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Monoteismo Hebreo


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2013  •  1.532 Palabras (7 Páginas)  •  396 Visitas

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El Monoteismo Hebreo ¿de donde proviene?

EL MONOTEÍSMO HEBREO

Un rasgo distintivo de los hebreos fue su convicción en la existencia de un dios propio, Yahvé, de esencia espiritual, indefinible e irrepresentable. Esta creencia fue evolucionando y, a partir del siglo VII AC, se plasmó en una religión monoteísta, basada en la existencia de un único Dios, creador del mundo y de los hombres.

De acuerdo con los hebreos, Yahvé los habría elegido revelándoles las verdades fundamentales de la religión e interviniendo en el desenvolvimiento de su historia. Así en la salida de Egipto hacia Canaán, Yahvé habría aparecido ante Moisés entregándole las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.

Los textos religiosos son muy importantes para la reconstrucción de la historia hebrea, fundamentalmente la Torah (conocida como “La Ley” o el Antiguo Testamento). Existen otros libros que reconstruyen las migraciones del pueblo hebreo, sus distintas formas de organización, sus creencias y prácticas religiosas, y sus derrotas a manos de otros pueblos.

Los relatos sagrados parecen haberse transmitido en forma oral hasta que, durante los reinados de David y Salomón, se avanzó en la redacción del antiguo testamento, que quedó escrito definitivamente a fines del siglo II AC.

Yahvé

Entre los hebreos (así como en varios pueblos del Cercano Oriente antiguo) el nombre estaba estrechamente ligado con la existencia de la cosa designada; y era lo que caracterizaba y distinguía a su portador –fuera éste un objeto, un animal o una persona- de todo lo demás, reflejando un elemento esencial de su personalidad o de sus características. Por tanto, lo que no tenía un nombre no adquiría existencia. Y justamente una de las características fundamentales de la fe monoteísta hebrea era que su dios tenía un nombre superlativo que lo distinguía de toda otra divinidad, no solamente por ser diferente, sino más que nada por lo que significaba en términos de un propósito definido, implícito en él. En cuanto al término hebreo para dios, ´elóh•ah, -que se traduce al español como “poderoso, fuerte”- es de notar que tanto se aplicaba al Ser supremo como a los hab•Be`a•lím, o baales cananeos. Y sin embargo, el plural para dios, elohím, que era una abstracción presente en el hebreo y en otras lenguas semíticas, se usaba en especial con referencia al dios hebreo y con el fin de denotar su excelencia y majestad frente a los demás dioses .

Dicho nombre representado en caracteres hebreos cuadrados por las cuatro letras -leído de derecha a izquierda- se translitera en español como YHWH, YHVH, o JHVH –leído como Jehová, Yavéh, Yaweh y de otras maneras-, es la forma causativa, el estado imperfecto del hebreo (ha•wáh), que se traduce como “llegar a ser” o “la causa de que llegue a ser”, “el existente” o “el que soy”. Sin embargo, el verbo hebreo ha•yáh se deriva de la palabra ´Eh•yéh que no significa simplemente “ser”, sino “llegar a ser”; y entran en él los tres tiempos del verbo ser en hebreo, “hayáh” (él fue), “hoveh” (él es), “yihyeh” (él será), no solo el modo presente. Por lo que el nombre de Dios sería; “llegar a ser” o “la causa de que llegue a ser”, implicando el cumplimiento de un propósito definido para el bien de la humanidad. Por eso se lo llama “el Dios de toda la tierra”, no solo de Israel (véase Génesis 17:1).

En cuanto a esto, es interesante notar que fuera del contexto bíblico, una de las más antiguas alusiones a la pronunciación del Nombre divino, proviene del historiador Diódoro de Sicilia (siglo I a.C.), quien empleó la forma “Iao”, hablando de las leyes que se habían dado por medio del “legislador” Moisés:

“Entre los judíos Moisés refirió sus leyes al dios a quien se invoca como Ia". Es posible que esta pronunciación dada por Diódoro esté reflejando la forma hebrea abreviada “Yahu”, muy comúnmente usada en la literatura bíblica. Para el siglo IV de nuestra era, Jerónimo, autor de la Vulgata latina, explicaba en una carta redactada en Roma en el año 384, que el Nombre se escribía con las letras hebreas, “iod, he, uau, he”, correspondiéndole la pronunciación “Iohuau". En su prólogo a los libros de Samuel y Reyes, Jerónimo dice que: “... hallamos el nombre de Dios, el Tetragrámaton, en ciertos volúmenes griegos aun en la actualidad expresado con las letras antiguas...”, es decir, en los caracteres cuadrados. Siglos después el Nombre se introdujo en los idiomas europeos. En el Códice de Leningrado, que data del siglo XI, apareció la forma “Jehová”, utilizada en la Biblia Hebraica Stuttgartensia con puntos vocálicos para que se leyera “Yehwáh”, “Yehwíh” y “Yehowáh”, de donde se derivó al latín. En el año 1278 esta forma apareció en latín en la obra “Pugio fidei” –“En defensa de la fe”- escrita por el monje católico español Ramón Martí con la grafía “Yohoua” -siguiendo a Jerónimo-; y a comienzos del siglo XIV el italiano Porcheto de Selvaticis en su “Victoria Porcheti adversus impios Hebraeos” (1303) escribió el tetragrámaton de variadas maneras y con una misma fonética: “Iohouah”, “Iohoua” y “Ihouah”. Finalmente en 1530, el reformador inglés William Tyndale introdujo en su traducción del Pentateuco, el nombre “Iehouah”, que apareció por primera vez en aquel idioma. En épocas recientes, algunos eruditos han propuesto que la lectura original del tetragrámaton, con vocales intercaladas, debió ser “Yehvàh” o “Yahuáh” (Reisel); aunque otros sugieren la forma “Jaó” o “Jahóh” (Williams) ; o también, “Yaho”, “Yahú”, “Iaw” (si se sigue a Diódoro), “Jawoh”, “Yahweh”, (Liddell y Scott), “Jovah”, “Javéh” o “Jehovah" .

En cuanto al origen del tetragrámaton mismo, debe tenerse la precaución, por un lado, de deslindar el dato concreto de la hipótesis que intenta explicarlo, y por otro, no confiar demasiado en las aparentes similitudes fonéticas o gráficas que puedan aparecer en el contexto cercano-oriental. Lo que se concluye del estudio de los documentos dejados por los pueblos vecinos de Israel es que el tetragrámaton se conocía y empleaba también entre ellos, es decir no era de uso exclusivo de los hebreos Israelitas tanto antes de Cristo como durante los primeros siglos de nuestra era. Es de interés que existe una remota aparición en los registros eblaítas de un dios denominado Yah. En Tell Mardikh, las ruinas de la antigua Ebla –descubiertas en 1964- se desenterraron centenares de tablillas de barro en las que aparecían nombres propios con elementos componentes del Nombre, como "il" y "ya", es decir "El" –de Elóah, Elohim-, y "Yah" -¿la abreviatura del nombre del dios hebreo?-, como en el caso de en-an-il" y "en-an-ya", "is-ra-il" e "is-ra-ya", "is-ma-il" e "is-ma-ya", "mi-kà-il" y "mi-ká-ya", nombres más que familiares en los registros bíblicos . El arqueólogo Giovanni Pettinato, epigrafista jefe de la expedición de Tell Mardikh (Ebla), ha demostrado que "il" y "ya" son nombres genéricos, y que no tienen ningún otro papel; pero que “Yah” se aplicaba a una divinidad en particular. La partícula "ya" sustituyó a la partícula "il" en los nombres comunes durante el reinado de Ebrium -se adoraba en ese entonces a un dios llamado Yah, ¿hubo una reforma religiosa durante el reinado de Ebrium?- en los que no es posible que "ya" tenga una función de diminutivo porque encabezaba el nombre, como por ejemplo, en "'ìa-ra-mu", que quiere decir "Yah es exaltado", acompañado al comienzo del nombre por el determinante "dingir" (dios). Aparecen también en las tablillas otros nombres vinculados a Yah, semejantes a los bíblicos, como: "i – ti –il / ya", "dios / Ya ha dado";  "en – na – i l / ya", "dios / Ya ha mostrado favor";  "mi – kà – i l / ya", "¿quién es como dios / Ya?", igual al significado del nombre hebreo Miguel (“¿quién es como Dios?”). Lo que hace evidente que con “Yah” se estaba haciendo referencia a un dios determinado. De tratarse del mismo dios hebreo, se estaría demostrando la preexistencia de su adoración, siglos antes de que se formara el pueblo de Israel y que proviene de la cultura sumeria. Sin embargo, no tenemos todavía el tetragrámaton, sino el Nombre expresado en la forma de “Yah”; como sucede en cierto modo con el “A – le – luh – yah” (“Aleluya”), que significa “alabanza a Yah”.

La alusión más antigua al tetragrámaton fuera del contexto bíblico se encuentra en la “Piedra Moabita”, documento de naturaleza histórico-literaria, producido por el antiguo pueblo moabita, en el siglo X a.C., lo que pone de manifiesto su conocimiento entre los pueblos vecinos de Israel. La estela –que mide 1,13 metros de alto y tiene 70 cm de ancho- fue erigida por el rey Mesa en su capital Dibón -hoy Dibán- inscrita en los caracteres de un dialecto moabita–cananeo, similar al hebreo–fenicio, y con la especial particularidad de tener su correlato en el Segundo Libro de los Reyes, capítulo 3. Las 34 líneas del documento, escrito en primera persona, alaban los triunfos del rey Mesa sobre la casa de Omri, el entonces rey de Israel.

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