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Apuntes Sobre La Crónica Moderna Hispanoamericana


Enviado por   •  19 de Febrero de 2014  •  1.466 Palabras (6 Páginas)  •  189 Visitas

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No es gratuita ninguna asociación de la corriente literaria modernista con el resurgimiento o reaparición de la crónica decimonónica no como un registro historiográfico, sino como una estampa de la cotidianidad, de naturaleza tanto periodística como literaria.

Luego de ser una expresión antigua de anales históricos y adquirir un cariz distinto al pasar en las relaciones de Indias a representar el asombro del conquistador en el choque con sus civilizaciones y el proceso de subyugación de los nativos; se transforma después de los cambiantes siglos de occidentalidad, mediante las nuevas formas de representación y opinión que configuran al periodismo, en la segunda mitad del siglo diecinueve, en un blue print de costumbres que es adoptado para establecer las nuevas democracias y posteriormente posturas de distintas índoles frente a las circunstancias de Latinoamérica.

Tras aligerarse la acotación impidiente durante la formación de las naciones por la necesidad de legitimación y reformulación de los esquemas sociales, en donde se había rechazado la herencia española y se mantuvo un profundo sentido político y moralista en la literatura, tiene su muy oportuno nacimiento la desolada corriente llamada modernista, con su tardía expresión romántica. El hastío de formas artísticas anteriores evolucionó en ella, no sin conservar muchos de sus artilugios.

De este modo, coincidió con una prensa que por entonces significa para los artistas un incipiente modo de facilitarse la publicación de las obras, o sea, un espacio disponible para proyectar las pretensiones estéticas, pero resultó muy importante que además se convierte, para la mayoría, en un medio de supervivencia.

A través de la colaboración con ésta, se permitió un benefactor ocio, que trasladó el cosmos literario y sus tópicos a lugares artísticamente más ricos, en el que desembocó mucha de la experiencia bohemia de sobresalientes y afrancesados escritores y, especialmente un aderezamiento artificioso del ya existente cuadro de costumbres.

Se trataba de personajes cosmopolitas y poetas aficionados a los metros clásicos, admirados de lo francés, pero que indudablemente vuelven los ojos al antecedente de la cultura de España que había sido condenada, en gran parte al menos de los casos.

Notoriamente cada quien destaca a los que quiere de entre todos ellos, quienes se encontraron desperdigados por gran parte de las naciones americanas, yo opto por Rubén Darío, Julián del Casal, José Martí, José Hernández –el representativo del “género” gauchesco, que atrevo a incluir porque las categorías del mismo no son disímiles del modernismo hispanoamericano, especialmente en el sentir elegiaco y patético de su obra principal–; y el prócer moderno mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, quien evidencia la mencionada eminente valoración castiza de la corriente, al decir a José Juan Tablada:

“Lees mucho a los franceses, ¿verdad?... Haces bien; su ejemplo es muy saludable para nosotros; para animarnos a romper viejos moldes. Pero no descuides a los clásicos griegos y latinos, ni a los españoles. Debemos individualizarnos, pero dentro de nuestra tradición literaria”(1)

Un sujeto tan singular como el Duque Job es uno de aquellos representantes arquetípicos que cumplen involuntariamente todos los requisitos y ser de esos discípulos encantados por artistas del otro lado del mar. Gutiérrez Nájera fue observador cronista de la Ciudad de México, pero también poeta y escribió cuento. El muy noble nunca salió del país. Era el ideal de tantos escritores viajar a París, que era considerada la capital cultural del

mundo y de su modus vivendi.

No viajó mucho, no obstante, por medio de su imaginación logró sensacionales descripciones, que caracterizaban sobremanera tanto al modernismo como a la crónica periodístico-literaria de ellos. Así, como cuando le preguntan al personaje del humorista Héctor Suárez, el Flanagan, si ha estado en Londres –en su caso, Francia–, habría de responder: “no, pero veo fotos, mano”.

La crónica del siglo diecinueve no puede disociarse del estilo literario costumbrista, sobre todo por las escenas provincianas, la descripción de las profesiones a la guisa aurisecular y la presencia constante del entorno político; mas, en el caso moderno, como género periodístico, se introduce una crítica arbitraria, es decir, se abandona la supuesta objetividad, aquella forma que únicamente “presentaba” imágenes consuetudinarias. Incluso hay narraciones donde el cronista es omnisciente.

En particular, queda inserta una reflexión a partir del multicolor mediocre de la sociedad, tomado como tal; esto ya comporta una crítica considerablemente distinta de las frivolidades, “cosas que a nadie van ni vienen, como son las modas, los estilos los usos…” de las que con ironía Juan Bautista

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