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La vida de Elías


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2021  •  Tareas  •  3.650 Palabras (15 Páginas)  •  222 Visitas

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CAPÍTULO I[pic 1]

INTRODUCCIÓN

La vida de Elías tiene mucho que enseñar a la vida de los cristianos hoy día. Es una vida muy rica donde el poder de Dios se muestra a cada instante. Es un gran ejemplo de sumisión y obediencia a Dios. Sin duda el estudio de la vida de este profeta de Dios será de gran bendición para la vida del cristiano.

Importancia

Conocer este personaje es de mucha importancia y muy necesario. Fue uno de los personajes más espectaculares que se encuentran en la Biblia. Uno de los dos personajes que no vieron la muerte, como recompensa a su vida fiel al Señor y sus mandatos. Tenemos mucho que imitar de este gran profeta de Dios.

Objetivo

El objetivo de este proyecto es conocer los acontecimientos en la vida del profeta Elías y aprender de ellos cosas que sean aplicables a nuestra vida cristiana hoy.

Procedimiento

Se estudiará los aspectos generales de la vida del profeta, el contexto histórico en el que vivió, los acontecimientos más importantes en su vida y algunas enseñanzas que su vida y ministerio nos han dejado.

Limitaciones

La vida de Elías tiene mucha riqueza y se podría hacer un estudio mucho más extenso. Pero en el presente proyecto se hará énfasis en algunos hechos relevantes que nos enseñan lecciones importantes para nuestra vida. Si el lector desea profundizar el estudio del personaje se podrá utilizar el material señalado en la bibliografía.

CAPÍTULO II[pic 2]

ASPECTOS GENERALES EN LA VIDA DE ELÍAS.

Origen y contexto histórico.

Elías fue un profeta de Israel del siglo IX a. C. Su nombre aparece en el Antiguo Testamento en hebreo como eµléÆyyaÆhuÆ y eµléÆyyaÆ, en griego como leiou, y en el Nuevo Testamento como Åleias. Su nombre significa “Yah es él” o “Jehová es mi Dios”.[1]

No existe información sobre su origen, solo la que se encuentra en 1 Reyes 17:1 “Entonces Elías tisbita,  que era de los moradores de Galaad,  dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel,  en cuya presencia estoy,  que no habrá lluvia ni rocío en estos años,  sino por mi palabra.” Nada se sabe de sus padres ni de cuál fue su vida anterior, simplemente aparece de una manera abrupta. Ni siquiera se sabe a que tribu pertenecía, aunque el hecho de que fuera “de los moradores de Galaad” parece indicar que pertenecía a Gad o a Manasés ya que Galaad estaba dividida entre las dos.

Galaad se extendía al este de Jordán; era silvestre y despoblado, sus colinas las cubrían bosques frondosos, tenía arroyos y bestias salvajes tenían sus guaridas en los valles. El hecho que se diga que Elías era de los de Galaad tiene como propósito indicar la preparación natural del profeta, que siempre influye  en la formación del carácter. Las personas que vivían en aquella zona reflejaban la naturaleza de su medio ambiente: eran brustos, toscos, austeros, vivían en rústicas aldeas y sobrevivían de sus rebaños. Elías como hombre curtido por la vida, siempre con su capa de pelo de camello y acostumbrado a vivir en soledad, marcaba un fuerte contraste con los habitantes de las demás ciudades y mucho más con los cortesanos que vivían en el palacio.[2]

No hay como saber la edad de Elías cuando Dios lo llamó por primera vez, tampoco se sabe nada de su formación religiosa. Si se puede notar su gran compromiso con Dios y que para él lo más importante era darle la gloria al Señor. En el versículo 10 de 1 de Reyes 19, donde se lee: “…He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos…”.  Esa frase deja ver que Elías temía a Dios y que seguramente estaría sufriendo por la apostasía de Israel en ese tiempo.

No hay dudas que conocía muy bien las Escrituras, principalmente la Ley. Por eso, sabiendo cuanto Dios había hecho por su pueblo debía desear que le agradaran y adoraran. Pero cuando vio que la realidad en Israel era completamente otra, que el pueblo estaba entregado a la idolatría y que la malvada Jezabel había mandado a matar a los profetas de Dios, eso debió de llenarlo de dolor e indignación. Esa actitud debería ser la característica de cada cristiano ante el pecado de está sociedad.

Vivió en el reino del norte, durante el tiempo de los reyes Acab (874-853) y Ocozías (853-852). El padre de Acab, Omrí, había fundado una nueva capital en Samaria, habitada por la población cananea (1Rey.16:24). La alianza con el rey de Tiro quedó sellada por Acab mediante el matrimonio contraído con la hija del rey, Jezabel. Esta alianza, hecha con fines políticos, dio gran impulso a la religión de los cananeos del reino del norte. Gracias a Jezabel se implantó en Israel el culto a Baal y el país se vio invadido por una multitud de profetas y servidores del dios pagano. Esto llevó a que los israelitas se mezclaran con esa religión y practicarán la idolatría. En Samaria el rey hizo construir un templo en honor de Baal (1Rey.16:32). Nadie se había opuesto al rey para amonestarle por su pecado, hasta que Elías apareció.[3]

Dios lo llamó para cumplir una misión muy difícil y desafiante. Pero este hombre marcó la historia, dejó una huella imborrable que se ve en varias de las mitologías antiguas que tienen el símbolo del carro de fuego. Por ejemplo, en el mito griego de Helios. Su importancia es fundamental, es el percusor señalado en el libro de Malaquías (Mal. 4:6) como el profeta que precedería a Jesucristo. También en el Nuevo Testamento se lo compara que Juan el Bautista, muchos creyeron que era el profeta que había resucitado. Aún Jesucristo reconoce que en Juan estaba el  espíritu y la  potestad de Elías: “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mat 11:14).

La tarea que le esperaba al profeta no era para nada sencilla, demandaba mucha valentía y una plena confianza en Dios. Que un montañés se presentara ante un rey que odiaba a los profetas, sin ser invitado era suficiente para asustar al más valiente y más con la mujer del rey que ya había ordenado matar a varios siervos de Dios.[4] Pero Elías mostró su carácter y su “celo” por Jehová al confrontar al rey Acab en su pecado con el deseo de mostrar que Jehová es el verdadero Dios y se merecía el respeto y la adoración del pueblo.

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