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San Agustin De Hipona


Enviado por   •  20 de Julio de 2013  •  1.024 Palabras (5 Páginas)  •  400 Visitas

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SAN AGUSTIN DE HIPONA

Cuando iba a nacer no la madre Mónica estaba preocupada por qué no se movía y estaba decidida a que la partera le abriera el estomago con tal de salvarlo, unas la que era su sirvienta fue a buscar a su padre Patricio el que estaba borracho en un bar.. Al poco tiempo la madre ciento que se movía y pudo tenerlo sin complicación, al llegar el padre a la casa lo cargo y quería ponerle Constantino pero la madre no quiso nombrándolo Agustín como el primer emperador.

Pese a los esfuerzos de su madre Mónica, que le había educado en el cristianismo desde su más tierna infancia, Agustín llevará en Cartago una vida disipada, muy alejada de las pretensiones de aquella, orientada hacia el disfrute de todos los placeres sensibles. En esa época convivirá con una mujer (cuyo nombre no nos revela en sus Confesiones, pero que pudo haberse llamado Floria Emilia) la cual era su sirvienta personal pero el no la trataba como tal. Teniendo un hijo, llamado Adeodato. "En aquel mismo tiempo tenía yo una mujer, no que fuese mía por legítimo matrimonio, sino buscada por el vago ardor juvenil escaso de prudencia; pero era una sola, y le guardaba también fidelidad.

El cristianismo que le ofrecía su madre parecía demasiado simple para satisfacer su exigente intelecto pues necesitaba una explicación a sus preguntas y dudas que resultase convincente y lo bastante profunda para que él pudiera aceptarla. Descubrió la filosofía gracias a la lectura de un libro hoy perdido de Cicerón, el Hortensius. Se trataba de una exhortación a la filosofía y Agustín se sintió, en seguida, atraído por ella. Sin embargo, Cicerón no ofrecía soluciones ni explicaciones a sus problemas morales.

Agustín se acercó entonces al maniqueísmo y entró en un grupo de Cartago. Abrazó durante nueve años esta secta dualista, muy extendida, por entonces, en el norte de África. Según la doctrina maniquea, no somos nosotros quienes pecamos, sino otra naturaleza más tenebrosa que se apodera de nuestras almas. El maniqueísmo, por tanto, ofrecía indudables atractivos a un espíritu como el suyo, atormentado por la lucha moral. Le daba una respuesta al problema del mal, acuciante para san Agustín a lo largo de toda su vida.

Entretanto, Agustín finalizó sus estudios en Cartago y regresó a su ciudad natal, Tagaste, para enseñar gramática y retórica. Poco después, ya con veinte años, vuelve a Cartago para ejercer como profesor.

Un buen día, sin prevenir a nadie y tratando a toda costa de que su madre no sospechara nada del viaje, Agustín se embarca hacia Italia, donde iba a encontrar la solución a sus problemas intelectuales y una respuesta satisfactoria a sus dudas religiosas. En Roma enseñó entre 383 y 384. Un día se entera de que en Milán están buscando un profesor de retórica.

Cuando Agustín llegó a Milán en 384, ya no creía en las doctrinas maniqueas, aunque tampoco estaba cerca del cristianismo. Las críticas de los maniqueos contra la Biblia le parecían irrefutables. Agustín va a librar la batalla decisiva, en que la gracia de Dios saldrá victoriosa.

Los sermones de Ambrosio, obispo

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