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¡QUE HIPÓCRITA!, HASTA CUANDO...


Enviado por   •  29 de Enero de 2014  •  1.993 Palabras (8 Páginas)  •  225 Visitas

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Quiero reflexionar sobre una característica humana que seguramente a muchos de los lectores los llevará a meterse en aguas profundas ya que el tema es por demás espinoso, tiene que ver con una realidad virtual en la que estamos sumergidos muchos creyentes “cristianos” y que al tratar de confrontar el tema puede llegar a desnudar nuestra alma y corazón, puede inclusive a crear argumentaciones por la gran cantidad de desviaciones doctrinales que no me permiten ver mi verdadera realidad, doctrina que se encuentra sembrada en mí, como semilla de mentira y que nos hace refelxionar erradamente, sin embargo, quiero comenzar diceiendole que: Ud es un mentiroso, ¡si un mentiroso!, por muy duro que pueda ser esta afirmación, ¿quién no es mentiroso?, el que diga lo contrario está engañándose a sí mismo. El famoso Homero (Poeta griego-VIII A.C.) decía: “Odioso para mí, como las puertas del Hades, es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra”, en otras palabras el HIPÓCRITA.

Pero veamos que dice la Web sobre la Hipocresía: "es la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que no se tienen o no se siguen. La persona hipócrita finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene o experimenta. La hipocresía en si es un tipo de mentira o pantalla de reputación. Puede venir del deseo de esconder de los demás motivos reales, o sentimientos. La hipocresía no es simplemente la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace" (Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Hipocres%C3%ADa). Hubo una vez un escritor francés llamado Rochefoucauld (1613-1680) que decía que: “La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud”, podríamos pensar que nosotros no tenemos nada de lo que hemos mencionado, no fingimos, no ocultamos nuestros sentimientos o no tenemos vicios y que son los demás los que los tienen, sin embargo una vez Jesús le dijo a unos sacerdotes y escribas judíos: “Hipócritas… Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:7-8), pues pudiéramos argumentar que nosotros no somos fariseos, que los fariseos son los religiosos que viven bajo la ley y creen en Dios a su manera, a su conveniencia, sin embargo, existe un “pero”, Pedro exhortaba a los cristianos lo siguiente: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1Pedro 1:14-16), eso no era una recomendación era un mandato de Dios: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios” (Levíticos 20:7).

Muchos de nosotros, los "hijos de Dios", vivimos en la carne, levantado obras muertas, hechas sin la presencia del Espíritu Santo, por eso echamos a perder la obra que el Señor hizo por todos nosotros, trayendo con esa actitud muerte y tinieblas a nuestras vidas, imaginemosnos que nos colgamos del cuello a un muerto y tratáramos de caminar hacia adelante sin soltar esa carga, por supuesto la hediondez y la corrupción de ese cuerpo sin vida terminaría por contaminarnos de muerte, todo esto porque nos resistimos a vivir en santidad y limpieza solo porque vivimos aferrados a los malos deseos y placeres que el mundo nos da y que te llevan desear las cosas perecederas y no las eternas, lo más tremendo es que al llegar a nuestras iglesias parecemos lindos corderitos, incapaces de levantar la voz para que nadie se ofenda, pero en realidad somos unos lobos feroces, leones rugientes, unos zorros que vivimos dañando el viñedo, contaminando la obra del Señor, somos en pocas palabras unos HIPÓCRITAS, que ocultamos nuestra maldad con apariencia de piedad.

Shakespeare decía: “Dios os ha dado una cara y vosotros os hacéis otra”, todo hombre es sincero a solas; pero basta que aparezca una segunda persona cuando empieza la hipocresía, y todo esto es producto de que no se ha encontrado de verdad con el Cristo de gloria, no se ha convertido de verdad. Hay quienes somos tan falsos que ya no somos conscientes de nuestras palabras, es decir, pensmos justamente contrario a lo que decimos, es más, hay tanta hipocresía y mucho más en estos tiempos que nuestra palabra ha perdido valor, necesitamos de un documento notariado, y si una persona o un hermano se acerca con una actitud sincera, de verdadero amigo, nos parece que es cinismo o que nos quiere ridiculizar u ofender, por lo tanto lo desechamos, ya que nuestra maldad es tal que no nos deja pensar correctamente, producto lo que atesora nuestro corazón: pura “MENTIRA”, eso hablamos y eso somos.

Hay quienes quedan esclavos de sus propias mentiras y cuando su hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, su entorno social empieza a rechazarlo, a esquivarlo, a apártalo, ya que los cercanos no soportan las adulaciones, las sonrisas fingidas o las palabras vacías y necias que provienen de su boca, convirtiéndose en personas grotescamente inaguantables, por eso ES HORA DE COMENZAR a decirse la verdad. Empecemos por Nosotros mismos, reconozca que ha sido un hipócrita: con sus familiares, amigos, conocidos, hermanos, esposa e hijos, pero sobre todo es un hipócrita con Dios, creyendo que al Señor lo vamos a poder engañar.

El rey David decía: “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad. No me he sentado con hombres hipócritas, Ni entré con los que andan simuladamente. Aborrecí la reunión de los malignos, Y con los impíos nunca me senté. Lavaré en inocencia mis manos, Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová” (Salmo 26:2-6). A David no le gustaba la hipocresía, ni andar con los que disimulaban

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