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ENSAYO SIETE PECADOS CAPITALES - FERNANDO SAVATER


Enviado por   •  30 de Marzo de 2015  •  2.600 Palabras (11 Páginas)  •  3.533 Visitas

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Aquí se reencuentra el lector con un viejo asunto, desempolvado ahora por la aguda visión del filósofo que descubre a través de papeles antiguos algunas claves para pensar el presente. Revisados y puestos en perspectivas, los pecados bíblicos —desacralizados con grantalento y finísima ironía— abren en este libro un espacio de reflexión en torno a un puñado de problemas del hombre y la sociedad contemporáneos.

Después de la buena acogida que tuvieron Los diez mandamientos en el siglo XXI, comencé a pensar que quedaban pendientes para el análisis los siete pecados capitales. Ahora tienen en sus manos el producto de las reflexiones que suscitan los pecados en nuestro siglo. Los tradicionales (soberbia, pereza, gula, envidia, ira, avaricia y lujuria) están presentes en nuestra vida diaria, algunos devaluados y otros con ciertas transformaciones. Pero cuando los relacionamos con los tiempos que vivimos, nos encontramos con infinidad de caminos que llevan a otras tantas preguntas que hoy se hace el hombre, y que tienen que ver con el sentido mismo de la vida y la trascendencia.

Cuando hablamos de pecados, suelen generarse prevenciones. Pero ejercerlos es más seductor, atractivo y útil. Nuestra sociedad de consumo nació en el siglo XVIII y, tal como dice Mandeville en su obra Vicios privados, virtudes públicas, vive gracias a los vicios. Es decir que si las señoras no quisieran ropas ni joyas, u otros mortales no desearan comer bien y vivir en forma confortable, la industria y la civilización, tal como las conocemos hoy, se terminarían. Los vicios privados se convierten en virtudes públicas y hacen funcionar a la sociedad.

Rousseau aseguraba que los hombres nacen naturales y felices porque no tienen deseos, pero en el momento en que empiezan a reunirse aumenta la concupiscencia y, por lo tanto, crece la sociedad, que está hecha para satisfacer esos apetitos. Quien no desea nada, puede vivir como un anacoreta. El problema es que la sociedad se basa en el anhelo que todos tenemos de poseer cosas, que están relacionadas con la carne, con los afanes y con los lujos.

I. La soberbia

La naturaleza de los hombres soberbios y viles

es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad

Maquiavelo

La soberbia No es sólo el mayor pecado, según las Escrituras Sagradas, sino la raíz misma del pecado. Por lo tanto, de ella mismo viene la mayor debilidad. Quizá lo más pecaminoso de la soberbia sea que imposibilita la armonía y la convivencia dentro de los ideales humanos. La característica principal que tiene el soberbio es el temor al ridículo. No hay nada peor para aquel que va por la vida exhibiendo su poder y sus méritos que pisar una cáscara de plátano e irse de narices al suelo. El ridículo es el elemento más terrible contra la soberbia. Por esa razón los tiranos y los poderosos carecen de sentido del humor, sobre todo aplicado a sí mismos.

La soberbia es el valor antidemocrático por excelencia. Los griegos condenaban al ostracismo a aquellos que se destacaban y empezaban a imponerse a los demás. Creían que así evitaban la desigualdad entre los ciudadanos. De aquellos tiempos hemos pasado a la actualidad, donde vivimos en una especie de celebración permanente de la mediocridad: los reality shows, en los que se ponen cámaras para espiar durante una determinada cantidad de tiempo a cinco o seis personas que se dedican a hacer y decir vulgaridades. Hacen cosas tan interesantes como cambiarse los calcetines, freír un huevo, insultar o dormir. Yo puedo entender el interés que llega a suscitar Rey Lear, pero no me entra en la cabeza esta jerarquización de lo mediocre.

La soberbia es debilidad y la humildad es fuerza. Porque al humilde le apoya todo el mundo, mientras que el soberbio está completamente solo, desfondado por su nada. Puede ser inteligente, pero no sabio; puede ser astuto, diabólicamente astuto quizá, pero siempre dejará tras sus fechorías caos sueltos por los que se le podrá identificar.

II. La gula

La abundancia de alimentos entorpece la inteligencia.

Séneca

El pecado de la gula es el ansia inmoderada de comer, de beber. Es un pecado que nos deja un poco perplejos en este mundo dietético en el que estamos, choca tanto con la ética como con la estética y quizá tengan más contra él los médicos que los propios clérigos. A mi juicio, el problema de la gula es mucho más una cuestión de higiene que de moral. Se trata de ver cómo administramos nuestros placeres y cómo podemos comer para vivir satisfactoriamente.

Lo peor de la gula hoy es que, mientras algunos tenemos la suerte de poder comer y ayunar a nuestro albedrío, muchas personas están privadas de lo imprescindible y no pueden siquiera alimentar a sus hijos con lo mínimo necesario. La gula se transforma en pecado cuando ofende el derecho y las expectativas del otro al comer lo de los demás, acaparar y dejarlo con poco o nada. Olvidar eso sería el peor pecado o la peor forma de gula de nuestro tiempo.

Para la Iglesia la gula se transforma en pecaminosa cuando por ella se roba, cuando la familia cae en la mendicidad, cuando comer se transforma en el único objetivo en la vida o lleva a otros vicios como la lujuria o la blasfemia.

La gula está ligada íntimamente a lo mediático. No sólo tiene que ver con el plato que ponen frente a uno. También existe una especie de frustración, relacionada con la gula y los medios de comunicación, cuando al igual que con otos aspectos de la sociedad muestran platos y manjares sofisticadísimos, inalcanzables para la gran mayoría.

La gula se ha transformado en un pecado ético y dietético. Hay una conspiración global contra este pecado. Nunca se es lo suficientemente rico ni se está lo suficientemente delgado.

III. La avaricia

En la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos,

pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.

Gandhi

Vivir para acumular millones, caiga quien caiga, no es un buen objetivo. Pero tampoco es

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