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LAS RESPONSABILIDADES DE LOS PADRES PARA CON SUS HIJOS


Enviado por   •  3 de Julio de 2013  •  6.979 Palabras (28 Páginas)  •  514 Visitas

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Por Richard Baxter

De: Las Obras Prácticas de Baxter, Vol. 1, Un Libro Cristiano de Instrucciones,

acerca de Economía Cristiana, Cap. X, pp. 449-454

CAPITULO X

LAS RESPONSABILIDADES DE LOS PADRES PARA CON SUS HIJOS

(Vea también: Las Responsabilidades Especiales de los Hijos para con sus Padres)

Por Richard Baxter

Parcialmente les he contado a Uds. antes de cuán grande es la importancia de la educación sabia y santa de los hijos para la salvación de sus almas, para el alivio de sus padres, para el bien de la iglesia y el estado, y para la felicidad del mundo; sin embargo ningún hombre es totalmente capaz de expresar esto bien. Y ningún corazón puede concebir cómo el mundo ha fallado en el abandono de esta responsabilidad y cuán grande es esta calamidad; pero aquellos que piensan en el estado en que se encuentran las naciones paganas, infieles e impías, y cuán escaso es el crecimiento de la verdadera piedad, y cuántos millones deben permanecer en el infierno para siempre, sabrán mucho más acerca de esta inhumana negligencia como para llegar a aborrecerla.

Directriz I. Entended y lamentaos del estado corrompido y miserable de vuestros hijos, el cual han derivado de Uds., y agradecidamente aceptad el ofrecimiento de un Salvador para Uds. mismos y para ellos, y entréguenlos y dedíquenlos absolutamente a Dios en Cristo en el pacto sagrado, y solemnizad esta dedicación y pacto por medio de su bautismo [1] Y para este fin entended el mandamiento de Dios para que entren vuestros hijos solemnemente en pacto con Él, y las misericordias pactales que por tanto les pertenecen a ellos. Rom 5:12,16-18; Efe 2:1,3; Gén 17:4, 13, 14; Deut 29:10-12; Rom 11:17, 20; Juan 3:3, 5; Mat 19:13, 14.

No podeis dedicaros vosotros mismos sinceramente a Dios, a menos que dediquéis a Él todo lo que es vuestro y lo que se encuentra bajo vuestro poder; y por lo tanto, vuestros hijos, en tanto que ellos se encuentren bajo vuestro poder. Y como la naturaleza os ha enseñado que vuestro poder y vuestra responsabilidad para hacerlos entrar durante sus infancias en relaciones pactales con los hombres, lo cual es ciertamente para su propio bien; (y si ellos rehusan las condiciones al llegar a la mayoría de edad, entonces también abandonan los beneficios;) de la misma manera la naturaleza os ha enseñado mucho más a obligarles con respecto a Dios para su bien mucho mayor, en caso que Él les admita entrar en pacto con Él. Y de que Él les admitirá en Su pacto (y de que vosotros debiéseis introducirlos en el pacto), está fuera de duda por la evidencia que la Escritura nos da, que desde el tiempo de Abraham hasta Cristo esto fue así con todos los hijos de Su pueblo; ningún hombre puede probar que antes del tiempo de Abraham, o desde ese tiempo, Dios haya tenido alguna vez una iglesia sobre la tierra de la cual los hijos infantes de sus siervos (si los tenían) no fueran miembros dedicados en pacto para con Dios, hasta en estos tiempos en que unos pocos comenzaron a tener escrúpulos sobre la legalidad de esto. Y es un confort para vosotros, si el Rey quisiese concederle a vuestros hijos infantes (quienes fueron manchados por la traición de sus padres) no solamente una total liberación y limpieza de la mancha de la ofensa, sino también los títulos y condiciones de señores, aunque ellos no entiendan nada de esto hasta que vengan a tener una mayor edad; así es para vosotros un asunto de mayor confort, para bien de ellos, que Dios en Cristo les perdone de su pecado original y los tome como Sus hijos y les de posesión de vida eterna; que son las bendiciones de Su pacto.

Directriz II. Tan pronto como ellos sean capaces enseñádles en qué tipo de pacto han sido introducidos, y cuáles son los beneficios, y cuáles son las condiciones, para que sus almas puedan alegremente consentir a ello cuando lo entiendan; y vosotros podáis traerles seriamente a renovar su pacto con Dios en sus propias personas. Pero, la orden completa de enseñar tanto a sus hijos como a vuestros siervos, os la daré personalmente.

Directriz III. Entrenádles en exacta obediencia a vosotros mismos, y entrenad la voluntad de ellos. Para tal fin, no les toleres que se conduzcan de manera irreverente y contumaz para con vosotros; sino entrénales a que guarden su distancia. Pues demasiada familiaridad produce desdén y estimula a la desobediencia. El curso común de los padres es complacer a sus hijos por tanto tiempo, dejándoles tener lo que ansían y lo que quieren, hasta que sus voluntades están tan acostumbradas a ser satisfechas que no pueden soportar que nada se les niegue; de esta manera no pueden soportar tampoco el gobierno, debido a que no pueden soportar que nada se cruce con sus voluntades. Ser obedientes es renunciar a sus propias voluntades, y ser regidos por las voluntades de sus padres o gobernadores; por lo tanto, acostumbrarles a que hagan su propia voluntad es enseñarles desobediencia, y a endurecerles y acostumbrarles a la imposibilidad de obedecer. Enseñádles a menudo, en un contexto familiar y de manera amorosa acerca de la excelencia de la obediencia, de cómo esta complace a Dios y sobre la necesidad que ellos tienen de ser gobernados, y cuán incapaces son ellos para gobernarse a sí mismos, y cuán peligroso es para los niños el que establezcan su propia voluntad; habládles a menudo de la gran desgracia de la obstinación y la terquedad, y contádles acerca de otros que se están convirtiendo en niños obstinados y de voluntades endurecidas.

Directriz IV. Haz de ellos ni demasiado intrépidos para contigo, ni demasiado extraños o temerosos; y gobiérnales no como a siervos sino como a niños, haciendo que perciban que les amas profundamente y que todos tus mandamientos, restricciones y correcciones constantes son para su bienestar y no meramente por tu propio gusto personal. Deben ser regidos como criaturas racionales que se aman a sí mismos y a aquellos que les aman. Si ellos perciben que tú les amas profundamente te obedecerán con mayor disposición y será más fácil el que sean traídos a arrepentimiento por sus desobediencias, y también te obedecerán tanto en el corazón como en las acciones externas, detrás de tus espaldas y al frente de tu rostro. Y el amor de ellos hacia ti (que debe ser causado por tu amor hacia ellos) debe ser uno de los medios principales para traerles al amor de todo lo bueno que tú les encomiendas; y así, conformar sus voluntades sinceramente a la voluntad de Dios y hacerles santos. Pues, si eres demasiado extraño a ellos, y demasiado terrible, ellos solamente te temerán,

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