Aspectos relevantes del siglo XIX
erikavictoriaTutorial3 de Agosto de 2012
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ASPECTOS RELEVANTES DEL SIGLO XIX
1.- Auge y expansión del Imperio Británico en el Siglo XIX
El Imperio británico comprendió los dominios, colonias, protectorados y otros territorios gobernados o administrados por el Reino Unido entre los siglos XVI y XX.
Durante las primeras décadas del siglo XX, el Imperio británico abarcaba una población de cerca de 458 millones de personas y unos 33.700.000 km², lo que significaba aproximadamente una cuarta parte de la población mundial y una quinta parte de las tierras emergidas.
El imperio Británico, es tal vez uno de los imperios mas influyentes del pasado, ya que su herencia cultural es el legado de las mayores potencias mundiales. Países como Estados Unidos, Canadá, y Australia son parte de la historia de este gran imperio que hasta la fecha es de los imperios europeos que más territorios y países ha abarcado.
Tal vez el imperio Británico fue el segundo imperio más grande del pasado, ya que lo precede el imperio español, en realidad, podría decir que con el imperio español iba a la par sin embargo el legado histórico, cultural, y socio político que ha dejado el imperio británico es el mayor evidenciado en la historia. Tenía, influencia en Norteamérica, una colonia suramericana, en las islas caribe tenían dominios, colonias en África, la península itálica tenia parte británica, y toda Australia.
En esencia, el Imperio Británico son territorios vinculados por su lealtad a la monarquía británica, compuesto principalmente por aquellas áreas que quedaron sometidas a la jurisdicción oficial de Inglaterra (Gran Bretaña a partir de 1707) desde finales del siglo XVI hasta el siglo XX, aunque el tipo de dominio ejercido por la metrópoli varió considerablemente a lo largo del tiempo.
El Imperio Británico no se había constituido aun cuando la reina Isabel I ascendió al trono en 1558. Las bases de este Imperio se sentaron durante su reinado, gracias al desarrollo de la Marina inglesa (Francis Drake dio la vuelta al mundo entre 1577 y 1580), el inicio de una ofensiva comercial en ultramar (la Compañía de las Indias Orientales se fundó en 1600) y la rivalidad con la Monarquía Hispánica. La colonización inglesa no se había extendido hasta el reinado de Isabel I más allá de la colonia irlandesa del Ulster: el primer asentamiento inglés en la costa norteamericana, realizado por Walter Raleigh, en 1585, en la isla de Roanoke (en el actual estado de Carolina del Norte), fue la primera experiencia colonial ultracontinental. Sólo después de que se firmara la paz con España (1604), fue posible acometer nuevas empresas.
Cuando a partir de 1739 se reanudó el periodo bélico en Europa (con la denominada guerra de la Oreja de Jenkins), Gran Bretaña se encontraba en situación de realizar conquistas territoriales a expensas de Francia, especialmente durante el gobierno del primer ministro William Pitt el Viejo. El general Jeffrey Amherst capturó las fortalezas francesas de Louisburg en 1758, abriendo así una vía de acceso al valle del San Lorenzo; al año siguiente, el general James Wolfe conquistó Quebec en una batalla en la que tanto él como el general francés marqués de Montcalm perdieron la vida. El destino de Nueva Francia estaba decidido. Las fuerzas británicas del Caribe tomaron muchas de las islas azucareras francesas.
Lo cierto es que, después de 1919, Gran Bretaña no sólo se encontraba agotada internamente, sino que su Imperio estaba disperso desde el punto de vista estratégico. Las décadas de 1920 y 1930 se caracterizaron por la búsqueda de nuevos medios para hacer funcionar al Imperio con menos gastos y disminuir el riesgo de su fragmentación. Irak y Egipto obtuvieron la independencia en 1932 y 1936, respectivamente.
Estas repercusiones no tardaron en apreciarse en el sur de Asia, donde obtuvieron la independencia India y Pakistán (1947), Ceilán (1948) y Birmania (1948), y sólo esta última permaneció en la Commonwealth. Gran Bretaña renunció a su mandato sobre Palestina en 1948. En África sólo se previeron pequeñas concesiones con respecto al autogobierno, pero las rebeliones de Accra (febrero de 1948) inauguraron una transición relativamente rápida en la Costa de Oro (más tarde Ghana), que en 1957 pasó a ser la primera colonia británica al sur del Sahara que obtuvo la independencia (en el norte, Sudán había conseguido la independencia en 1956). La presencia de colonos blancos en el África central y oriental ocasionó situaciones más complejas y conflictivas en ocasiones (éste fue el caso de la rebelión Mau-mau en Kenia después de 1952).
Sin embargo, el gobierno conservador de Harold Macmillan reconoció ciertos aires de cambio en África después de 1959, que culminaron con la independencia de Nigeria (1960), Sierra Leona (1961), Tanzania (antigua Tanganica, 1961), Uganda (1962), Kenia (1963), Zambia (antigua Rhodesia del Norte, 1964), Malawi (1964), Gambia (1965), Botsuana (antigua Bechuanalandia, 1966) y Suazilandia (1968). Tanto éstas como otras transferencias de poder se realizaron de forma pacífica, a excepción de Rhodesia, donde la rebelión iniciada por la población blanca provocó dos años de guerra de guerrillas antes de que se constituyera legalmente Zimbabue en 1980. No se produjeron conflictos de este tipo en las Indias Occidentales, aunque la disolución de la Federación de las Indias Occidentales, que había sido fundada en 1958, supuso la consecución de la independencia para varias islas que carecían de viabilidad como unidades independientes: Jamaica y Trinidad se independizaron en 1962, y las demás islas siguieron su camino posteriormente.
A lo largo de todo este proceso, los gobiernos británicos no opusieron resistencia a la descolonización, a condición de que fuera posible transferir el poder a regímenes amistosos. Cuando el prestigio británico se vio dañado, como en el caso de la guerra de las Malvinas (1982), la respuesta fue agresiva. El desarrollo de una Commonwealth multirracial, igualitaria, de escasa utilidad aunque con afán de cooperación transcurrió paralelo al final del Imperio Británico.
2.- La Guerra de Secesión: Causas. Consecuencias
Se conoce con el nombre de “Guerra de Secesión” a la guerra civil librada en Estados Unidos entre el norte industrial y democrático y el sur agrario y esclavista. También podría calificarse como el enfrentamiento entre una economía industrial que a través de las aduanas establecía políticas proteccionistas y una economía rural productora de materias primas que compraba Europa y, particularmente, Inglaterra.
Hechas estas consideraciones generales, conviene advertir que en historia siempre es posible establecer otras lecturas, porque el caso que nos ocupa se resiste a someterse a una exclusiva mirada, sobre todo cuando esas miradas transforman a un hecho complejo en un trivial concurso entre buenos y malos, a los que tanta ligereza y entusiasmo mercantil suelen adherir personajes como O’ Donnell y Pigna.
Por ejemplo, no deja de llamar la atención que este sur agrario y liberal, fuera al mismo tiempo portador de hondas tradiciones señoriales y populares que le otorgarían a esta región un aura cultural trágica que enriquecerían de manera notable la literatura y el arte americano. William Faulkner, Carson McCullers, Tennessee Williams o Flannery O’Connor, son algunos de los testimonios de esta cultura atravesada por el fatalismo, el resentimiento, la derrota y los delirios de grandeza de una sociedad jerárquica, injusta y violenta que desataba pasiones incontrolables, amores borrascosos y soledades infinitas.
La “Guerra de Secesión” duró cuatro años y cosechó la friolera de un millón de muertos en un país que entonces sumaba alrededor de 33 millones de habitantes, un dato que merece contrastarse con la Argentina que para esos años apenas superaba el millón de habitantes, lo que le otorgaba a ese “Desierto en la Nación...” un conjunto de tareas y prioridades que poco y nada tenían que ver con las que estaba afrontando Estados Unidos.
El tema de la libertad de los esclavos fue una de las banderas de la lucha en esta guerra, pero no fue la más importante o, en todo caso, no fue la única. El presidente Abraham Lincoln al asumir el cargo se manejó con mucha prudencia, al punto que la causa que precipitó la guerra no fue la esclavitud, sino la secesión de los llamados Estados Confederados.
Lincoln se resistió al principio a hacer de la esclavitud una bandera de lucha, no porque no creyera en ella, sino porque consideraba mucho más importante asegurar la unidad de la Nación. En los Estados del norte la esclavitud había sido derogada a principios del siglo XIX; pero para 1860 lo que se discutía no era la esclavitud en los Estados del sur, sino el derecho a decidir en este tema de los nuevos Estados que se constituían a través de la conquista del oeste y la fiebre del oro en California. Para los farmers y los vaqueros lanzados hacia el oeste la esclavitud no era necesaria. Ello no significaba que no miraran con desprecio a los negros y en ese desprecio incluyeran a los chinos y los indios, pero desde el punto de vista económico su actividad estaba más relacionada con el mito del granjero libre o el aventurero que se hacía a sí mismo, que con la plantación y las cabañas del Tío Tom.
Lo que los dirigentes del sur observaron es que a medida que el ferrocarril y los colonos se extendían, la economía esclavista se aislaba. ¿Era indispensable para estos Estados el esclavismo? Algunos historiadores hoy relativizan la respuesta a esta
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