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EVANGELIUM VITAE (El Evangelio de la vida)

lorefan27 de Diciembre de 2012

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EVANGELIUM VITAE

(El Evangelio de la vida)

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

• Valor incomparable de la persona humana

• Nuevas amenazas a la vida humana

• En comunión con todos los Obispos del mundo

CAPÍTULO I : LA SANGRE DE TU HERMANO CLAMA A MÍ DESDE EL SUELO (ACTUALES AMENAZAS A LA VIDA HUMANA)

• Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató" (Gn 4, 8) Raíz de la violencia contra la vida

• "¿Qué has hecho ?" (Gn 4, 10) : eclipse del valor de la vida

• "¿Soy acaso yo el guarda de mi hermano ?" (Gn 4, 9) : una idea perversa de libertad

• "He de esconderme de tu presencia" (Gn 4, 14): eclipse del sentido de Dios y del hombre

• "Os habéis acercado a la sangre de la aspersión" (Hb 12, 22-24) : signos de esperanza y llamada al compromiso

CAPÍTULO II : HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA (MENSAJE CRISTIANO SOBRE LA VIDA)

• "La Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto" (1 Jn 1,2): la mirada dirigida a Cristo, "Palabra de vida"

• "Mi fortaleza y mi canción es el Señor. El es mi salvación" (Ex 15,2): la vida es siempre un bien

• "El nombre de Jesús ha restablecido a este hombre" (cf. Hch 3,16): en la precariedad de la existencia humanaJesús lleva a término el sentido de la vida

• "Llamados... a reproducir la imagen de su Hijo" (Rm 8,28-29): la gloria de Dios resplandece en el rostro del hombre

• "Todo el que vive y cree en mí no morirá jamás" (Jn 11,26): el don de la vida eterna

• "A cada uno pediré cuentas de la vida de su hermano" (Gn 9,5): veneración y amor por la vida de todos

• "Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla" (Gn 1,28): responsabilidades del hombre ante la vida

• "Porque tú mis vísceras has formado" (Sal 139/138,13): la dignidad del niño aún no nacido

• "¡Tengo fe, aún cuando digo: 'muy desdichado soy'! (Sal 116/115,10): la vida en la vejez y en el sufrimiento

• "Todos los que la guardan alcanzarán la vida" (Ba 4,1): de la Ley del Sinaí al don del Espíritu

• "Mirarán al que atravesaron" (Jn 19,37): en el árbol de la Cruz se cumple el Evangelio de la vida

CAPÍTULO III : NO MATARÁS (LA LEY SANTA DE DIOS)

• "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19, 17) : Evangelio y mandamiento

• "Pediré cuentas de la vida del hombre al hombre" (Gn 9, 5): la vida humana es sagrada e inviolable

• "Mi embrión tus ojos lo veían" (Sal 139/138, 16): el delito abominable del aborto

• "Yo doy la muerte y doy la vida" (Dt 32, 39): el drama de la eutanasia

• "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5, 29): ley civil y ley moral

• "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lc 10, 27): promueve la vida

CAPÍTULO IV : A MI ME LO HICISTEIS (POR UNA NUEVA CULTURA DE LA VIDA HUMANA)

• "Vosotros sois el pueblo elegido por Dios para anunciar sus alabanzas" (cf. 1 P 2, 9): el pueblo de la vida y para la vida

• "Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos" (1 Jn 1, 3) : anunciar el evangelio de la vida

• "Te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy" (Sal 139/138, 14): celebrar el evangelio de la vida

• "¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga : 'Tengo fe', si no tiene obras ?" (St 2, 14): servir el evangelio de la vida

• "La herencia del Señor son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas" (Sal 127/126, 3): "la familia, santuario de la vida"

• "Vivid como hijos de la luz (Ef 5, 8): Para realizar un cambio cultural

• "Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo" (1 Jn 1, 4): el evangelio de la vida es para la ciudad de los hombres

CONCLUSIÓN

• "Una gran señal apareció en el cielo : una Mujer vestida de sol" (Ap 12, 1): la maternidad de María y de la Iglesia

• "El Dragón se detuvo delante de la Mujer... para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz" (Ap 12, 4): la vida amenazada por las fuerzas del mal

• "No habrá ya muerte" (Ap 21, 4): esplendor de la resurrección

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INTRODUCCIÓN

1. El Evangelio de la Vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas.

En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como gozosa noticia: "Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2,10,11). El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta "gran alegría"; pero la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace (cf. Jn 16,21).

Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10). Se refiere a aquella vida "nueva" y "eterna", que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa "vida" donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.

Valor incomparable de la persona humana

2. El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3,1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subraya precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no es realidad "última", sino "penúltima"; es realidad sagrada, que se nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.

La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Señor 1, tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente. Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2,14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política.

Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de la maravillosa verdad recordada por el Concilio Vaticano II: "El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" 2. En efecto, en este acontecimiento salvífico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que "tanto amó al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16), sino también el valor incomparable de cada persona humana.

La Iglesia, escrutando asiduamente el misterio de la Redención, descubre con renovado asombro este valor y se siente llamada a anunciar a los hombres de todos los tiempos este "evangelio", fuente de esperanza inquebrantable y de verdadera alegría para cada época de la historia. El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio .

Por ello el hombre, el hombre viviente, constituye el camino primero y fundamental de la Iglesia.

Nuevas amenazas a la vida humana

3. Cada persona, precisamente en virtud del misterio del Verbo de Dios hecho carne (cf. Jn 1,14), es confiada a la solicitud materna de la Iglesia. Por eso, toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe en la encarnación redentora del Hijo de Dios, la compromete en su misión de anunciar el Evangelio de la vida por todo el mundo y a cada criatura (cf. Mc 16,15).

Hoy este anuncio es particularmente urgente ante la impresionante multiplicación y agudización de las amenazas a la vida de las personas y de los pueblos, especialmente cuando ésta es débil e indefensa. A las tradicionales y dolorosas plagas del hambre, las enfermedades endémicas, la violencia y las guerras, se añaden otras, con nuevas facetas y dimensiones inquietantes.

Ya el Concilio Vaticano II, en una página de dramática actualidad, denunció con fuerza los numerosos delitos y atentados contra la

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