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Hay tres episodios en el libro de Samuel

diegogoloInforme31 de Enero de 2015

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Dios envió al juez Samuel a Belén a casa de un tal Jesé, para que eligiera a alguno de sus hijos como rey. Dios no se fija en las apariencias si no en el corazón. David, el hijo pequeño de Jesé, estaba cuidando las ovejas. Samuel lo eligió para sustituir al rey Saúl cuando llegara el momento.

David fue al campo de batalla para llevar la comida a sus hermanos. Un filisteo llamado Goliat retaba a los israelitas a pelear con él pero nadie se atrevía.

David dio unos pasos adelante y confiando en Dios derribó al gigante de una pedrada.

El éxito de David suscitó la envidia del rey Saúl quién pretendía matarlo. David huyó. Cuando murió Saúl el pueblo proclamó rey a David.

David conquistó Jerusalén y la hizo capital del reino de Israel. Asimismo instaló en Jerusalén el arca de la alianza donde se guardaba las tablas de la ley de Dios.

Durante el reinado de David los israelitas vivieron una época de paz. David atribuía sus éxitos a Dios y al cumplimiento de la alianza por parte del pueblo.

David hizo construir un palacio en Jerusalén. Dios por medio del profeta Natán le hizo esta promesa:

“ No serás tú si no tu hijo quién edifique un templo en mi honor. En cambio tu dinastía y tu reino durarán para siempre.”

Lectio sobre la humildad de David

Hay tres episodios en el libro de Samuel que nos presentan aspectos de la humildad de David.

1. 1 Sam 21,11-16: inmediatamente después de su encuentro con Ajimélek en el santuario de Nob, David huye lejos de Saúl y llega donde Akis, rey de Gat. Los criados del rey, al verlo, se asustan al recordar lo que se cantaba de David en las danzas: «Saúl mató a mil, y David a diez mil». Naturalmente, el fugitivo oye las palabras de los criados del rey y se llena de miedo. Hábilmente, finge que está loco: «Tamborileaba sobre el batiente de la puerta y dejaba caer la saliva sobre su barba. Dijo, pues, Akis a sus servidores: "Mirad, este hombre está loco. ¿Para qué me lo habéis traído? ¿Es que me hacen falta locos, que me habéis traído a éste para que haga el loco a mi costa? ¿Va a entrar éste en mi casa?"» (vv.14-16). De esta manera consiguió salvarse David.

Es un relato de prudencia humana, más que de humildad, pero demuestra que, a veces, en la vida es conveniente pasar un poco por locos, para librarnos de dificultades mayores. También san Ignacio, durante un viaje, cayó en manos de unos soldados que querían hacerle daño; se fingió loco y le dejaron marcharse.

2. 2 Sam 6,12-13, subraya la libertad de David ante el juicio de los hombres. Ni siquiera tiene miedo al juicio de su mujer. El relato abunda en detalles para indicarnos que la Escritura le atribuye mucha importancia. Después de mil peripecias, el arca en la que se hace presente el Señor vuelve al pueblo de Israel. David reúne a toda la gente y celebra una gran fiesta con cantos e instrumentos musicales. Luego David «subió al arca de Dios de casa de Obededom a la Ciudad de David, con gran alborozo. Cada seis pasos que avanzaban los portadores del arca de Yahvé, sacrificaban un buey y un carnero cebado. David danzaba con todas sus fuerzas ante Yahvé, ceñido de un efod de lino. David y toda la casa de Israel subían el arca de Yahvé entre clamores y resonar de cuernos. Cuando el arca de Yahvé entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David danzando y saltando ante Yahvé y le despreció en su corazón» (vv.13-16). Luego el arca quedó colocada en su sitio, en la tienda que había hecho levantar expresamente el rey. Terminados los sacrificios de comunión y la ofrenda de los holocaustos, David bendice al pueblo, dándoles a todos una hogaza de pan, dátiles y un dulce de uvas pasas. «Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mikal, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: "¡Cómo ¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!". Respondió David a Mikal: "En presencia de Yahvé danzo yo. Vive Yahvé, el que me ha preferido a tu padre y a toda tu casa para constituirme caudillo de Israel, el pueblo de Yahvé, que yo danzaré ante Yahvé y me haré más vil todavía; seré vil a tus ojos, pero seré honrado ante las criadas de que hablas" . Y Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte» (vv.20-23).Sabemos que realmente la descendencia de David fue en la línea de Salomón, hijo de Betsabé, no de Mikal, a la que le habría correspondido el primer puesto.

Este bellísimo episodio nos describe la absoluta libertad de David ante los juicios humanos. Dios ocupa el primer puesto, y para rendirle honor y gloria no hay que preocuparse de las críticas.

Este tipo de libertad podría corresponder al primero y al segundo grado de humildad de san Ignacio, es decir, a la libertad frente a las amenazas, con tal de seguir la ley de Dios.

Para comprender mejor la actitud de David, es interesante comparar este pasaje con un relato extraño de la vida del anterior rey Saúl (1 Sam 19,18-24). David, para huir de su ira, se había refugiado al lado de Samuel. Al enterarse Saúl, envía mensajeros al profeta para apoderarse del joven, pero éstos, al ver profetizando a la comunidad de profetas, se vieron revestidos del espíritu de Dios y empezaron también a profetizar. Saúl, obstinado, envía nuevos mensajeros, y luego otros: el resultado es siempre el mismo. Entonces se decide a ir él personalmente, pero, al llegar a Ramá, «vino también sobre él el espíritu de Dios e iba caminando en trance hasta que llegó a las celdas de Ramá. También él se quitó sus vestidos y se puso en trance profético ante Samuel, y quedó desnudo en tierra todo aquel día y toda aquella noche, por lo que se suele decir: "¿Conque también Saúl entre los profetas?"» (vv.23-24).

Por una parte, la Biblia subraya la grandeza de David, que por agradar a su Dios se pone a danzar sin preocuparse del respeto humano; por otra, la obstinación de Saúl, que al final se ve preso de su locura.

3. 2 Sam 15,13ss; 16,1-14: es el episodio más importante, porque vemos a David frente al fracaso y la humillación más penosa. Su hijo Absalón conspira contra su padre, y el complot va creciendo. David se ve obligado a huir de Jerusalén para dejar campo libre a su hijo. Es un relato estupendo que habría que meditar palabra a palabra; destacan, ante todo, tres puntos: el carácter sagrado de la huida; la calma de David frente a la situación; su abandono a los designios de Dios.

La huida se desarrolla como una procesión, como un drama sagrado, con gran dignidad: «El rey salió con toda su casa, a pie, y se detuvo en la última casa» (v.16); «iban todos llorando con gran llanto. El rey se detuvo en el torrente Cedrón y toda la gente pasaba ante él, camino del desierto» (v.23). Ve luego venir a Sadoc con los levitas que llevan el arca del Señor, y David les ordena que regresen a la ciudad: «Si he hallado gracia a los ojos de Yahvé, me hará volver y me permitirá ver el arca y su morada. Y si él dice: "No me has agradado", que me haga lo que mejor le parezca» (v.26). David ha alcanzado una talla espiritual muy alta. No lucha contra su hijo; prefiere retirarse aceptando la humillación, y en su decisión hay un abandono total a los planes de Dios, una gran expresión de fe y de amor.

Dueño de la situación hasta el fin, permanece en calma y lo dirige todo. Ittay de Gat quiere seguirle con 600 hombres, pero David le invita a que regrese, porque podría ser peligroso para él, un forastero, seguir a los fugitivos. Ittay se siente impresionado por la grandeza de ánimo del rey e insiste en seguir con él, y entonces David permite que le acompañe (vv.19-22).

Un momento destacado que subraya la fe de David lo constituye el siguiente capítulo, cuando Semeí empieza a injuriarle y maldecirle. Abisay no lo soporta y dice al rey: «¡Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? Voy ahora mismo y le corto la cabeza». Pero el rey contestó: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Deja que maldiga, pues si Yahvé le ha dicho: "Maldice a David", ¿quién le puede decir: "¿Por qué haces esto?". Y añadió David a Abisay y a todos sus siervos: "Mirad, mi hijo, saliendo de mis entrañas, busca mi muerte, pues ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadie que maldiga, pues se lo ha mandado Yahvé. Acaso Yahvé mire mi aflicción y me devuelva Yahvé bien por las maldiciones de este día"» (16,9-12).

Es de las páginas más hermosas del Antiguo Testamento y nos hacen recordar los cantos de Isaías (caps. 52-53). Podemos hacer una comparación con nuestras reacciones ante las humillaciones, cuando nos gustaría responder inmediatamente, reaccionar, sin saber verlas a la luz de los designios de Dios. David no se deja aplastar por la situación, tiene fe en su Dios que lo ha amado y sigue amándolo; no pierde la calma. Su comportamiento en la humillación logrará darle la vuelta a la situación.

¿Qué impresión sacamos de la figura de David en todos estos relatos?

Ante todo, tenemos que compararla con la figura de Saúl, puesto que nos lo sugiere la propia Biblia. Me gustaría citar las palabras del padre dominico J.D. Barthélemy: «En el destino de Saúl no hay más que un acontecimiento, una sola iniciativa personal: el despedazamiento de los bueyes (1 Sam 11,7), preparado por la puesta en escena de Samuel en Ramá y en Mispá. Una vez que ha tomado personalmente el poder con este gesto, se obstina en este poder tal y como lo concibe, y esta obstinación le hace ir contra los designios

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