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Libro De Henoc

artufrank27 de Mayo de 2013

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Fuente: A. Díez Macho, ed. Apócrifos del Antiguo Testamento, en 5 vols. publicados. Libro 1 de Henoc (etiópico y griego), trad. por Federico Corriente y Antonio Piñero, en vol. 4 [Cristiandad: Madrid, 1982], págs. 39―143.

LIBRO 1 DE HENOC

I. INTRODUCCION

1 1Palabras de la bendición de Henoc: sobre cómo bendijo a los elegidos y a los justos que deberán estar presentes en el día de la aflicción fijado para apartar a todos los malvados y perversos. 2Habló, pues, Henoc así:

―Hubo un varón justo, cuyos ojos fueron abiertos por Dios, que tuvo visiones santas y celestiales, lo que me han mostrado los ángeles, de quienes todo oí y comprendí lo que veía; visiones que no son para esta generación, sino para una lejana, que ha de venir. 3Sobre los elegidos he hablado y acerca de ellos he dicho una parábola: saldrá el Santo y Grande de su morada, 4y desde allí el Dios eterno caminará al Monte Sinaí, y se mostrará con su milicia y aparecerá con toda su fuerza desde el cielo. 5Temerán todos y temblarán los vigilantes, sobrecogiéndoles el temor y un gran temblor hasta los confines de la tierra. 6Se estremecerán los altos montes, se humillarán los elevados collados y se derretirán como cera ante la llama. 7Se hundirá la tierra, perecerá cuanto hay en ella, y tendrá lugar el juicio universal, incluso de los justos todos. 8A éstos, sin embargo, dará paz (Dios), custodiará a los elegidos y habrá misericordia para ellos; serán todos de Dios, triunfarán, serán benditos y brillará para ellos la luz divina. 9He aquí que llegará con miríadas de santos para hacer justicia, destruir a los impíos y contender con todos los mortales por cuanto hicieron y cometieron contra él los pecadores e impíos.

Orden de la naturaleza

2 1Contemplad toda la obra del cielo: cómo sus luminarias no cambian sus órbitas, saliendo y poniéndose todas regularmente, cada una a su tiempo sin transgredir su norma. 2Mirad la tierra y reparad en la obra hecha sobre ella, desde el principio hasta su consumación, cómo no cambia ninguna obra de Dios mientras se manifiesta. 3Observad el verano y el invierno: cómo toda la tierra se llena de agua, y las nubes, el rocío y la lluvia se detienen en ella.

3 1Contemplad y mirad los árboles todos: cómo aparecen secos y despojados de sus hojas, salvo catorce especies perennes que mantienen las viejas hasta que llegan las nuevas, dos y tres inviernos.

4 1Contemplad también los días de verano, cuando el sol en sus principios se eleva y buscáis la umbría y protección a causa del ardor del sol, pues la tierra arde por la fogosidad del calor y no podéis pisarla, ni tampoco las rocas, a causa del calor.

Contraste con el ser humano

5 1Contemplad cómo los árboles se cubren de verde follaje y fructifican, advertid todo y sabed que estas cosas os las hizo el que vive eternamente; 2que su obra está presente ante él cada año, y toda ella le sirve y no cambia, sino que, como ha decretado Dios, así se cumple todo. 3 Mirad cómo mares y ríos de consuno cumplen su función. 4Pero vosotros no habéis perseverado ni cumplido los mandamientos de Dios, sino que habéis prevaricado y proferido orgullosas y graves palabras por vuestras bocas impuras contra su grandeza. Empedernidos de corazón, no tendréis paz; 5por eso maldeciréis vuestros días, arruinaréis los años de vuestras vidas, se multiplicará la maldición eterna, y no os alcanzará misericordia.

Et

6En esos días, vuestro nombre servirá de maldición eterna a todos los justos, y os maldecirán, pecadores, por siempre.

Gr p

6Entonces vuestros nombres serán eternamente malditos para todos los justos, y en vosotros serán malditos todos los malditos, y por vosotros jurarán todos los pecadores y los impíos. Pero los no pecadores se alegrarán, obtendrán la remisión de sus pecados y toda suerte de misericordia, paz y benevolencia; para ellos habrá salvación, luz pura, y heredarán la tierra. Mas para vosotros, los pecadores, no habrá salvación, sino que sobre todos vosotros caerá la maldición y la destrucción.

7Mas los elegidos tendrán luz, alegría y paz; ellos heredarán la tierra, mientras que para vosotros, impíos, será la maldición. 8Cuando se dé a los elegidos sabiduría, todos ellos vivirán y no volverán a pecar, ni por omisión ni por soberbia, pues los que tengan sabiduría serán humildes. 9No volverán a pecar, ni serán castigados en todos los días de su vida, ni morirán por castigo ni cólera (divina), sino que completarán el número de los días de su vida, envejecerán en paz, y sus años jubilosos serán muchos en alegría y paz eterna durante todos los días de su vida.

II. LIBRO DE LOS VIGILANTES (así Gr s)

Caída de los ángeles y viaje celestial de Henoc

6 1En aquellos días, cuando se multiplicaron los hijos de los hombres, sucedió que les nacieron hijas bellas y hermosas. 2Las vieron los ángeles, los hijos de los cielos, las desearon y se dijeron:

―Ea, escojámonos de entre los humanos y engendremos hijos.

3Semyaza, su jefe, les dijo:

―Temo que no queráis que tal acción llegue a ejecutarse y sea yo sólo quien pague por tamaño pecado.

4Le respondieron todos:

―Juremos y comprometámonos bajo anatema entre nosotros a no cambiar esta decisión y a ejecutarla ciertamente.

5Entonces, juraron todos de consuno y se comprometieron a ello bajo anatema. 6Eran doscientos los que bajaron a Ardis, que es la cima del monte Hermón, al que llamaron así porque en él juraron y se comprometieron bajo anatema. 7Estos eran los nombres de sus jefes: Semyaza, que era su jefe supremo; Urakiva, Rameel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Ezequiel, Baraquiel, Asael [Azael?, Azazel?], Armaros, Batriel, Ananel, Zaquiel, Samsiel, Sartael, Turiel, Yomiel y Araziel: 8éstos eran sus decuriones.

Et

7 1Y tomaron mujeres; cada uno se escogió la suya y comenzaron a convivir y a unirse con ellas, enseñándoles ensalmos y conjuros y adiestrándolas en recoger raíces y plantas. 2Quedaron encintas y engendraron enormes gigantes de tres mil codos de talla cada uno. 3Consumían todo el producto de los hombres, hasta que fue imposible a éstos alimentarlos. 4Entonces los gigantes se volvieron contra ellos y se comían a los hombres. 5Comenzaron a pecar con aves, bestias, reptiles y peces, consumiendo su propia carne y bebiendo su sangre. 6Entonces la tierra se quejó de los inicuos.

8 1Azazel enseñó a los hombres a fabricar espadas, cuchillos, escudos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; cómo alcoholar los ojos y embellecer las cejas, y de entre las piedras, las que son preciosas y selectas, todos los colorantes y la metalurgia. 2Hubo gran impiedad y mucha fornicación, erraron, y se corrompieron sus costumbres. 3Amezarak adiestró a los encantadores y a los que arrancan raíces; Armaros, cómo anular los encantamientos; Baraquiel, a los astrólogos; Kokabiel, los signos; Tamiel enseñó astrología; Asradel, el ciclo lunar. 4Pero los hombres clamaron en su ruina y llegó su voz al cielo.

Gr s

7 1Estos y todos los demás, en el año 1170 del mundo, tomaron para sí mujeres y comenzaron a mancharse con ellas hasta el momento del cataclismo. Estas les alumbraron tres razas. La primera, la de los enormes gigantes. 2Estos engendraron a los Nefalim, y a éstos les nacieron los Eliud. Aumentaron en número, manteniendo el mismo tamaño y aprendieron ellos mismos y enseñaron a sus mujeres hechizos y encantamientos.

8 1Azael, el décimo de los jefes, fue el primero en enseñarles a fabricar espadas, escudos y toda clase de instrumentos bélicos; también los metales de la tierra y el oro ―cómo trabajarlos y hacer con ellos adornos para las mujeres― y la plata. Les enseñó también a hacer brillantes (los ojos), a embellecerse, las piedras preciosas y los tintes. Los hombres hicieron tales cosas para sí y para sus hijas; pecaron e hicieron errar a los santos. 2Hubo entonces una gran impiedad sobre la tierra y corrompieron sus costumbres. 3Luego, el gran jefe Semyaza les enseñó los encantamientos de la mente, y las raíces de las plantas de la tierra. Farmarós les enseñó hechicerías, encantos, trucos y antídotos contra los encantos.

El noveno les enseñó la observación de los astros. El cuarto, la astrología; el octavo, la observación del aire; el tercero les enseñó los signos de la tierra; el séptimo, los del sol; el vigésimo, los de la luna. Todos ellos comenzaron a descubrir los misterios a sus mujeres e hijos. Después de esto, comenzaron los gigantes a comerse las carnes de los hombres, 4y éstos empezaron a disminuir en número sobre la tierra.

[S2 :] Entonces elevaron sus voces los hombres hasta el cielo y dijeron: Presentad vuestro caso ante el Altísimo y nuestra perdición ante su gran Gloria, ante el Señor que reina sobre todos por su grandeza.

Intervención de los arcángeles

9 1Entonces miraron Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel desde el cielo, y vieron la mucha sangre que se derramaba sobre la tierra, y toda la iniquidad que sobre ella se cometía. 2Y se dijeron:

―Clame la tierra desolada

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