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La Comunidad Cristiana Proclama Su Fe


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2014  •  3.343 Palabras (14 Páginas)  •  303 Visitas

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LOS SACRAMENTOS CRISTIANOS

El término sacramento ha tenido, en el transcurso de la historia de la Iglesia, diferentes acepciones. Esto hace que se haya convertido en un término equívoco que conviene precisar con cuidad. En general, en un sentido amplio, podemos decir que sacramento incluye toda realidad visible por la que Dios comunica su vida, que es salvación, a los hombres.

Cristo, Sacramento del Padre

Conviene recordar que el término sacramento (sacramentum en latín) es la traducción de la palabra griega mysterion (misterio). San Pablo emplea este término griego para designar el proyecto salvador de Dios. Un proyecto que va a realizarse primordialmente a través de Cristo, y cuyo desarrollo se mantuvo oculto en Dios durante largo tiempo (Col 2, 2-3,25)

Toda la acción de Dios para salvar a los hombres llega a su culminación cuando el hijo es rechazado y hecho pecado y maldición en el árbol de la cruz. A través de esta muerte, el Padre otorga a su Hijo la vida, y por él, con él y en él, comunica la salvación a todo el género humano.

El momento final será la restauración definitiva del universo, la nueva Creación en la que Cristo someterá todo a los pies del Padre, una vez aniquilada la muerte.

"En Cristo, el Dios invisible e inaccesible se hace cercano "El que me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9); es la única realidad que expresa cabalmente lo que Dios es (Jn 1,18) y la que asume en plenitud la experiencia que de Dios puede tener el hombre. De ahí que podamos afirmar que Jesucristo es el sacramento por excelencia, el sacramento primordial, del que beben todas las demás realidades sacramentales"

La Iglesia, Sacramento de Cristo

Cuando Jesús pasa de este mundo al Padre, se hace necesario otro lugar de encuentro con Dios, donde el hombre pueda participar de su salvación. Ese lugar lo va a ocupar la comunidad, el grupo de los que creen en Él (Jn 17, 18-19). Él se irá, pero nos enviará su Espíritu (Jn 16,7ss) que nos lo hará presente hasta el final de los tiempos (Mt 28,20).

En el espacio de tiempo comprendido entre la ausencia física de Jesús y su venida al final de los tiempos, la Iglesia continúa haciendo presente entre los hombres la acción salvífica de Dios en Cristo. La Iglesia cuerpo de Cristo a quien alcanza en su totalidad la vida divina: todos los bautizados y los que participamos en la misma mesa somos miembros de un cuerpo cuya cabeza es Cristo.

La Iglesia es, por lo tanto, la presencia salvífica de Cristo en la historia, la comunidad escatológica de la salvación. Así se auto comprendió en sus comienzos, como aparece a lo largo del libro de los Hechos de los apóstoles. Y por eso, el Concilio Vaticano II la describe como sacramento o signo. Hasta que Jesús vuelva, la Iglesia es, en el mundo, Sacramento Universal de Salvación.

Esto hace que lo visible de la Iglesia, es decir, sus estructuras, sus instituciones, su palabra, su presencia en el mundo, etc. ha de transparentar la vida de la que es portadora.

Todo sacramento debe ser comprendido desde la sacra mentalidad de la Iglesia. Si la Iglesia es esencialmente un pueblo unido, una comunidad de creyentes, todo sacramento tiene una dimensión comunitaria y su celebración ha de significar una experiencia comunitaria.

Los sacramentos de la Iglesia son acciones simbólicas del acontecimiento salvador de Jesucristo: Él, que es sacramento del Padre, comunica a la Iglesia su propia vida en el Espíritu, convirtiéndola en sacramento suyo en la historia.

Los siete Sacramentos de la Iglesia

Jesús anuncia con palabras y gestos la llegada del Reino de Dios, y así algunas mujeres y hombres de su tiempo perciben en Él al Mesías prometido, al Ungido de Dios que trae la salvación a todos los pueblos.

Los gestos y palabras de Jesús persisten en los sacramentos que la Iglesia celebra y con los que se nutre y alimenta. Estos siete sacramentos fueron instituidos por Cristo y son: Bautismo, confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio.

Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la vida espiritual.

LA COMUNIDAD DE DISCÍPULOS

Al poco tiempo de iniciar Jesús su ministerio, congregó a su alrededor un grupo de personas que vivían como él, algunas de las cuales iban siempre con él (Mt 4,18-25; Mc 1,16-20; Lc 5,1-11)

A estas personas les llamamos “discípulos”, y podemos decir que formaban un grupo relativamente numeroso, compuesto por varones y mujeres de diferentes procedencias y ocupaciones: Mateo, publicano; Los Zebedeo, pescadores; María Magdalena que había estado poseída por los demonios; Juana, mujer del intendente de Herodes; José de Arrímate, miembro del Consejo de Ancianos, etc.

Estos discípulos:

• Fueron llamados por Jesús Mc 3,13; Lc 10,1

• Tenían que seguir su mismo camino Mt 8, 19-22

• Debían observar la voluntad de Dios Mt 10,29

• Adherirse a la persona de Jesús sin reservas Mc 8,34

• Tendrían como recompensa el mismo Reino de Dios Mc 10,29-30

1. LA VIDA DE LA COMUNIDAD, Condición de admisión

Para formar parte de la comunidad de Jesús, el requisito imprescindible es la renuncia al dinero y, en general a todo lo que se posee, para así poder compartirlo con todos los que puedan necesitarlo. Así plantea Jesús las cosas desde el primer momento: Pedro y Andrés “dejaron inmediatamente las redes y le siguieron” (Mt. 4,20); Los hijos de Zebedeo “dejaron inmediatamente la barca y a su padre y le siguieron” (Mt.4,22); a un letrado, que le pidió entrar en el grupo, Jesús le respondió “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero este hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8, 19-20); Mateo dejó al momento su negocio de impuestos y le siguió (Mt 9,9).

La misma exigencia de renuncia aparece también cuando Jesús envía a sus discípulos a misionar (Mt 10,5; Lc. 10,1). No deben llevar “ni oro ni plata, ni alforja, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón” (Mt 10,9-10). Donde se ve más claramente esta exigencia de renuncia al dinero es en el pasaje del joven rico: el primer paso

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