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Artesanos, Aprendices Y Saberes En La Zacatecas Del Siglo XVIII

marayalvar27 de Enero de 2014

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Francisco García González

El 28 de octubre de 1700, en la ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, la viuda María de Campos había decidido separarse por un tiempo de su hijo de once años de edad llamado Antonio; el motivo era establecerlo en casa de José González, maestro sastre, quien se había comprometido con la viuda para admitir al pequeño como aprendiz. A pesar de la confianza que existía entre la mujer y el maestro, habían convenido ame notario en que la enseñanza del niño se sujetara a las siguientes condiciones:

Primeramente con condición que el dicho mi hijo ha de servir y asistir en la casa del dicho su maestro bien y cumplidamente durante el tiempo de los cuatro años sin hacer ausencia de su casa y servicio y si la hiciere, el dicho su maestro lo ha de poder remidir a ella en virtud de esta escritura y el tiempo que estuviera ausente lo ha de desquitar depués de cumplido el plazo de ellas. También que si el dicho mi hijo tuviere alguna enfermedad que no pase de quince días, el dicho maestro ha de ser obligado curarlo a su costa, pasando o siendo las contagiosas, me ha de dar cuenta para que yo lo cure a mi costa y si no pudiere ser; el dicho su maestro lo ha de curar poniendo por cuenta su gasto, para que yo se lo pague y de no poderlo lo ha de pagar el dicho mi hijo saliendo de aprendiz y en todo se ha de estar al juramento simple del dicho su maestro. Cumplidos los cuatro años de esta escritura el dicho su maestro le ha de dar al dicho mi hijo, un vestido de pailo, medias dc seda, zapatos y sombrero y si cumplido dicho plazo el dicho mi hijo no fucre suficientemente oficial, el dicho maestro lo ha de acabar de enseilar el dicho oficio y pagarle lo mismo que pudiera ganar en otra tienda siendo buen oficial hasta que lo sea suficiente y con estas calidades, condiciones, pongo al dicho mi hijo a oficio con el dicho maestro José González por el referido tiempo de cuatro años y yo el dicho José González que presente soy acepto esta escritura y recibo al dicho Antonio Briseño por el tiempo y con las condiciones de susomencionadas: Y a su firmeza y cumplimiento ambas partes cada una por lo que nos toca nos obligamos con nuestras personas y bienes habidos y por haber.

Casi cien años después, en 1793, otra viuda, la señora Trinidad Terán, también radicada en la ciudad de Zacatecas, ponía en manos de Miguel Herrera, maestro sastre de habilidad reconocida, a su pequeño niño de tan sólo ocho años, quien en el transcurso de cinco años estaba obligado a aprender el oficio de la sastrería, Lo mismo que en 1700, el contrato de aprendiz entre la madre del pequeño y el sastre se llevó a cabo ante notario, aunque bajo condiciones relativamente diferentes a las de principios de siglo

Este tipo de contratos fueron comunes en la ciudad a lo largo del siglo XVIII. Tanto padres como madres de familia, e incluso benevolentes dueños de esclavos, dejaban en manos de los maestros artesanos a su hijos, protegidos, o esclavos, para que aprendieran algún oficio. Por medio de este tipo de instrumentos notariales es posible que el historiador se aproxime a temas relacionados con la transmisión de saberes en el mundo novohispano, más allá de la educación escolarizada impartida en colegios o instituciones educativas establecidas para tal fin.

Los contratos de aprendiz también nos pueden sugerir algunas actitudes de la sociedad colonial hacia los niños y los adolescentes, particularmente de la madre o el padre de familia, quienes voluntariamente se separaban de sus hijos durante algunos años y los "dejaban" bajo custodia de extraños con quienes el niño debería vivir no sólo para aprender sino también para servir y obedecer.

La educación y la instrucción para el trabajo el abandono temporal del hogar por parte del infante o adolescente, y las actitudes de mujeres y hombres ante la separación de los hijos, en la Zacateca s del siglo XVIII, son aspectos sobre los que intentamos reflexionar en este trabajo. La fuente que hemos privilegiado son los documentos notariales señalados, que se encuentren en los fondos de notarias y judicial del archivo histórico del estado de Zacatecas.

 La ciudad de Zacatecas. Sociedad y vida cotidiana durante el siglo XVIII

Las ciudades iberoamericanas fueron inicialmente guarniciones perdidas en medio de enormes extensiones hostiles, relacionadas mediante una circulación muy lenta, que interrumpían inmensos espacios vacíos, Una de esas ciudades fue Zacatecas, establecida en el norte del territorio de Nueva España a mediados del

siglo XVI por los conquistadores españoles, encabezados por Juan de Tolosa, Cristóbal de Oñate, Diego de Ibarra y Baltasar Temiño de Bañuelos, quienes, acompaliados por soldados y religiosos, llegaron al territorio que hoy ocupa la ciudad de Zacatecas. Desde el comienzo de la colonización y durante el establecimiento de las nuevas ciudades, la corona española se preocupó por reglamentar los actos fundacionales y la organización de las urbes; sin embargo, en muchas ocasiones dichas reglas no se obedecieron y el nuevo asentamiento quedó determinado por las características geográficas y topográficas del lugar. Este fenómeno era frecuente en las ciudades mineras de sitios montañosos, que adoptaban formas espontáneas y libres, como algunas ciudades españolas de la región de los Pirineos o de pueblos portugueses, que reflejaban un modelo europeo medieval de calles estrechas y tortuosas.

En Nueva España Zacatecas fue una de las villas mineras organizadas en función de las características topo gráficas del lugar: se asen tó en una caflacla rodeada por cerros. La forma que adoptó fue semejante a la de muchos pueblos vascos localizados también en el fondo de estrechos valles que tenían, por la disposición del terreno, forma alargada. De hecho los fundadores de la ciudad, a excepción de Baltasar Temiño de Bañuelos, que era castellano, eran vascos: Cristóbal de Oñate había nacido en Vitoria provincia vasca de Álava, Juan de Tolosa provenía de Guipúzcoa y Diego de Ibarra nació en el pueblo de Éibar provincia de Guipúzcoa, de ahí que se en.contraran entonces en un ambiente geográfico familiar.

Desde 1550, la producción de plata fue el principal factor que determinó el desarrollo económico y social de Zacatecas, y en torno a ella, se organizaron la población y los asentamientos. Los lugares cercanos a las minas y haciendas de beneficio fueron rápidamente ocupados y a partir de esos focos comenzaron a Crecer la ciudad y sus pobladores. En general, eran individuos que habían sido atraídos por la posibilidad de lograr un rápido y fácil enriquecimiento como consecuencia de haber hallado ricas vetas argentíferas.

Tanto los aventureros y buscadores que llegaban a Zacatecas como quienes allí vivían, tarde o temprano tenían que establecer contacto con los propietarios de los ingenios y minas que controlaban la vida de aquella sociedad.

Tales relaciones eran la mayoría de las veces de subordinación. Así se fue estructurando toda una red de clientelisnto y solidaridad con los poderosos mineros, que era el principio y la regla fundamental que hacía funcionar la región. En este contexto se desarrollaba una vida social común a las ciudades mineras, donde la violencia y la corrupción eran fenómenos inherentes a la vida cotidiana.

Un determinante factor en las relaciones de los individuos, entre las diversas instituciones sociales y en los grupos de poder de la Zacateca s colonial, fue su carácter de zona frontera. La distancia geográfica que separaba a este centro minero de la capital del virreinato, permitía que los diferentes sectores de la sociedad actuaran en función de sus intereses, aunque ello implicara ir contra las normas establecidas por los representantes de la corona española: la distancia y el aislamiento garantizaban a esos grupos e individuos transgresores la impunidad.

Lo anterior implicó que muchos de los que llegaban de diversas regiones de ultramar y del mismo virreinato novohispano consideraran a la ciudad minera como un espacio de refugio en donde la ley difícilmente se aplicaba y donde las autoridades encargadas de ejecutarla las más de las veces fracasaban. La circunstancia de zona frontera facilitó que un sector de la población, constituido por los grandes mineros, fuera adquiriendo gran poderío económico y político: tal era su poder que durante la época colonial dictaban las normas sociales de la sociedad zacatecana.

El aislamiento geográfico del microcosmo minero del norte de Nueva España tuvo diversas consecuencias, entre otras, que la ciudad fuera refugio de individuos diversos: desde buscones, charlatanes, inconformes, o personas cuyas irrevercncias y transgresiones atentaban contra las normas rdigiosas. Los imegrantes de estos grupos coincidían, según lo afirma Solange Albero, en que buscaban en Zacatecas lo que buscaron hasta fechas aún recientes todos aquellos marginados a los que atraían, cual lámpara a las mariposas, aquellos lugares predilectos, de aventuras, que son las minas de piedras y metales preciosos, la ilusión de la fortuna, la suerte y, quizás más aún, la libertad de la selva donde irilperan la fuerza y el ingenio.

La ciudad de Zacatecas, a finales del siglo XVIII (que es la época de la que disponemos de información detallada) tenía una población de 27 469 habitantes, distribuidos de la siguiente manera: 21 % españoles (criollos y peninsulares), 26% indígenas y 53% castas con alta participación de mulatos. Véase gráfica 1 y cuadro l.

Un censo de Zacatecas de principios del siglo XIX (analizado detallada-mente por Richard Garner) mostró 4955 tributarios, de los cuales 612 eran indios de pueblos,

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