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La importancia de la música sacra en la celebración litúrgica


Enviado por   •  2 de Junio de 2022  •  Ensayos  •  3.907 Palabras (16 Páginas)  •  70 Visitas

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La importancia de la música sacra en la celebración litúrgica

Introducción

En este presente trabajo quiero expresar algunas de las características de la música sagrada en la celebración litúrgica. Considerando como primer punto el origen de la música en los siguientes puntos: el canto y la música, donde se ve la relación que estos dos tienen con respecto a la celebración litúrgica, su relación con el habla. Después se muestran algunos tipos de canto que el trascurso de la historia se ha mostrado, empezando con el canto sálmico la cual tiene un sentido pedagógico. Se muestra también el canto antifonal, éste se hacía a dos coros.

El canto religioso popular, que consiste en la participación de los fieles y que éste los lleve a la relación con Dios. Se tiene también el canto gregoriano y este es el que más nos interesa ya que la Iglesia lo tiene como la música que mejor se adapta a la celebración litúrgica, un poco de historia y su uso en la Iglesia.

Algunos de los instrumentos que la Iglesia acepta para la celebración litúrgica, es el órgano de tubos muy estimado por la Iglesia, ya que emite sonidos que conducen al hombre a la contemplación del misterio. Por último, la misión del canto litúrgico en la Iglesia, ésta nos lleva hacia el Logos, celebramos la liturgia terrena como anticipo a la liturgia celeste. Unas consideraciones sobre el Sanctus, Benedictus y Agnus Dei.

  1. Origen de la música sagrada
  1. el canto y la música

El canto es más antiguo que el habla[1]. Se puede constatar que mucho antes que un ser humano pueda hablar lo hace a través de sonidos semejante a un canto. “Efectivamente, el canto surge en primer lugar como lenguaje de lo inefable”[2]. Gracias al canto y a su musicalización, amplía el sentido de la palabra y de ese modo lleva a contemplar el misterio. Por otro lado, penetra el interior y alegra al hombre, permite expresar sus sentimientos al exterior. “El canto quiebra la suficiencia del discurso, desconceptualiza la palabra, la libera de toda hybris racionalista o de cualquier devaneo intelectualoide. Permite pasar de la univocidad del concepto a la multivocidad del símbolo de modo que cada miembro de la comunidad pueda investigar en este lenguaje la peculiaridad de su fe sin verse reducido al uniformismo de lo genérico”[3].

En todas las épocas, el canto y la música contaron entre los medios de expresión del culto, al considerarse que la música, por su belleza, repercute en los dioses y buenos espíritus o que, por su potencia sonora, expulsaba a los demonios. El Dios de Israel, en cambio, ni se deja seducir ni conjurar mediante la música y el ruido. Sin embargo la música desempeña un papel importante en el culto de la nueva alianza del Antiguo Testamento, primordialmente como canto, ya sea puramente vocal o con acompañamiento instrumental[4].

De esta manera el canto se va trasformando en un elemento importante para la humanidad y en este caso para la iglesia. El hombre, a través del canto eleva una alabanza hacia Dios. Lo lleva hacia Dios, como don perfecto de alabanza. Una manera de expresar la salvación. por otro lado, la música se ha convertido en algo necesario para la alabanza a Dios. “La importancia que la música tiene en el marco de la religión bíblica puede deducirse sencillamente de un dato: la palabra cantar (junto con sus derivados correspondientes: canto, etc.) es una de las más utilizadas en la biblia. En el Antiguo Testamento aparece en 309 ocasiones, en el Nuevo Testamento 36”[5]. Cuando el hombre entre en relación con Dios no le alcanza las palabras, por esta misma razón su plegaria se convierte en canto. “La primera mención del canto la encontramos, en la Biblia, después del paso del Mar Rojo. En ese momento, Israel ha sido definitivamente liberado de la esclavitud, ha experimentado de forma imponente el poder del salvador de Dios en una situación desesperada”[6]. Por esta razón el canto se convierte en una manera de dirigirse a Dios, experimentar su presencia. Sin embargo, la música tuvo influencia de diversos tipos, por lo tanto, debemos de identificar qué tipo de música se debe ocupar para la alabanza a Dios.

La música, como cualquier expresión cultural, tuvo siempre diversos planos, desde el arte sin canto- pero verdadero canto- del hombre sencillo hasta la realización suprema. Pero ahora ha ocurrido algo nuevo. La música se ha escindido en dos mundos que apenas tienen nada que ver entre sí. Está por una parte la música de masas, que se presenta con la etiqueta pop como música popular, música del pueblo. Es una música que se ha convertido en mercancía fabricada industrialmente y es cotizada por su valor de venta. Está por otra parte una música artificial, construida racionalmente con criterios técnicos rigurosos, que cuentan con un público elitista. Es obvio que la música de iglesia ocupa con preferencia este terreno intermedio[7].

A partir de estos sucesos en el que la música se ve opacada por así decirlo, la iglesia pretende conserva de modo digno este arte, eligiendo correctamente la música para la liturgia. ¿Cómo se puede conservar está música? La fe abre caminos para que el arte pueda entrar en ella. “La música en la Iglesia surge como un carisma, como un don del Espíritu: es la verdadera glosolalia, la nueva lengua que procede del Espíritu”[8]. Porque ella se experimenta la fe y se pueda superar de alguna manera la mera racionalidad. “En la Biblia de Israel hemos constatado hasta ahora dos motivos fundamentales para cantar ante Dios: la situación de necesidad y de alegría, de tribulación y de salvación”[9]. De aquí parte la importancia del cantar un nuevo canto a Dios, el hombre ante su fragilidad experimenta este encuentro con Dios a través de estos dos momentos, es por eso que el canto se vuelve una entrega de amor del propio hombre hacia su Creador. “El cantico de la Iglesia procede en última instancia, del amor: es el amor el que está en lo más profundo del origen del cantar. «Cantare amantis est», dice san Agustín: «El cantar es cosa del amor»”[10].

Las comunidades cristianas habían nacido de la sinagoga y habían adoptado de ella tanto el salterio, que ahora interpretaban cristológicamente, como la forma de cantarlo. Muy pronto surgieron nuevos himnos y cantos cristianos; en un primer momento y todavía apoyados en el Antiguo Testamento surgen el Benedictus y el Magnificat, después textos enteramente cristológicos, entre los que destacan el Prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18), el himno cristológico de la carta a los filipenses (2,6-11), el himno a Cristo de 1 Tim (3,16). Una información interesante acerca del desarrollo de la liturgia de la Iglesia en sus orígenes, nos lo ofrece san Pablo, en la primera carta a los Corintios; «Cuando os reunís, cada cual aporta algo: un canto (psalmón), una enseñanza, una revelación, hablar en lenguas o interpretarlas; pues que todo resulte constructivo» (14,26)[11]

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