vida y ese cuerpo es nuestra única esperanza, no queremos que se nos vaya.
En medio del dolor y confusión, José de Arimatea, tuvo una urgente necesidad de asirse el cuerpo de Cristo, porque conocía lo que Cristo representaba, LA ESPERANZA, aunque en ese momento esa esperanza estaba aparentemente muerta.
Hnos. José de Arimatea hizo, lo que ningún discípulo se atrevió a hacer. (HABLAR SOBRE JUDAS QUE VENDIÓ A JESÚS, PEDRO LO NEGÓ).
José de Arimatea fue ante el poderoso Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Un cuerpo que había sufrido el dolor de los clavos, de la corona de espinas, que había sufrido el dolor de la muerte misma, que se había hecho pecado por amor a ti y por amor a mí.
Horas antes, el mismo Salvador había ofrecido su cuerpo en una callada ceremonia Pascual (1 de Corintios 11:24).
Jesús aquí habló palabras Proféticas acerca de su cuerpo cuando dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido.
Los que hoy gozamos de la gracia de la Salvación hemos dicho también como José de Arimatea “Yo quiero el cuerpo”, pues nos hemos identificado con Jesús en su muerte cuando morimos al pecado.
Pero hoy, en la actualidad, los que hemos sido redimidos por la Sangre de Cristo, somos parte del Cuerpo del Señor y el Espíritu Santo nos dice en esta noche, “Iglesia, yo quiero el cuerpo”. Pero ¿Qué cuerpo?. El tuyo y el mío. El Espíritu Santo reclama nuestro cuerpo cuando nos convence y nos redarguye de todo pecado. El Espíritu Santo nos cela y no quiere que nuestro cuerpo esté atrapado en las manos del enemigo, sino por el contrario, El nos quiere librar de las potestades de ese pilato espiritual, por eso hoy te dice: yo quiero tu cuerpo.
Hnos. Dice en el versículo 46 de Marcos 15, que José de Arimatea envolvió el cuerpo de Jesús en una sábana nueva. Así mismo, hoy Jehová de los Ejércitos desea envolverte en la sábana de la misericordia, en el manto del perdón, en la sábana de la justicia y de su gracia.
En el mismo versículo dice una palabra: “y quitándolo”. De dónde lo quitó? De la cruz.
José de Arimatea quitó a Jesús de la Cruz para poderlo envolver el la sábana, es decir, que quitó también los clavos de sus manos, de sus pies. Esa corona de espina que tanto dolor le había causado.
Hoy Cristo quiere
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