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Escatología Bíblica

antoniotoyaTrabajo26 de Agosto de 2023

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Escatología Bíblica

1. LA MUERTE FÍSICA

La muerte física tiene que ver con lo que nos ocurrirá a nosotros en los últimos tiempos, porque la muerte incluye la muerte física, espiritual pero también la eterna, de allí que tiene que ver con la doctrina de los últimos tiempos.

1.1. ¿Qué es la muerte?

Significa básicamente SEPARACIÓN.

1.2. ¿Cómo ingresó la muerte en la humanidad?

Dios nunca quiso la muerte para los hombres, lamentablemente que el hombre haya transgredido la voluntad de Dios y su ley trajo como consecuencia o penalidad la muerte.

Dios fue muy enfático con Adán: “Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”(Génesis 2:17). El pecado o transgresión fue universal, por tanto, la muerte lo fue: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

1.3. ¿Qué tipos de muertes hay?

a. La muerte espiritual:

Significa la separación que existe entre el pecador y Dios por consecuencia de sus propias naturalezas. Es la condición de los que no son salvos (Efesios 2:1,5,12; 4:18).

b. La muerte segunda o eterna:

Introduce a los inconversos en su estado final y permanente y es la continuación de la muerte espiritual (Apocalipsis 20: 13-15; 21:8; 22:14,15).

c. La muerte Física:

Es simplemente, la terminación de la vida física como consecuencia de la SEPARACIÓN del cuerpo y del alma. La Biblia describe a la muerte física como la muerte del cuerpo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).

Pero debemos ser enfáticos en aclarar que la muerte física no es aniquilación, es decir, dejar de existir. Como lo señalan algunas sectas o teólogos. Lo que pasa con la muerte física es que la persona deja, sencillamente, de tener contacto con la vida física, para pasar a formar parte de otra forma de existencia. Como lo dice un escritor “La muerte no significa dejar de existir, sino separarse de las relaciones naturales de la vida”.

1.4. ¿Qué pasó con la muerte?:

Cristo al someterse a la muerte triunfó sobre ella: “Pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo1:10). Y en triunfo de Cristo será nuestro triunfo: “Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

2. LA INMORTALIDAD

2.1. ¿Quién es el único inmortal en su esencia?:

Dios. Pablo dijo: “El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible;…” 1 Timoteo 6:16). Sólo Dios es en esencia inmortal, porque él no tiene principio ni fin, ni está sujeto a cambio ni ha disminución.

2.2. ¿Trae la muerte física, el fin del alma?:

La respuesta es no. El alma continúa viviendo aún después de la separación del cuerpo. Lo dice bien claro Mateo 10:28 “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temer más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. El alma tiene la capacidad de poder seguir existiendo aparte del cuerpo y esta existencia no está amenazada por ningún ser humano. Pero debemos entender que el alma tuvo principio y su inmortalidad es derivada y espera una resurrección.

2.3. ¿Por cuánto tiempo vivirá el alma?:

Dice las Escrituras: “E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46). Notemos el adjetivo que acompaña a las palabras “castigo” y “vida”, en ambos casos se nos dice que ambos serán “eternos”. Note que aquí se nos muestra que el alma está en capacidad de existir fuera del cuerpo y que esta existencia será por toda la eternidad.

2.4. ¿Será una existencia inconsciente?

No. Recuerda la historia del rico y Lázaro contada por Jesús: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces dijo: Padre Abraham ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro también males; perro ahora éste es consolado aquí y tú atormentado” (Lucas 16:22,25). Tanto el rico como Lázaro vemos que están conscientes, aún, después de muertos. El rico estaba en un lugar de tormento y Lázaro estaba en un lugar de dicha conocido como el Seno de Abraham. Es de notar, también que el rico tenía consciencia que el lugar donde estaba Lázaro era un lugar de bendición y además, estaba consciente del mundo de los vivos, pues llega a decir: “Entonces dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casas de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento” (Lucas 16:27,28).

2.5. ¿Estará el alma en algún lugar?:

Pero algo más extraemos de esta historia y es que las almas no sólo existirán eternamente y que será en un estado consciente, sino que, además, estarán en un lugar. Las almas de los justos estarán en un lugar de dicha y las almas de los injustos en un lugar de tormento de fuego. Como dice Apocalipsis 21:8, los incrédulos estarán en el lago de fuego y azufre y los creyentes en el cielo como dice 1 Pedro 1.3, 4.

3. PECADO Y CONDENACIÓN ETERNA

3.1. ¿Dónde comenzó el problema humano?:

Cuando Dios creó a Adán y Eva, ÉL lo ubicó en un ambiente perfecto. Proveyó de todo aquello que era necesario para una existencia maravillosamente feliz. ÉL les dio una ocupación significativa, una alimentación perfecta y una oportunidad incomparable de compañerismo con Él. Sin embargo, Dios deseó que Adán y Eva lo amen con libertad a través de su propia elección. Les dio un simple mandato:” De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16,17).

Ellos habrían demostrado su amor a Dios al obedecer su mandato. Pero, ellos tenían que elegir libremente entre obedecer o desobedecer. La demostración de su amor hacia él sería revelada a través de su decisión.

Lamentablemente ellos decidieron desobedecer. Y esta decisión fatal hizo que ellos adquirieran una naturaleza de pecado (Una naturaleza rebelde y que nos lleva hacer las cosas a nuestra manera y no a la manera de Dios) que los transformó en seres pecadores.

Desde ese horrible día, todos los hombres nacemos con la misma naturaleza pecaminosa, y esa es la fuente de nuestros pecados y por ende de nuestro dilema humano. Y la culpa no fue sólo de Adán sino de todos. “Pues cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

3.2. ¿Cuál fue la consecuencia?:

Todos hemos pecado y la consecuencia de la presencia del pecado en nuestras vidas es que pesa sobre los hombres una sentencia de muerte. No sólo muerte física sino principalmente muerte espiritual y eterna, es decir, la condición de eterna separación de Dios en el infierno (Romanos 5:18; Rom 3:23).

3.3. ¿Cuál es la solución a la muerte eterna?:

La única manera para que ese no sea nuestro destino es que creamos y confiemos en Cristo: “El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito hijo de Dios” (San Juan 3.18).

4. LA MUERTE PARA LOS CREYENTES

4.1. ¿A dónde va el alma de un creyente cuando es separado de su cuerpo físico?:

Cuando el cuerpo muere, lo cual inevitablemente pasará, el alma es separada del cuerpo y va morar en algún lugar. En el caso de aquellos que hemos creído en Cristo ese lugar es el cielo. De ahí que la muerte no debe atemorizar a aquél que es hijo de Dios. El Apóstol Pablo le dijo a la iglesia en Filipos: “Porque para mí es vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1.21). Y el salmista decía: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:4).

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