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Ritual Bautismo De Ninos


Enviado por   •  10 de Octubre de 2012  •  8.781 Palabras (36 Páginas)  •  956 Visitas

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RITUAL DEL BAUTISMO DE NIÑOS INTRODUCCIÓN Los sacramentos de la iniciación cristiana

1. Por los sacramentos de la iniciación cristiana, los hombres, “libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor”1.

2. En efecto, incorporados a Cristo por el Bautismo, constituyen el pueblo de Dios, reciben el perdón de todos sus pecados y pasan de la condición humana en que nacen como hijos del primer Adán al estado de los hijos adoptivos2, convertidos en nueva criatura por el agua y el Espíritu Santo. Por esto se llaman y son hijos de Dios3.

Marcados luego en la Confirmación por el don del Espíritu, son más perfectamente configurados al Señor y llenos del Espíritu Santo, a fin de que, dando testimonio de él ante el mundo, cooperen “a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a su plenitud”4.

Finalmente, participando en la asamblea eucarística, comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, a fin de recibir la vida eterna5 y expresar la unidad del pueblo de Dios; y, ofreciéndose a sí mismo con Cristo, contribuyen al sacrificio universal, en el cual se ofrece a Dios, a través del Sumo Sacerdote, toda la ciudad redimida6; y piden que, por una efusión más plena del Espíritu Santo, “llegue todo el género humano a la unidad de la familia de Dios”7.

Por tanto, los tres sacramentos de la iniciación cristiana se ordenan entre sí para llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que “ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”8.

1 Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 14. 2 Rom., 8, 15; Gal., 4, 5; cf. Conc. Trid., Sesión VI, Decreto sobre la justificación, cap., 4; Dez. 296 (1524). 3 Cf. 1 Io 3, 1. 4 Cf. Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 36. 5 Cf. Io, 6, 55. 6 S. Agustin, De Cívítate Dei, X, 6: PL., 41, 284; Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 11; Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros, Presbyterorum ordinis, n. 2. 7 Cf. Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 28. 8 Cf. ibid., n. 31.

I. DIGNIDAD DEL BAUTISMO El Bautismo, sacramento de la fe

3. El Bautismo, puerta de la vida y del reino, es el primer sacramento de la nueva ley, que Cristo propuso a todos para que tuvieran la vida eterna9 y que después confió a su Iglesia juntamente con su Evangelio, cuando mandó a los Apóstoles: “íd y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”10. Por ello el Bautismo es, en primer lugar, el sacramento de la fe con que los hombres, iluminados por la gracia del Espíritu Santo, responden al Evangelio de Cristo. Así, pues, no hay nada que la Iglesia estime tanto ni hay tarea que ella considere tan suya como reavivar en los catecúmenos o en los padres y padrinos de los niños que se van a bautizar una fe activa, por la cual, uniéndose a Cristo, entren en el pacto de la nueva alianza o la ratifiquen. A esto se ordenan, en definitiva, tanto el catecumenado y la preparación de padres y padrinos como la celebración de la Palabra de Dios y la profesión de fe en el rito bautismal. El Bautismo, incorporación a la Iglesia

4. El Bautismo, es además, el sacramento por el que los hombres son incorporados a la Iglesia, “integrándose en su construcción para ser morada de Dios, por el Espíritu”11, “raza elegida, sacerdocio real”12; es también vínculo sacramental de la unidad que existe entre todos los que son marcados con él13. Este efecto indeleble, expresado por la liturgia latina en la misma celebración con la crismación de los bautizados en presencia del pueblo de Dios, hace que el rito del Bautismo merezca el sumo respeto de todos los cristianos y no esté permitida su repetición cuando se ha celebrado válidamente, aun por hermanos separados. El Bautismo, nacimiento a la vida de Dios

9 Cf. Io., 3, 5. 10 Mt, 28, 19. 11 Eph., 2, 22. 12 1 Pt., 2,9. 13 Conc. Vat. II, Decreto sobre ecumenismo, Unitarit redintegratio, n. 22.

5. El Bautismo, baño del agua en la palabra de vida14, hace a los hombres partícipes de la naturaleza divina15 e hijos de Dios16. En efecto, el Bautismo, como lo proclaman las oraciones de bendición del agua, es un “baño de regeneración”17 por el que nacen hijos de Dios de lo alto. La invocación de la Santísima Trinidad sobre los bautizandos hace que los que son marcados con su nombre le sean consagrados y entren en la comunión con el Padre, y el Hijo, y el Espiritu Santo. Las lecturas bíblicas, la oración de los fieles y la triple profesión de fe están encaminadas a preparar este momento culminante. El Bautismo, participación en el misterio pascual

6. Estos efectos, muy superiores a las purificaciones de la antigua ley, los realiza el Bautismo por la fuerza del misterio de la Pasión y Resurrección del Señor. Los bautizados, que “han unido su existencia con la de Cristo en una muerte como la suya y han sido sepultados con él en la muerte”18, “son también juntamente con él vivificados y resucitados”19. El Bautismo, en efecto, conmemora y actualiza el misterio pascual, haciendo pasar a los hombres de la muerte del pecado a la vida. Por tanto, en su celebración debe brillar la alegría de la resurrección, principalmente cuando tiene lugar en la Vigilia pascual o en domingo. II. IMPORTANCIA DEL BAUTISMO DE LOS NIÑOS 7. Por “párvulos” o “niños” se entiende aquellos que, por no haber llegado todavía a la edad de la discreción, no pueden tener ni expresar una fe personal.

8. La Iglesia, que recibió la misión de evangelizar y de bautizar, bautizó ya desde los primeros siglos, no solamente a los adultos, sino también a los niños. En aquellas palabras del Señor: “El que no nazca de agua y de Espiritu, no puede entrar en el reino de Dios”20, siempre entendió la Iglesia que no había de privar del Bautismo a los niños, porque consideró que son bautizados en la fe de la misma Iglesia, proclamada por los padres, padrinos y demás presentes. Ellos

14 Eph., 5, 26. 15 2 Pt, 1,4. 16 Cf. Rom., 8, 15; Gal., 4, 5. 17 Cf. Tit., 3, 5. 18 Rom., 6, 4-5. 19 Cf. Eph., 2,6. 20 Io., 3, 5.

representan tanto a la Iglesia local como a la comunidad universal de los santos y de los fieles; es decir, “a la Madre Iglesia”, que “toda ella, en la totalidad de sus miembros, engendra a todos y a cada uno”21. 9. Ahora bien, para completar la verdad del sacramento conviene que los niños

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