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Análisis de Frankenstein o El Eterno Prometeo, de Mery Wollstonecraft Shelly


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2014  •  2.554 Palabras (11 Páginas)  •  306 Visitas

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Análisis de Frankenstein o El Eterno Prometeo, de Mery Wollstonecraft Shelly

Frankenstein es una novela perteneciente a la corriente literaria del romanticismo, escrita por la novelista,dramaturga y ensayista Británica Mary W. Shelley, reconocida mundialmente por su obra cumbre y trascendente “Frankenstein” o “El Moderno Prometeo”.

La novela adopta una forma epistolar. Ubicada en Europa del siglo XVIII y en plena realización científica, resulta que el capitán de un barco le escribe a su hermana Margaret sus aventuras y su encuentro con el físico Víctor Frankenstein, quien en busca del secreto de la vida y sin medir las consecuencias que esto le traerá, crea un nuevo ser con partes de otros seres humanos.

• transformaron la forma de ver la naturaleza, la integraron a su ser para intentar encontrar ese paraíso ya que sabían que encontrar al ser supremo era imposible. Asimismo secularizan las creencias religiosas con el fin de tener esperanza en los tiempos futuros, aquellos que van a devolver la libertad perdida.

La significación del paisaje en Frankenstein: algunos apuntes

3.1. Frankenstein: ¿un viaje hacia la terrae incognitae?

Concebida en un entorno de significativas connotaciones en la historia de la geografía europea –las proximidades de la ciudad de Ginebra, al pie mismo del macizo del Mont Blanc–,16 Frankenstein, a pesar de ser una novela y no un libro de viajes, contiene también algunos ingredientes que tienen que ver con este último género. Sin ir más lejos, la idea o concepto mismo de viaje es en ella fundamental. ‘Viaje’ en el sentido material, por un lado, de desplazamiento físico de los protagonistas; de hecho, vale la pena hacer notar que el argumento está construido en relación con diferentes escenarios geográficos (e implica varios países de la Europa centro-occidental, además de las Islas Británicas). Pero, también, ‘viaje’ en el sentido simbólico: en buena medida, la novela se corresponde con el esquema “persecución”/”huida” que involucra a los dos protagonistas; y ese esquema, que funciona en los dos sentidos (puesto que perseguidor y fugitivo se intercambian los papeles), es vigente de un modo explícito o latente a lo largo de las tres partes de la obra –comprendiendo, incluso, los capítulos epistolares a cargo de Robert Walton.17

Con todo, a nuestro modo de ver, la dimensión de Frankenstein más relacionada con la idea expuesta es la que responde a su caracterización como “viaje hacia la “Terrae Incognitae”; esto es, un viaje hacia lo desconocido. Por un lado, “lo desconocido” como estímulo de la imaginación y condición esencial para el avance en el conocimiento. Un papel en el que la literatura ha jugado siempre un papel fundamental, como nos recuerda J.K. Wright en un texto clásico (WRIGHT, 1947), así como otros autores en relación, por ejemplo, con Julio Verne, verdadero paradigma de la imaginación geográfica proyectada en la literatura (DUPUY, L., 2005 y 2006; TORT, J., 2012). Por otro lado, “lo desconocido” como equivalente a las tierras inexploradas o escasamente conocidas.

Desde esta última perspectiva, es interesante poner de manifiesto que también en la obra de Mary W. Shelley encontramos cierto eco de lo que podía significar “lo geográficamente desconocido” –o al menos, “lo poco conocido”– en los círculos cultos europeos en el tránsito de la ilustración al romanticismo. Valgan como testimonio, al respecto, los dos fragmentos que transcribimos a continuación. El primero de ellos corresponde a la primera carta que Robert Walton escribe a su hermana (al inicio de la primera parte de la novela), y nos describe con gran detalle cómo imagina las desconocidas tierras del Ártico, hacia las cuales se dirige –y en las cuales, de hecho, tendrá lugar el desenlace de la novela, tras el encuentro del propio Walton con el doctor Frankenstein, primero, y con su criatura, después:

“Me encuentro ya muy al norte de Londres, y andando por las calles de Petersburgo noto en las mejillas una brisa norteña que azuza mis nervios y me llena de alegría. ¿Entiendes este sentimiento? Esta brisa, que viene de aquellas regiones hacia las que yo me dirijo, me anticipa sus climas helados. (…) Sigo imaginándomelo [el Polo] como la región de la hermosura y el deleite. Allí (…) se ve siempre el sol. (…) Allí no existen ni la nieve ni el hielo, y navegando por un mar sereno se puede arribar a una tierra que supera, en maravillas y hermosura, cualquier región descubierta hasta al momento en el mundo habitado. (…) Saciaré mi ardiente curiosidad viendo una parte del mundo jamás hasta ahora visitada, y pisaré una tierra donde nunca antes ha dejado su huella el hombre. (…) Pero, suponiendo que todas estas conjeturas fueran falsas, no puedes negar el inestimable bien que podré transmitir a toda la humanidad, hasta su última generación, al descubrir, cerca del Polo, una ruta hacia aquellos países a los que actualmente se tarda muchos meses en llegar.”18

(SHELLEY, M., 2012, 127-128)

El segundo fragmento –formado por tres párrafos– se inscribe, por su parte, en el último capítulo de la tercera parte de la obra, y se corresponde con el final del manuscrito que Víctor Frankenstein escribe para Robert Walton. Llama la atención en él, una vez más, el rigor de las referencias geográficas y la persistencia, en su seno, de la idea del viaje. En este caso, y en la medida en que el final de la novela se está aproximando, la autora, presumiblemente, trata de contraponer “dramáticamente” los ambientes geográficos que el doctor Frankenstein ha estado siguiendo a lo largo de su persecución (y, particularmente, la inmensidad de las estepas asiáticas) con las soledades glaciales del océano Ártico, es decir, con el escenario póstumo de la obra:

“Mi primera decisión fue abandonar Ginebra para siempre; mis desgracias hicieron que aborreciese la patria que tan intensamente había amado cuando era feliz y querido. (…) Y aquí empezó una peregrinación que sólo con mi muerte terminará. He recorrido una inmensa parte del mundo, y he sufrido todas las penurias que suelen tener que afrontar los viajeros en los desiertos y en las tierras salvajes. Apenas sé cómo he sobrevivido (…). Pero las ansias de venganza me mantenían vivo; no me atrevía a morir si mi enemigo continuaba con vida” (SHELLEY, M., 2012, 324).

“Lo perseguí [al monstruo]; y desde hace varios meses ése es mi objetivo. Siguiendo una vaga pista, recorrí el curso del Ródano, pero en vano; hasta llegar a las azules aguas del Mediterráneo. Casualmente, una noche vi como el infame ser abordaba

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