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norelvisnazareth28 de Enero de 2015

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El origen del urbanismo

Fue Ildefonso Cerdá quien inventó, a mitad del siglo XIX, el término urbanismo para

abordar una realidad con graves disfunciones y que requería para su reducción un

sentido interdisciplinario y la imaginación suficiente para usar y crear los instrumentos

técnicos, económicos, legales y sociales que sirviesen de sostén al nuevo concepto.

Cerdá expone en su obra magna (Cerdá, I., 1867) “colocado en la alternativa de

inventar una palabra, o de dejar de escribir sobre una materia que a medida que he ido

profundizando en su estudio, la he creído más útil a la humanidad, he preferido

inventar y escribir, que callarme, el uso de la palabra nueva no puede ser censurable

siempre y cuando la necesidad lo justifique, y lo abone a un fin laudable”.

La nueva idea que trata de definir, se apoya en el concepto de sistema de forma más o

menos clara: ... "Lo primero que se me ocurrió fue la necesidad de dar un nombre a

ese maremagno de personas, de cosas, de intereses de todo género; de mil

elementos diversos, que sin embargo de funcionar, al parecer, cada cual a su manera

de un modo independiente, al observarlos detenida y filosóficamente, se nota que

están en relaciones constantes unos con otros, ejerciendo unos sobre otros una acción

a veces muy directa, y que por consiguiente vienen a formar una unidad1.

“El conjunto de todas estas cosas, sobre todo en su parte material se llama ciudad;

mas como mi objeto no era expresar esa materialidad, sino más bien la manera y

sistema que siguen esos grupos al formarse, y como están organizados y funcionan

después todos los elementos que los constituyen, es decir, que además de la

materialidad debía expresar el organismo, la vida si así cabe decirlo, que anima a la

parte material; es claro y evidente, que aquella palabra no podía convenirme. El origen

del término lo busca en la palabra urbs romana, que expresaba todo lo que estuviese

dentro del espacio circunscrito por el surco perimetral que los romanos abrían con los

bueyes sagrados “(...) con la apertura del surco urbanizaban el recinto y todo cuanto

1 Hoy el término "ciudad" va más allá de la parte material que le atribuye Cerdá, incluyendo también la funcionalidad (el

organismo, la vida, según Cerdá), conformando un ecosistema en su conjunto.

2. maolys

La concepción de un nuevo urbanismo que aborde los retos de la sociedad

actual

La pregunta es si el urbanismo, como decíamos anteriormente, responde a los retos

actuales y a las disfunciones que están relacionadas con estos. Claramente, no. La

energía, el agua, los flujos materiales, la explosión de la distribución urbana, el uso

masivo del vehículo privado, las telecomunicaciones, etc. son, entre otras, variables

que atienden a los retos de la sociedad actual y que no podían ser ni siquiera

imaginados por la sociedad del siglo XIX. El caso es que el urbanismo actual, anclado

en un urbanismo que bebe del funcionalismo (discutible hasta en su raíz

epistemológica, puesto que separa lo que es consustancial a la idea de ciudad: la

reunión de complementarios), tampoco es capaz de abordar las variables que, a

distintas escalas, es urgente tener en cuenta.

Se impone un nuevo urbanismo, uno que se acomode a una ciudad más sostenible y a

una ciudad que, a su vez, dé salida a la estrategia para competir basada en la

información, es decir, que atienda a las premisas de la sociedad del conocimiento de

un modo más eficiente.

El urbanismo actual, que tiene su concreción formal en un plano de dos dimensiones a

cota cero, viene limitado por el propio instrumento proyectual. En el plano urbanístico

no cabe, prácticamente, nada más. Las variables antes mencionadas no tienen cabida

y por ello no se resuelven en la ecuación urbana. Seguramente, que no quepan tiene

su raíz en que no están presentes en el acerbo conceptual de una parte de los

urbanistas.

El nuevo urbanismo denominado “urbanismo ecológico4” es el urbanismo que proyecta

no uno sino tres planos con el mismo detalle y a la misma escala que los urbanistas

actuales proyectan el plano urbanístico en superficie. Proyectar un plano en altura y un

plano del subsuelo, aparte del plano en superficie, permite que el conjunto de variables

que atienden a los retos actuales puedan ser plasmadas de un modo o de otro. Tres

planos a escala urbanística (no a escala arquitectónica y/o proyectual), proyectados en

horizontal y luego religados en vertical tienen que proporcionarnos el armazón de los

modelos urbanos anunciados.

LOS TRES NIVELES DEL URBANISMO ECOLÓGICO

El Urbanismo Ecológico es el urbanismo que proyecta no uno sino tres planos con el mismo detalle y a la misma escala que los urbanistas actuales proyectan el plan urbanístico en superficie. Proyectar un plano en altura y un plano del subsuelo, aparte del plano en superficie, permite que el conjunto de variables que atienden a los retos actuales puedan ser plasmadas de una manera o de otro. Tres planos a escala urbanística (no a escala arquitectónica y/o proyectual), proyectados en horizontal y luego engarzados en vertical deben proporcionar la carcasa de los modelos urbanos anunciados.

Tenemos, pues, tres planos que dan lugar al urbanismo en altura, al urbanismo en superficie, y al urbanismo subterráneo. El desarrollo de estos proporcionará, como lo hizo el urbanismo ortodoxo, un conjunto de instrumentos de carácter legal, económicos y organizativos acomodados a un nuevo statu quo y a la resolución de los nuevos retos.

Aparte de la concreción formal del urbanismo ecológico, con la realización de los tres planos, el nuevo urbanismo se centra en la resolución de las variables ligadas a los nuevos retos antes mencionados, sin olvidar los planteados y en parte resueltos con los instrumentos actuales.

LA MANZANA Y LA SUPERMANZANA

El urbanismo ecológico requiere unidades básicas de organización para poder cuantificar y ordenar los procesos y condicionantes de la nueva concepción del urbanismo de los tres niveles. Estas células básicas representan un marco nuevo regulador, más amplio y complejo que las actuales normas urbanísticas derivadas del planeamiento vigente, pero a la vez más flexible y adaptable a las necesidades de las ciudades más sostenibles. Estas unidades de ordenación son la manzana y la supermanzana.

Para cada uno de los niveles o estratos de ordenación (subterráneo, superficie y altura) se establecen nuevos parámetros clásicos de ordenación y se sustituyen por otros parámetros en forma de fichas características de manzana.

Las fichas características permiten un planeamiento abierto más flexible, para dar cabida a los nuevos modelos ligados a la vivienda y a la edificación, y también fijan los parámetros y reservas para atender a los nuevos modelos de movilidad y espacio público, metabolismo urbano y cohesión social.

Por ejemplo, el nuevo urbanismo especifica la ocupación de las cubiertas para cada captador de energía, captador de agua o estratos vegetales. Especifica las reservas de espacio para aparcamiento de bicicletas, depósitos acumuladores estacionales para la transferencia de energía solar térmica o salas de almacenamiento para las fracciones de recogida selectiva. En relación a los parámetros urbanísticos dimensionales, el techo edificable o el número máximo de plantas, se define mediante volumetría específica o flexible.

La manzana

La manzana constituye la célula básica para la organización del espacio construido y de los espacios libres intersticiales de este, en los tres niveles de ordenación.

La manzana representa la unidad mínima para la determinación de las especificaciones urbanísticas del nuevo urbanismo ecológico. Estas especificaciones se fijan en las fichas características.

La supermanzana

La ciudad es, en esencia, la reunión de complementarios. Es la reunión de usos y funciones distintas que trabajan sinérgicamente manteniendo la organización urbana de manera dinámica. En la ciudad mediterránea, el lugar de reunión y el lugar de encuentro es el espacio público. Es el lugar simbólico en que ciudad, democracia y política se encuentran. La ciudad, la democracia, la política y la filosofía nacieron juntos en la antigua Grecia con la irrupción de las leyes disociativas del logos y de la superación del organicismo de la vida preurbana que otorgaba a cada cual un destino marcado por la irrebatible naturaleza.

El espacio público marca los límites de la idea de ciudad. Donde no lo hay puede hablarse de urbanización pero difícilmente de ciudad.

Antes, en el espacio público los usos y las funciones urbanas se multiplicaban: el juego, la fiesta, la estancia, el intercambio comercial, la movilidad a pie o a tracción animal, etc. se recreaban cotidianamente llenando de sentido la ciudad y otorgando al ciudadano su carta de naturaleza.

Si el espacio público es, en esencia, la ciudad, un ciudadano lo es enteramente cuando ocupa "sin límites" el espacio público. Si uno recuerda las imágenes de los hermanos Lumière, se aprecia como las calles de París

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