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La Muerte


Enviado por   •  13 de Febrero de 2014  •  1.841 Palabras (8 Páginas)  •  203 Visitas

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Si somos capaces de amar, viviremos siempre Hay personas que piensan que la vida se acaba en el cementerio, y muchas personas aunque no lo piensen, viven como si todo terminase

con el entierro. Jesús nos ha dado la Buena Noticia de que más allá del cementerio, de

la muerte, la vida continúa. Y continúa porque aunque el cuerpo muera y se deshaga, el amor no muere nunca. Son las palabras claras que hemos escuchado del Apóstol san Juan: "Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a los hermanos". El que ama tiene vida que no se termina, y quien no es capaz de amar, ya en esta vida está en la muerte.

Véis, por tanto, cómo el Señor ahora nos ha hablado, ¿qué nos ha querido decir el Señor, con motivo de la muerte de nuestro hermano? El Señor que es "compasivo y misericordioso" quiere que nosotros

vivamos la vida, aprovechando el tiempo, haciendo y dando importancia a todo aquello que con la muerte no termina. A todas las cosas que no pasarán.

Y quiere el Señor que sintamos y experimentemos su amor, y no tengamos miedo de El. Porque El quiere tanto a las personas que vive, de manera especial, en cada una de las que padecen y sufren.

Todo esto nos lo dice el Señor en estos momentos, en que estamos especialmente sensibilizados por la muerte de nuestro hermano. Y es que Dios nos habla siempre, por medio de las cosas agradables o

desagradables, y hoy concretamente, por este motivo. Y celebramos que Jesús que también murió, ha resucitado y vive, y en El, porque nos lo ha dicho y nos fiamos de El, estarán y vivirán para siempre los hombres y las mujeres que hayan pasado por la vida haciendo el bien a sus hermanos y hermanas.

LA MUERTE ES TAMBIÉN LA GRAN LIBERACIÓN

Por tanto, reconozcámoslo, la muerte es un momento doloroso, desconcertante, hasta incomprensible, desde la mera visión humana. Pero a partir de la fe en Jesús, que es la que nos ha reunido aquí,

sabemos que la muerte es, también, una gran liberación. Porque es dejar atrás todas las limitaciones, todos los condicionamientos, todo el dolor que, a menudo, hiere nuestra existencia de cada día.

Porque la muerte, para nosotros, a partir de nuestra fe, a partir del camino que El ha abierto para todos, ya no es una puerta abocada a la nada, cerrada a la luz, cerrada al futuro: sino una puerta abierta de par

en par a la vida, al más allá, al infinito... donde El nos ha precedido y nos espera. El paso de la muerte, pues, es un reencuentro, totalmente purificado y llevado a su plenitud, de todo ese mundo interior y exterior a nosotros. Por eso afirmamos que la muerte, más que una ruptura y un

desgarramiento, por encima de todo es una gran liberación. Y es precisamente esta plenitud de vida y de infinito, esta liberación, lo que ahora pedimos e invocamos para N. con profunda esperanza.

Cuando nos enfrentamos con la muerte, cuando nos toca de cerca la persona de un familiar o amigo, muchas veces parece que nos hallamos ante una puerta cerrada, que nos encontramos con un muro que no podemos traspasar. Y ello hace que nos preguntemos qué sentido tiene la vida, para qué estamos en este mundo. 1. Llamados a la plenitud de la vida Pero las lecturas que hemos proclamado en esta celebración iban en una dirección completamente opuesta. No hablaban de falta de sentido en la vida, de callejón sin salida, sino de esperanza y de visión de futuro. Dios nos llama hijos suyos y lo somos en realidad, nos decía san Juan, y en cuanto tales estamos llamados a crecer continuamente, estamos

llamados a ser semejantes a él, a Dios. El día de nuestro bautismo nacimos como hijos de Dios, y en nuestra existencia debemos ir aprendiendo a reconocer en Dios al Padre que nos ama, el Padre que quiere nuestro bien, el Padre que quiere darnos la vida para siempre y toda suerte de bienes, el Padre que abre nuestra existencia hacia un futuro de vida en plenitud. Esta fue la misión principal de nuestro hermano que nos dejó y ésta debe ser también nuestra misión a lo largo de nuestra vida: crecer continuamente como hijos de Dios hasta el momento en que él nos llame a verlo tal cual es. Esto, en nuestra vida diaria, significa que no podemos dormirnos jamás pensando que lo tenemos todo hecho, ni debemos creer que o podemos ya avanzar en nuestra madurez humana y cristiana. Nuestro hermano ha llegado ya ante Dios. Todos nosotros caminamos hacia él, y lo hacemos teniendo en cuenta la palabra de Jesús: conocemos la hora de la salida, pero el momento de la llegada nos resulta totalmente desconocido, nada sabemos de él. El momento de presentarnos ante el Padre puede llegarnos después de una larga y fecunda vida o puede venirnos también de improviso, como el ladrón que se nos mete en casa sin llamar a la puerta y cuando menos lo esperaríamos. 2. Caminamos con esperanza Estas palabras de Jesús no son para meternos miedo. Al contrario, quieren movernos a vivir más intensamente nuestra vida presente, la vida de cada día. Recordémoslo de nuevo: somos ya los hijos de Dios. Por

tanto, vivamos plenamente nuestra vida presente, siguiendo el estilo de

Jesús, el primero

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