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Aspectos de la educación ambiental

cr7CristianoRonaTesis26 de Junio de 2014

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Tenemos que trascender el pensar. Llevar el pensamiento reflexivo de la complejidad y la sustentabilidad, a la participación real y a la transformación de lo que requiere ser cambiado, con una visión democrática e incluyente. Supuestamente, la democracia se construye en las sociedades con el ánimo de que la soberanía emane del pueblo, es decir que provenga de todos nosotros y de todas nosotras.Pero hasta ahora, la inmensa mayoría de las supuestas democracias3, han sido más bien plutocracias4, donde quien ejerce la soberanía es la riqueza, es el poder del dinero que va trascendiendo las fronteras y las acciones sociales y económicas, y asumiendo las decisiones sobre nuestras vidas.

10El ambientalismo se define por principios de equidad, sustenta-bilidad, diversidad, autogestión y democracia (Leff, 2002b), y precisa establecer compromisos por nuevos derechos culturales y ambientales. Se requiere entonces crear rutas de acción que contribuyan a construir nuevas formas sociales de inclusión, pertenencia y liberación, con una concepción clara de la autonomía. Se trata de la construcción de una democracia directa que se vea sustentada en la participación colectiva sobre asuntos de interés comunitario, social, ambiental y cultural.

11La educación aabilidad, se den de manera creciente en nuestros países, regiones y localidades.

12Durante años, diversas facetas de una supuesta educación ambiental han excluido o simplificado la participación real, en función de un enfoque conservacionista excluyente, o por criterios paternalistas de enseñanza de estilos apropiados de gestión ambiental, entendiendo la participación como la asistencia a talleres de aprendizaje, o como la vinculación de personas y grupos a proyectos de conservación previamente diseñados y financiados desde diversas realidades. La participación también se ha entendido como la asistencia a dudosas sesiones de auditoría ambiental para justificar los Planes de manejo ambiental de empresas o corporaciones, reuniones en las cuales sólo muy pocos podían contradecir o aportar de manera convincente a los argumentos de los técnicos contratados por los grupos empresariales.

13La participación aparece tratada en la Declaración de Río, adoptada por los gobiernos participantes en la Cumbre de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, en junio de 1992, cuando afirma en su Principio 10: “El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda. En el plano nacional, toda persona deberá tener acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente de que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones. Los Estados deberán facilitar y fomentar la sensibilización y la participación de la población poniendo la información a disposición de todos. Deberá proporcionarse acceso efectivo a los procedimientos judiciales y administrativos, entre éstos el resarcimiento de daños y los recursos pertinentes.”

5 Es el “desarrollo que satisface las necesidades actuales de las personas sin comprometer la capaci (...)

14Hay dos aspectos que vale la pena subrayar de este Principio: no queda claro cual es el nivel que corresponde a los ciudadanos interesadospara su participación. Esta notable ambigüedad nos recuerda sin duda la ambigüedad de la definición del desarrollo sostenible5realizada por la Comisión Brundlandt, cuya especial redacción parece haber sido estudiada con el fin de no afectar intereses de nadie. Por ello existe una curiosa aprobación de ciertos sectores agresores del ambiente, alineados con esta expresión que no dice mucho y que sólo afirma que lo sostenible es aquello que se puede sostener hoy y hacia las futuras generaciones. Pero, ante tamaña simplicidad, podríamos contestar con otra similar: sabemos, por nuestra propia experiencia que la pobreza es uno de los fenómenos que se han sostenido en el tiempo! ¿No será esa la sostenibilidad a la que aspiran algunos?

15 ¿Cuál es el nivel de participación que nos corresponde a los ciudadanos y ciudadanas interesados? ¿Y a los no interesados, acaso no hay que motivarlos para participar? Estos parecen ser excluidos de plano. El principio enfatiza primordialmente en la información, asumiendo tal vez que la información supuestamente es neutral, pero el manejo de los datos tiene los enfoques indudables provenientes de quienes los están proporcionando… El principio, por otra parte, plantea el requerimiento de que los Estados faciliten y fomenten la sensibilización y la participación a través de la información, sin señalar otros mecanismos participativos que deberían dar sustento real a esta idea.

16La ciudadanía ambiental requiere ser diseñada y puesta en marcha transitando por conceptos y enfoques creativos de participación y democracia real. El concepto mismo de ciudadanía conduce a un tema clave: la construcción de una sociedad de verdaderos seres pensantes y solidarios en nuestro Planeta. Nos remite a un conjunto de seres humanos que se consideran y actúan como personas que pueden y deben tomar parte activa en el proceso de su propio desarrollo, como individuos creativos, como miembros de una comunidad, de un grupo étnico, de una nación, en suma, como seres humanos responsables vinculados con espacios geográficos y ámbitos históricos y culturales, y como individuos o colectivos que se encuentran viviendo en realidades ecosistémicas y sociales diferentes, pero que aspiran al disfrute de una vida mejor en paz y solidaridad.

17El nexo de la educación ambiental con el ámbito político se refiere básicamente a su apuesta por una sociedad con capacidades de actuación a nivel grupal, a su vinculación directa con la formación de ciudadanos y ciudadanas ambientales conscientes de su nexo vital con la naturaleza y con los otros seres humanos y con capacidad de participación en el diseño y construcción de un futuro sustentable. La ciudadanía ambiental tiene su primera acepción a nivel local, en el lugar donde vivimos, donde se realizan nuestras actividades y trabajamos a favor de nuestro futuro y el de nuestra comunidad. Pero no se termina allí, porque la comunidad está inserta en una región, en un país y en un planeta, donde todo se interrelaciona de manera dinámica.

18Los países, cuyas fronteras se han establecido por razones históricas y políticas, no tienen delimitaciones naturales, los ríos no siguen la lógica política ni económica, los bosques se adentran en los espacios siguiendo sus pautas de crecimiento, los mares nos abrazan a todos y a todas. De allí que, en principio, la ciudadanía ambiental nos lleva a ser consecuentes con las situaciones ambientales que ocurren en todo el mundo, y a transferir nuestra preocupación y solidaridad a países diferentes al nuestro. Pero eso no llega al límite de permitir que otros países o agrupaciones foráneas pretendan intervenir en decisiones referentes al manejo de nuestros recursos naturales, esgrimiendo intereses supuestamente ambientales, como en la muy famosa controversia, afortunadamente zanjada ya hace tiempo, sobre la Amazonía como patrimonio de la humanidad, condición que supuestamente permitiría la intervención sobre su gestión.

19La ecociudadanía y su énfasis en nuestra condición de ciudadanos y ciudadanas planetarios, no puede convertirse en arma del intervencionismo. Pero sí debe fortalecerse y constituirse en un instrumento de apoyo mutuo, en donde sea posible compartir las experiencias y traducir las propuestas de acción a niveles integracionistas y de cooperación, especialmente entre los países de Iberoamérica. Para aportar al tema de la comprensión del concepto, se pueden manejar tres elementos de base cuya articulación conforma la ciudadanía ambiental (Tréllez 2005):

• Los derechos a la vida, al ambiente y a un futuro sustentable.

• Los deberes ambientales, diferenciados según roles sociales.

• La participación real para defender los derechos y llevar a la práctica los deberes ambientales.

20La formación de ciudadanía ambiental puede darse, entonces, a través de la fusión activa de estos factores interactuantes, cuyas mutuas relaciones deben contar con un indispensable sustento ético y de construcción de valores. Es posible decir, entonces, que se forma ciudadanía ambiental, entre otras acciones, cuando (Tréllez, 2005):

• Se apoya el reconocimiento y defensa de los derechos a la vida, al desarrollo sustentable, a un ambiente sano.

• Se promueve el ejercicio de los deberes ambientales, diferenciando a los sectores y grupos, en sus respectivas responsabilidades.

• Se crean, refuerzan o promueven mecanismos e instrumentos efectivos de participación ciudadana para el ejercicio de los derechos y deberes ambientales.

• Se forma a los ciudadanos y ciudadanas para participar directamente en procesos de gestión ambiental, en defensa del patrimonio natural y cultural, en defensa de la vida.

• Se realizan actividades de participación efectiva de la ciudadanía en dichos procesos, a diversos niveles y con diferentes responsabilidades.

21En el curso de los procesos de educación ambiental tenemos que activar la conciencia de nuestros derechos, procurando con ello, en primer término, su reconocimiento, y en segundo término, la promoción activa

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