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Transito de San Francisco


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2019  •  Síntesis  •  4.586 Palabras (19 Páginas)  •  297 Visitas

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San Francisco dedicó los últimos días que le quedaban de vida en esta tierra, para la alabanza, animando también a sus amados hermanos, a que alabaran con él.

“Clamé al Señor con mi voz,

con mi voz supliqué al Señor” (Sal 141)

Invitaba también a todas las creaturas a alabar a Dios, con unos versos que él mismo había compuesto (cf. 1 Cel 109).

Incluso salió con gozo al encuentro con la muerte misma, tan terrible y dolorosa para todos, invitándola finalmente a que se le acercara:

¡Bienvenida la hermana muerte!

Exclamación que dio cuando un médico amigo suyo le confesó que su mal era incurable y que moriría a finales de septiembre o todo lo más, a primeros de octubre.

También un fraile, tal vez fray Elías, le comunicó su próxima partida y, para preparar su ánimo, le dijo que su muerte, aunque dolorosa para los hermanos y para muchísimas personas, para él supondría un gozo infinito, el descanso de sus fatigas y la mayor de las riquezas. Y lo invitó a dar a todos ejemplo de serenidad y gozo. La respuesta de Francisco fue llamar a fray Ángel y fray León y ponerse a cantar el Cántico del hermano Sol, al que le añadió una nueva estrofa, que decía: Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la que ningún hombre vivo puede escapar. ¡Ay de los que morirán en pecado mortal! ¡Dichosos los que encontrará en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no le hará mal.

Pide ser trasladado a la Porciúncula

Desde entonces pedía a diario a sus compañeros que le cantasen el Cántico, para amortiguar el sufrimiento y edificación de los que hacían la guardia cada noche en torno a la casa del obispo. A Elías no le pareció prudente tal comportamiento, temiendo que ellos se escandalizaran, pensando que, en vez de cantar, tendría que estar llorando sus pecados, de modo que le propuso el traslado a la Porciúncula, donde no estaría rodeados de seglares. Francisco le recordó a Elías que hasta dos años antes lo había hecho así, pero que, desde que el Señor en San Damián le aseguró el Reino, ya sólo sentía ganas de cantar alabanzas en medio de las tribulaciones.

Bendice la ciudad de Asís

lunes 28 o martes 29 de septiembre 1226: Los hermanos trasladaron a Francisco a Santa María en una camilla, acompañados de muchos asisanos. Al llegar al hospital de San Salvador de las Paredes (Casa Gualdi) quiso bendecir la ciudad de Asís, con estas palabras: Señor, creo que esta ciudad fue en otro tiempo guarida y refugio de gente mala e injusta, mal vista en toda la región. Mas por tu abundante misericordia, en el tiempo que tú has querido, veo que le has manifestado el derroche de tu bondad, de manera que se ha convertido en refugio y morada de los que te conocen y glorifican tu nombre y difunden el perfume de una vida santa, de una recta doctrina y de una buena reputación en todo el pueblo cristiano. Te ruego, por tanto, Señor Jesucristo, padre de misericordia, que no mires nuestra ingratitud, sino que te acuerdes sólo de la abundante misericordia que le has manifestado. Que esta ciudad sea tierra y morada de los que te conocen y glorifican tu nombre bendito y glorioso por los siglos de los siglos. Amén.

Llegada inesperada de "fray Jacoba"

Lo alojaron en la enfermería, que era la primera casita construida por los hermanos en los comienzos, cuando se trasladaron de Rivotorto a la Porciúncula. Nada más llegar se acordó de la señora Jacoba de Settesoli, tan apegada a él y a la fraternidad, y dictó para ella la siguiente carta: A madonna Jacoba, sierva de Dios, fray Francisco, pobrecillo de Cristo, salud y comunión del Espíritu Santo en nuestro Señor Jesucristo. Debes saber, queridísima, que Cristo bendito me ha revelado, por su gracia, que el final de mi vida está muy próximo. Así pues, si quieres encontrarme vivo, ponte en camino apenas leas esta carta y ven a Santa María de los Ángeles, porque, si no llegas para tal día, no me encontrarás vivo. Y trae contigo paño ceniciento para amortajar mi cuerpo y la cera necesaria para la sepultura. Y te ruego que me traigas también aquellas cosas de comer que me solías dar cuando estuve enfermo en Roma. Aún estaban buscando a un fraile para llevar la carta cuando la señora Jacoba se presentaba a la puerta con su hijo y un gran séquito de personas. ¿Qué hacemos, padre? ¿La dejamos entrar?, le dijo un fraile, en atención a la clausura; mas él exclamó, muy contento: Que pase, que esa norma no vale para 'fray' Jacoba. La mujer se echó a sus pies llagados, llorando como una Magdalena. Luego explicó que, estando en oración, el Señor le había dicho que se apresurara en ir a Asís, con todo lo que Francisco pedía en la carta.

Bendice a fray Bernardo

Mientras comía los dulces preparados por la noble señora romana, Francisco se acordó de Bernardo de Quintavalle, su primer compañero: A él le gustaría probarlos. Y lo mandó llamar. Luego lo bendijo y mandó escribir lo siguiente:Fray Bernardo fue el primer hermano que me dio el Señor. El fue el primero en abrazar y poner en práctica la perfección del Evangelio, repartiendo sus bienes a los pobres. Por eso, y por muchos méritos más, estoy obligado a quererlo más que a ningún otro. Por tanto, quiero y ordeno, en cuanto está en mis manos, que el ministro general, quienquiera que sea, lo ame y lo honre como a mí mismo, y que los ministros provinciales y los demás hermanos lo consideren como si fuese yo" Sus palabras fueron un gran consuelo para Bernardo y para los otros hermanos presentes.

Bendice a Clara y sus compañeras

Mientras el Santo yacía en la Porciúncula, Clara, en San Damián, estaba muy enferma y temía morir antes que él. Cuando el santo lo supo, les mandó por escrito una bendición, asegurando que lo verían, ella y sus hermanas, y sentirían un gran cosuelo. Entre otras cosas les decía:Yo, fray Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza de nuestro Altísimo Señor Jesucristo y de santísima Madre, y perseverar en ella hasta el final; y os ruego, señoras mías, y os aconsejo que viváis siempre en esta santísima vida y pobreza. Y estad alerta, para no apartaros jamás de ella por enseñanza o consejo de nadie.

"He terminado mi tarea"

Miércoles 30 de septiembre. Después de una noche horrible de dolores, creyendo que moría, pidió que lo pusieran desnudo en el suelo y, en esa posición, mientras se cubría la llaga del costado con la mano, exclamó: Hermanos, yo he terminado mi tarea. Cristo os enseñe la vuestra. Todos lloraban. El guardián le obligó por obediencia a vestirse de nuevo y él, feliz de haber sido fiel a la dama pobreza hasta el final, levantó las manos y se puso a cantar al Señor.

Bendice a fray Elías y a toda la Orden

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