LAS RESPONSABILIDADES DE LOS PADRES PARA CON SUS HIJOS
manbas3 de Julio de 2013
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Por Richard Baxter
De: Las Obras Prácticas de Baxter, Vol. 1, Un Libro Cristiano de Instrucciones,
acerca de Economía Cristiana, Cap. X, pp. 449-454
CAPITULO X
LAS RESPONSABILIDADES DE LOS PADRES PARA CON SUS HIJOS
(Vea también: Las Responsabilidades Especiales de los Hijos para con sus Padres)
Por Richard Baxter
Parcialmente les he contado a Uds. antes de cuán grande es la importancia de la educación sabia y santa de los hijos para la salvación de sus almas, para el alivio de sus padres, para el bien de la iglesia y el estado, y para la felicidad del mundo; sin embargo ningún hombre es totalmente capaz de expresar esto bien. Y ningún corazón puede concebir cómo el mundo ha fallado en el abandono de esta responsabilidad y cuán grande es esta calamidad; pero aquellos que piensan en el estado en que se encuentran las naciones paganas, infieles e impías, y cuán escaso es el crecimiento de la verdadera piedad, y cuántos millones deben permanecer en el infierno para siempre, sabrán mucho más acerca de esta inhumana negligencia como para llegar a aborrecerla.
Directriz I. Entended y lamentaos del estado corrompido y miserable de vuestros hijos, el cual han derivado de Uds., y agradecidamente aceptad el ofrecimiento de un Salvador para Uds. mismos y para ellos, y entréguenlos y dedíquenlos absolutamente a Dios en Cristo en el pacto sagrado, y solemnizad esta dedicación y pacto por medio de su bautismo [1] Y para este fin entended el mandamiento de Dios para que entren vuestros hijos solemnemente en pacto con Él, y las misericordias pactales que por tanto les pertenecen a ellos. Rom 5:12,16-18; Efe 2:1,3; Gén 17:4, 13, 14; Deut 29:10-12; Rom 11:17, 20; Juan 3:3, 5; Mat 19:13, 14.
No podeis dedicaros vosotros mismos sinceramente a Dios, a menos que dediquéis a Él todo lo que es vuestro y lo que se encuentra bajo vuestro poder; y por lo tanto, vuestros hijos, en tanto que ellos se encuentren bajo vuestro poder. Y como la naturaleza os ha enseñado que vuestro poder y vuestra responsabilidad para hacerlos entrar durante sus infancias en relaciones pactales con los hombres, lo cual es ciertamente para su propio bien; (y si ellos rehusan las condiciones al llegar a la mayoría de edad, entonces también abandonan los beneficios;) de la misma manera la naturaleza os ha enseñado mucho más a obligarles con respecto a Dios para su bien mucho mayor, en caso que Él les admita entrar en pacto con Él. Y de que Él les admitirá en Su pacto (y de que vosotros debiéseis introducirlos en el pacto), está fuera de duda por la evidencia que la Escritura nos da, que desde el tiempo de Abraham hasta Cristo esto fue así con todos los hijos de Su pueblo; ningún hombre puede probar que antes del tiempo de Abraham, o desde ese tiempo, Dios haya tenido alguna vez una iglesia sobre la tierra de la cual los hijos infantes de sus siervos (si los tenían) no fueran miembros dedicados en pacto para con Dios, hasta en estos tiempos en que unos pocos comenzaron a tener escrúpulos sobre la legalidad de esto. Y es un confort para vosotros, si el Rey quisiese concederle a vuestros hijos infantes (quienes fueron manchados por la traición de sus padres) no solamente una total liberación y limpieza de la mancha de la ofensa, sino también los títulos y condiciones de señores, aunque ellos no entiendan nada de esto hasta que vengan a tener una mayor edad; así es para vosotros un asunto de mayor confort, para bien de ellos, que Dios en Cristo les perdone de su pecado original y los tome como Sus hijos y les de posesión de vida eterna; que son las bendiciones de Su pacto.
Directriz II. Tan pronto como ellos sean capaces enseñádles en qué tipo de pacto han sido introducidos, y cuáles son los beneficios, y cuáles son las condiciones, para que sus almas puedan alegremente consentir a ello cuando lo entiendan; y vosotros podáis traerles seriamente a renovar su pacto con Dios en sus propias personas. Pero, la orden completa de enseñar tanto a sus hijos como a vuestros siervos, os la daré personalmente.
Directriz III. Entrenádles en exacta obediencia a vosotros mismos, y entrenad la voluntad de ellos. Para tal fin, no les toleres que se conduzcan de manera irreverente y contumaz para con vosotros; sino entrénales a que guarden su distancia. Pues demasiada familiaridad produce desdén y estimula a la desobediencia. El curso común de los padres es complacer a sus hijos por tanto tiempo, dejándoles tener lo que ansían y lo que quieren, hasta que sus voluntades están tan acostumbradas a ser satisfechas que no pueden soportar que nada se les niegue; de esta manera no pueden soportar tampoco el gobierno, debido a que no pueden soportar que nada se cruce con sus voluntades. Ser obedientes es renunciar a sus propias voluntades, y ser regidos por las voluntades de sus padres o gobernadores; por lo tanto, acostumbrarles a que hagan su propia voluntad es enseñarles desobediencia, y a endurecerles y acostumbrarles a la imposibilidad de obedecer. Enseñádles a menudo, en un contexto familiar y de manera amorosa acerca de la excelencia de la obediencia, de cómo esta complace a Dios y sobre la necesidad que ellos tienen de ser gobernados, y cuán incapaces son ellos para gobernarse a sí mismos, y cuán peligroso es para los niños el que establezcan su propia voluntad; habládles a menudo de la gran desgracia de la obstinación y la terquedad, y contádles acerca de otros que se están convirtiendo en niños obstinados y de voluntades endurecidas.
Directriz IV. Haz de ellos ni demasiado intrépidos para contigo, ni demasiado extraños o temerosos; y gobiérnales no como a siervos sino como a niños, haciendo que perciban que les amas profundamente y que todos tus mandamientos, restricciones y correcciones constantes son para su bienestar y no meramente por tu propio gusto personal. Deben ser regidos como criaturas racionales que se aman a sí mismos y a aquellos que les aman. Si ellos perciben que tú les amas profundamente te obedecerán con mayor disposición y será más fácil el que sean traídos a arrepentimiento por sus desobediencias, y también te obedecerán tanto en el corazón como en las acciones externas, detrás de tus espaldas y al frente de tu rostro. Y el amor de ellos hacia ti (que debe ser causado por tu amor hacia ellos) debe ser uno de los medios principales para traerles al amor de todo lo bueno que tú les encomiendas; y así, conformar sus voluntades sinceramente a la voluntad de Dios y hacerles santos. Pues, si eres demasiado extraño a ellos, y demasiado terrible, ellos solamente te temerán, y no te amarán mucho; y entonces no amarán los libros ni las prácticas que tú les recomiendas, sino que al igual que los hipócritas buscarán complacerte en tu cara, y no les importará lo que son en secreto y a tus espaldas. En verdad esto les tentará a aborrecer tu gobierno y todo aquel bien hacia el cual les persuades, y les harás como aves en una jaula que buscan la oportunidad de escapar y obtener su libertad. Ellos se deleitarán en la compañía de gente común y de niños holgazanes, porque tu terror y sentido de extrañeza les hicieron no deleitarse en lo que es tuyo. Y el temor les convertirá en mentirosos, en tanto que una mentira les parezca necesaria para obtener su escape. Los padres que muestran mucho amor a sus hijos pueden con seguridad mostrar severidad cuando ellos han cometido una falta. Pues entonces ellos verán que es solamente la falta de ellos la que te desagradó y no sus personas; y tu amor les reconcilia contigo cuando son corregidos; cuando los padres que son siempre como extraños y severos aplican una menor corrección - y no les muestran tierno amor a sus hijos - esto los alienará y no les hará ningún bien. Demasiada intrepidez y atrevimiento por parte de los niños les dirige, antes que te des cuenta, hacia el desprecio por los padres y hacia toda desobediencia; y demasiado temor y distanciamiento les priva de la mayoría de los beneficios de tu cuidado y gobierno: pero el tierno amor, con severidad solamente cuando hacen lo incorrecto, y esto a una distancia conveniente y reverente, es la única manera de hacerles el bien.
Directriz V. Trabaja mucho para poseer sus corazones con el temor de Dios, y una reverencia a las santas Escrituras; y luego, cualquier labor que les encomiendes, o cualquier pecado que les prohibas, muéstrales para ello algunos textos urgentes y claros de las Escrituras; y hazles que los aprendan y que los repitan a menudo; para que así puedan encontrar razón y autoridad divina en tus mandamientos; hasta que su obediencia comience a ser racional y divina, de lo contrario será formal e hipócrita. Es la conciencia la que debe vigilarles en lo privado, cuando tú no los mires; y la conciencia es el oficial de Dios y no nuestra; y no les dirá nada hasta que les hable en el nombre de Dios. Este es el camino para traer el corazón mismo a sujeción; y también para reconciliarles a todos tus mandamientos, cuando vean que son, primero, los mandamientos de Dios (de los cuales se derivan).
Directriz VI. En todas tus palabras acerca de Dios y de Cristo Jesús, y de las santas Escrituras, o de la vida por venir, o de cualquier aspecto santo, habla siempre con solemnidad, seriedad y reverencia, como de las cosas más grandes y reverentes de lo Sagrado: pues antes de que los niños lleguen a tener un entendimiento distintivo de puntos particulares, es un principio esperanzador tener sus corazones poseídos con una reverencia general y alta estima por las cosas santas; pues eso continuará asombrando a sus conciencias, y les ayudará en sus juicios, y les establecerá contra el prejuicio y el desprecio profanos, y será como una semilla de santidad
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