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La Muerte


Enviado por   •  13 de Octubre de 2013  •  1.956 Palabras (8 Páginas)  •  187 Visitas

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LA MUERTE

Cuando yo era niña, la muerte existía solo en las calaveritas de azúcar y chocolate. Un poco más grande descubrí la muerte y empecé con miedo de que mis papas pudieran morir; y ¿Cuál era la respuesta cuándo yo preguntaba?... No te preocupes, yo no me voy a morir, aún no soy viejita; desde entonces la muerte solo quedó en las calaveritas de azúcar y chocolate, y en los ancianos.

Al llegar a la adolescencia, la palabra muerte desaparece ya que al igual que todo joven, me sentía invulnerable. En esta época muere mi abuela, pero es lo natural, porque ya había acabado de vivir; ya era mayor, y yo tenía todo un futuro por delante. La vida sigue y todo es felicidad, diversión, grandes descubrimientos y amor, y así pasa una gran parte de mi juventud.

Al llegar el matrimonio, los hijos y las preocupaciones em¬piezan a surgir nuevamente, mis hijos, mi esposo, mis padres y yo. Ya no existe la invulnerabilidad, pero es un tema que duele y asusta mucho para pensar en el, así que es mejor regresar al pensamiento mágico de la juventud, en donde la muerte existe lejos de mi y de mis seres queridos. Cuando me tocaba una muerte un poco mas cerca, tomaba la actitud de: "eso yo no lo manejo, así es que voy, la saludo rápido y me despido" ó "lo que pasa es que son momentos muy íntimos y voy a estorbar" o "me la voy a llevar a tomar un café para que se distraiga",Cualquier cosa que me ayudara a no sentirme vulnerable.

Cuando tuve hijos y me decían que le tenían miedo a la muerte, y miedo a que yo muriera, me encontré con la misma respuesta: "no te preocupes, ni tu ni yo nos vamos a morir porqué no somos viejitos", queriendo brindarles una educación lejos de la muerte (del dolor y sufrimiento). Aunque sabemos que es lo único seguro, nos podemos "olvidar" de ella y vivir como si no existiera, así pude vivir muchos años más.

Una mañana, tuve que llevar a Andrés mi hijo a la escuela (no lo hacía porque se iba en camión) porque era su clase pública, nos pusimos guapos los dos, y nos subimos a la camioneta rumbo al colegio, veníamos platicando y riéndonos, yo le preguntaba si estaba nervioso, y me dijo que solo un poquito; fue entonces, cuando me topé con eso que siempre quise esconder y pretender que no exis¬tía, LA MUERTE; más real que nunca, se había llevado a mi hijo. Realicé que siempre había estado cerca de mi, y de todo ser que vive, tan cerca como la vida misma, ya que es parte de nuestro ser. Es necesaria para nacer a esa nueva vida que todavía no acabo de entender. Para nosotros es una muerte, pero realmente podría ser un naci¬miento, como dice Rene Juan Trossero en su libro No Mueras con Tus Muertos:

TÚ Y YO

SOLO VEMOS UNA CARA DE LA MUERTE;

LA DEL OTRO LADO SE NOS ESCAPA. SI DESDE EL SENO DE TU MADRE HUBIERA

VISTO NACER UN HERMANO, CREO QUE LO HUBIERAS LLORADO COMO MUERTO

HASTA NACER TU Y REENCONTRARLO.

Fue un accidente muy tonto, pero fue el conducto que el ne¬cesito para nacer a esa nueva vida. Pero yo no lo vi así, a lo me¬jor el había nacido a su nueva vida, pero para mí el había muerto en la mía. Al principio no lo creí, no parecía ser real, ni ser yo la que estaba ahí, no podía ser el, hubiera querido devolverle la vida, esperaba un milagro, no podía creerlo, pero tuve que rendirme ante esa terrible realidad, si , era mi hijo el que había muerto, y ya no había nada que hacer.

Todo se revolvía en mi mente y me surgían mil preguntas: ¿Que no era la gente mayor la que moría?, porque esta vez la muerte no había respetado el orden, era a el al que le tocaba enterrarme y no a mi enterrarlo a el; eso era antinatural. ¿Porqué murió él y no yo? ¿Como enfrentarme a una vida sin él, a esa ilusión que fuimos moldeando mi esposo y yo durante 10 años, y que en un segundo se había roto? ¿Porqué su vida había sido tan fugaz, donde tanto faltaba por hacer y había tanto amor que dar?

¿Como enfrentarme a la fragilidad de la vida, no solo a la mía sino a la de mis hijos y de mi esposo? Mucha preguntas sin respuestas y otras necesitaban ser vividas para poder responderlas.

Me enfrentaba a un gran vacío, a una ausencia tan profun¬da que borraba todas las presencias de mi alrededor. Empezaba al despertar y terminaba al dormir. Era un hijo menos a quien despertar, un lugar menos en la mesa, ir al super y no comprar esas galletas de chocolate que tanto le gustaban. Querer abrazar a mis otros hijos para ver si podía llenar ese hueco en mis brazos, y descubrir que cada uno tiene su lugar y su espacio, y que el de Andrés ahí iba a estar para siempre. Extrañaba ese beso de buenas noches, y ese mamá, que nunca mas escucharía. Me enfrentaba a ese silencio aterrador que me envolvía.

La muerte me hizo enfrentarme a muchas emociones que van y vienen durante los días, emociones como:

• * Coraje: De ver familias completas y la mía no

➢ De haber sido yo, la que tuvo que vivir la muerte.

➢ De tener que vivir algo que, NO quería vivir.

➢ De que mi problema no tenía solución.

➢ de que estaba de mal humor e irritable.

• * Depresión: No tenía ganas de levantarme

➢ No quería despertar a la vida

➢ Me sentía indefensa y desprotegida

➢ No le encontraba sentido a lo que me rodeaba

➢ Tenía gana de morirme.

➢ Perdí todo interés por todo lo que no estaba alrededor de la muerte de mi hijo

• * Desilusión: De darme cuenta que las fotografías ya no me llenaban

➢ De darme cuenta que realmente ya no lo iba a poder ver de ninguna forma

➢ De comprender que ese espacio vacío no lo iba a poder llenar

➢ De que esa relación espiritual que yo imaginaba no se dio como pensaba

➢ De que realmente lo había perdido

• Impotencia: Por no haber podido hacer nada para evitarlo

➢ Por no poder disminuir el dolor de mis otros hijos

...

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