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La Dignidad


Enviado por   •  9 de Julio de 2014  •  1.954 Palabras (8 Páginas)  •  404 Visitas

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La dignidad del hombre nace del hecho de haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza, haber sido reconciliado por Cristo y estar llamado a la Bienaventuranza del Cielo.

Es tanta la dignidad del hombre, que el Concilio Vaticano II afirma que el hombre es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma"

El hombre, ayudado por la gracia y usando bien de su libertad, puede identificar su voluntad con la voluntad de Dios, pues "Lo que Dios quiere es siempre lo óptimo".

La dignidad del hombre nace de ser creado por Dios a su imagen y semejanza, de haber sido reconciliado por Cristo y de estar llamado, mediante la gracia, a alcanzar su plenitud en la bienaventuranza del cielo.

Vivimos unos tiempos en los que la defensa de los derechos humanos y su fundamentación tienen un papel capital en el pensamiento antropológico y político. Pero junto a esos intentos, nos tropezamos también con un hecho: la violación de los derechos más inarrebatables del hombre es un dato cotidiano en nuestro mundo. La dignidad de la persona está puesta en entredicho en la práctica en unas proporciones difícilmente imaginables. Por eso, la comprensión de la dignidad de la persona debe concretarse no sólo en la formulación teórica de los /derechos humanos, sino también en la actualización próxima de esos derechos en todos y en cada uno de los hombres, pues la dignidad humana no tiene como término el orden de lo teórico sino el de lo real, pues la persona no es una idea abstracta sino un ser encarnado. Por otra parte, se dice y se escribe con frecuencia que la persona es un valor fundamental y que tiene una dignidad propia irrenunciable.

Pero cuando sostenemos eso podemos propiciar una cierta confusión, consistente en pensar que existen muchos valores y que uno de ellos es la persona, esto es, un valor junto o al lado de otros valores. Como mucho se dirá -con Max Scheler-, que la persona es el valor fundamental, el protovalor. No negamos que la persona sea considerada como primer valor en el orden de lo creado. Pero parece conveniente distinguir entre unos valores que son siempre abstractos y la dignidad que posee la persona concreta, de carne y hueso. En efecto, desde una perspectiva no maniquea de la materia, también las cosas del mundo son dignas. Pero la dignidad de la persona y la de las cosas no tiene el mismo valor, no son magnitudes ontológicamente sinérgicas. Por eso aquí debemos plantear la asimetría que existe entre la dignidad de la persona y la del resto de entes existentes, para, en segundo lugar, ensayar un intento de formulación de la dignidad de la persona de forma incondicionada y absoluta.

La palabra dignidad deriva de la voz latina dignitas-atis, que es una abstracción del adjetivo decnus o dignus, que viene a su vez del sánscrito dec y del verbo decet y sus derivados (decus, decor). Significa excelencia, realce, decoro, gravedad. El Diccionario de la Lengua Española la define como la «gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse». Es decir, nuestra lengua asimila la dignidad humana a la acción personal y al comportamiento próximo, así como al rol social que se ocupa. Por eso también significa «cargo o empleo honorífico y de autoridad». Pero, ¿podremos acaso afirmar que unas personas son más dignas ópticamente que otras? En el origen etimológico del hombre como /persona se aplicó este concepto a aquel por ser un ser digno. No es que el hombre sea digno por el hecho de ser persona, sino que se aplicó este término al hombre en tanto que era un concepto que expresaba su dignidad. Parece que la expresión dignidad humana apareció por vez primera en la pluma de san Agustín. Y santo Tomás vincula la voz persona con la dignidad, cuando escribe: «Pues, porque en las comedias y tragedias se representaba a personajes famosos, se impuso el nombre de persona para indicar a alguien con dignidad», es decir, en tanto que representaban a esos personajes ilustres y famosos. San Buenaventura sostuvo que «la persona es la expresión de la dignidad y la nobleza de la naturaleza racional. Y tal nobleza no es una cosa accidental que le fuera sobreañadida a esta naturaleza, sino que pertenece a su esencia»

Dignidad moral y «dignidad» ontológica. Para santo Tomás, como para la mayoría de los teólogos y filósofos medievales, la dignidad humana se fundamenta en su racionalidad, con la que el hombre descuella por encima de todas las creaturas. La naturaleza humana es para santo Tomás la más digna de las naturalezas, en tanto que es racional y subsistente. Esto significa que la altura óptica y natural del hombre le posibilita no sólo conocer, sino también saber que conoce; no sólo poseerse (por su libertad), sino también poder entregarse al otro (sin estar obligado a ello); no sólo vivir dentro de sí, sino también entrar en comunión con los demás. Esto significa que la altitud óptica del hombre es, precisamente, la que le posibilita su acción como ser que se adhiere a valores; en su modo de ser se expresa su modo de obrar. A tenor de su libertad, el hombre puede ser considerado un ser moral, de forma que es conducido hacia el bien por sí mismo, no por otros. Pero en el Aquinate encontramos textos en los cuales percibimos la identificación entre la dignidad personal -óntica- y el comportamiento moral, de modo semejante a lo que después harán muchos, como Kant. Así escribe el teólogo medieval: «El hombre, al pecar, se separa del orden de la razón y, por ello, decae en su dignidad, es decir, en cuanto que el hombre es naturalmente libre y existente por sí mismo; y húndese, en cierto modo, en la esclavitud de las bestias». Y el Aquinate prosigue

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