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MATRIMONIO, CELIBATO Y VIDA MONÁSTICA


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2013  •  1.187 Palabras (5 Páginas)  •  308 Visitas

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MATRIMONIO, CELIBATO Y VIDA MONÁSTICA

Una de las paradojas de la ética Cristiana es que el matrimonio y el celibato, que presuponen comportamientos prácticos diferentes, están basados en la misma teología del Reino de Dios y, por lo tanto, la misma espiritualidad.

Hemos visto en este ensayo que la peculiaridad del matrimonio Cristiano consiste en transformar y transfigurar un afecto humano natural entre un hombre y una mujer en una unión eterna de amor, que no puede ser rota ni siquiera por la muerte. El matrimonio es un sacramento porque en el futuro Reino de Dios - la fiesta matrimonial del Cordero (Apocalipsis 19:7-9) - la unión plena entre Cristo y la Iglesia (Efesios 5:32) está siendo anticipada y representada. El matrimonio cristiano encuentra su significado definitivo no en la satisfacción carnal, o en la estabilidad social, o en asegurar la posteridad, sino en la eschaton, las “últimas cosas” que el Señor prepara para Sus elegidos. Ahora, el celibato -y especialmente la vida monástica- se justifica en las Escrituras y la Tradición por la misma referencia al futuro Reino. El Señor mismo ha dicho “porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos” (Marcos 12:25). Hemos visto que este pasaje no debe entenderse como que el matrimonio cristiano no permanecerá en el futuro Reino, sino que indica que las relaciones humanas ya no serán nunca más carnales. Así, el Nuevo Testamento repetidamente loa el celibato como un anticipo a la vida angélica: “Hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del Reino de los cielos”, dice Cristo (Mateo 19:12). La gran figura de San Juan Bautista, la de San Pablo y los ciento cuarenta y cuatro mil mencionados en el Apocalipsis (Apocalipsis 14:3-4) sirven como modelo. Probablemente, como una reacción contra la laxitud sexual que predomina en el mundo pagano, y también como una expresión del sentido Cristiano en los primeros tiempos de mundanalidad del Cristianismo, las apelaciones a la vida célibe son numerosas en los escritos de los Padres de la Iglesia. La vida monástica aparece como la solución segura a los problemas éticos. A pesar de esta predominancia del espíritu monástico - que se expresó en el establecimiento del episcopado soltero - la Iglesia mantuvo el valor positivo del matrimonio. También lo reconoció universalmente como sacramento, mientras algunos escritores eclesiásticos atribuían un carácter sacramental únicamente a la ceremonia de la tonsura monástica. Este valor positivo del matrimonio es bellamente expresado en los extractos de Clemente de Alejandría uno de los fundadores de la teología Cristiana (siglo III), y del gran San Juan Crisóstomo.

Así, ambos, matrimonio y celibato, son maneras de vivir el Evangelio, anticipando el Reino, el cual había sido revelado en Cristo y debe aparecer en fortaleza el último día. Es en consecuencia, sólo en un matrimonio “en Cristo” sellado por la Eucaristía, y el celibato “en el nombre de Cristo” que trae consigo el sentido cristiano “escatológico”-ningún matrimonio realizado por casualidad, o como un contrato, o como una satisfacción para la carne, y menos el celibato aceptado por inercia, o lo que es peor, por egoísmo e irresponsabilidad auto-protectora.

Así como el matrimonio Cristiano implica sacrificio, responsabilidad, dedicación y madurez, el celibato cristiano es impensable sin oración, ayuno, obediencia, humildad, caridad y constante esfuerzo ascético. La psicología moderna no descubrió que la ausencia de actividad sexual crea problemas: los Padres de la Iglesia lo sabían muy bien, y elaboraron un notable sistema de preceptos ascéticos -base de todas las reglas monásticas-

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