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Logoterapia Centrada En La Persona


Enviado por   •  31 de Enero de 2012  •  7.846 Palabras (32 Páginas)  •  766 Visitas

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Para muchos la palabra "libre" es algo así como una niebla en la cual nada Llegan a distinguir con precisión. Sin embargo, en este asunto urge ver claro. Por tanto, vamos a remover y dejar un lado toda palabrería y sentimentalismo.

Visión aguda y distinción exacta. No para suscitar problemas, que en esta cuestión precisamente no es este el método indicado para llegar muy lejos. Queremos más bien ponemos ante los ojos, vitalmente, quién es libre. Cuándo tiene derecho uno a llamarse libre. Buscamos el dechado del hombre verdaderamente libre.

Quizá el trabajo nos exija muchas menudencias. No queremos molestarnos por ello. Las obras "gigantescas" no son siempre auténticas; de ordinario causan vértigo. Queremos realizar un trabajo fino, un trabajo manual, que es el más honrado y perdurable.

Comencemos por lo más inmediato: se dice de un hombre que es libre cuando puede hacer lo que quiere; cuando tiene libertad exterior para decidir y moverse. Uno, por ejemplo, que hace a la fuerza lo prescrito por su superior, no es libre, naturalmente. Quisiera pasear y no puede; agregarse a un grupo, pero le está prohibido; con gusto emprendería un trabajo para realizarlo a su gusto y, sin embargo, tiene que acomodarse a una orientación extraña; se siente inclinado hacia una profesión determinada, pero no puede abrazarla... Todo esto es no libertad y puede oprimir agobiadamente.

Se torna todavía más penosa esa no libertad, cuando en la circunstancia impera un distinto modo de pensar que el nuestro.

Esto afecta siempre y en todas partes. No se nos comprende, se nos refuta, quiere imponérsenos otra ideología. Es tomado a broma lo que a uno interesa y se ridiculiza lo que uno ambiciona. Se nos fuerza a una reunión de sociedad que nos repugna: se nos imponen formas de trato, diversiones, modas que uno no puede... Causa de esto puede ser la sociedad, el ambiente profesional, la familia o el internado, o cualquier otra entidad. Puede llegar la cosa a una verdadera tiranía, siendo con frecuencia mal mirados quienes reclaman para sí la libertad. Si resulta que uno es por naturaleza acomodadiza o fácilmente intimidable, entonces es muy posible que pierda toda autonomía. La critica implacable arrebata a uno la confianza en sí mismo. No se piensa desde el punto de vista propio, sino desde el ajeno. Se acomoda uno a todo, encontrando bien o mal, hermoso o fe, noble o despreciable, no lo que el propio corazón dice, sino aquello a que los demás impelen. Hasta el punto de llegar a perder no sólo la voluntad exterior, sino también la interior.

Semejante no libertad se da en gran escala. Unos se hunden en ella profundamente; otros no tanto. En algún modo todos participamos de ella, pues todos nos amarramos con lazos que no se pueden romper. Nos encontramos en una familia y tenemos superiores que hemos de aceptar sean como sean. En la escuela no puede uno escogerse compañeros, maestros, instrumentos de trabajo..., sino que tiene que contentarse con lo que haya. Cada uno está situado en una profesión, en una oficina o taller, en determinadas relaciones sociales, y con eso tiene que tratar.

He ahí cómo todos experimentamos en nosotros, de algún modo, la opresión de la no libertad.

¿Cuándo nos veremos completamente libres? Cuando podamos ir y venir a nuestro antojo; cuando podamos trabajar en lo que estimemos conveniente; cuando podamos ordenar la vida a nuestro gusto; cuando nos hallemos en una circunstancia que respete nuestras opiniones... En una palabra, cuando seamos dueños de nuestros movimientos y nuestras resoluciones.

Esto sería libertad, y bien vale la pena luchar por ella. Es cierto que hay situaciones en las que nada se puede cambiar. Relaciones de familia, de escuela, profesionales... a las cuales hay que acomodarse. Pero esto siempre en el recto sentido de que queden a salvo el respeto y amor al prójimo. También aquí se puede conseguir mucho. Ante todo es precise que cada uno permanezca fiel a sí mismo. Si quiere uno, por ejemplo, seguir una determinada profesión y encuentra resistencia, debe ponerse en claro a sí mismo: ¿que es lo que quiero? ¿Por qué? Y luego. repetir constantemente una palabra apropiada que, sirva de tema. Al mismo tiempo, debe entregarse afanosamente al trabajo y al hogar, para que vean sus padres y superiores que ha sabido escoger lo recto; ha de esforzarse en el tono y en toda su actitud para superar toda resistencia con el poder de sus buenas intenciones.

Quizá objete alguien que esto es "diplomacia" y engaño; que se debe manifestar claramente lo que se pretende y nada más.

¡Ah, no! La voluntad que se proporciona medios aptos para una causa, es una voluntad racional y consciente de su misión. Con rudos procederes, con exigencias incondicionales, con rebeliones impetuosas no se consigue ningún bien; sí. mayor descontento y fastidio.

Hay ciertamente ocasiones en que se trata de nuestra alma, de la santidad interior de nuestra vida; de nuestra profesión y medios de subsistencia... Entonces, puede hacerse necesario oponer abierta resistencia. Pero ha de poder decirse uno a sí mismo con la conciencia tranquila, que se adopta ese preceder por un bien superior, que se han ensayado ya sin provecho todos los medios. Es necesario entablar semejante lucha con un corazón puro y sincero. Muchas veces, una cosa que nos pareció tremendamente importante, es pura pasión o un capricho. Creía uno a lo mejor que toda su vida dependía de cierta cosa y, al poco tiempo, esa cosa se le torna indiferente. Pensaba que ya no podía resistir más, que tenía que retirarse, y luego descubre que lo que pretendía era evadirse de obligaciones incómodas. Se dan cases que ponen a prueba nuestras fuerzas; más. Por lo general, habremos adelantado mucho permaneciendo impávidos, aprovechando todas las ocasiones para ensayar nuevas tentativas. Cumpliendo al mismo tiempo con esmero todos nuestros deberes y moderándonos en el trato. Llegamos ciertamente con esto a unos límites donde empieza el ámbito de lo inmutable. Pero es ésta la actitud auténtica de estructurarse en esa dimensión.

La lucha se hace especialmente necesaria cuando es precise proteger nuestras convicciones de un ambiente subyugador. Aquí una cosa sobre todo: no dejarse desviar. Condiscípulos. Compañeros de taller y fábrica, colegas en el negocio u oficio... por más que presionen: ¡No se dejen desviar! Se trata de la libertad. Examinemos lo que nos sea impugnado; repensémoslo mas, profundamente, para comprenderlo mejor; purifiquémoslo de exageraciones y falsas apreciaciones. Pero luego abracémoslo con toda el alma, más profunda

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