CONFLICTOS ESCOLARES
ceaph3 de Abril de 2014
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El conflicto es inherente y necesario a la convivencia humana. Sin embargo sería igualmente desmesurado caer en el extremo opuesto y llegar a desea e incluso provocar conflictos. La vida, y. por supuesto la vida escolar, ya nos, plantea de manera natural una dosis suficiente de problemas y a poco que tengamos algo de tacto nos permite también etapas de mayor estabilidad. Ni todo es conflicto ni todo es consenso. Las relaciones interpersonales y la vida institucional recalan por igual en ambos estados.
No parece, pues, que el conflicto sea un mal absolutamente demoníaco. Sino un síntoma de que algo no satisface a todos y muy posiblemente de que algo no funciona muy correctamente. Por lo tanto, el conflicto es más una señal de alarma que nos indica que debemos optimizar algún aspecto de la vida que un desastre irremediable. En consecuencia, no resulta en modo alguno exagerado si decimos que necesitamos el conflicto para progresar. Es necesario que aparezcan desacuerdos y diversidad de opiniones para que el diálogo pueda orientarse de verdad en una dirección constructiva. De ahí que los conflictos no siempre sean acontecimientos indeseables, ni necesariamente destructivos. A veces son una oportunidad de desarrollo personal, de mejora de la convivencia y de optimización institucional.
Si curando aparece un conflicto evitamos caer en el catastrofismo y logramos crear un clima de análisis de los factores que lo provocan estaremos haciendo la mejor contribución al cambio y muy probablemente la mejora de la convivencia escolar en su conjunto. Tanto el desarrollo personal como el progreso de las instituciones sociales - y muy claro está -- también de la escuela- precisan la aparición de nuevos elementos, de nuevos deseos o de nuevos puntos de vista que rompan situaciones de estabilidad que han envejecido. Tales novedades no sólo provocan crisis, sino que también son el germen de nuevas posibilidades.
La expresión “resolución de conflictos” se ha convertido ya en el rótulo que designa ideas y procedimientos para abordar los conflictos, en nuestro caso para tratar los conflictos escolares. Sin embargo, hemos de matizar algo de lo que suele sugerir dicha expresión. La resolución de conflictos no es la panacea que los elimina y además mejora las instituciones; tampoco designa la esperanza exagerada de que los conflictos pueden llegar a desaparecer y que es deseable que así sea.
La resolución de conflictos tan sólo pretende evitar la aparición de respuestas claramente erróneas y, sobre todo, intenta transmitir algunos conocimientos y algunas pautas de conducta para tratar de modo cooperativo los conflictos. Eso a veces significará su solución, pero en otros casos obtendremos resultados aparentemente más modestos; la gestión positiva de los conflictos, el logro de acuerdos limitados pero constructivos, o la participación de las partes aunque las posturas respectivas puedan seguir estando enfrentadas. Por lo tanto, no podemos esperar resultados milagrosos de técnicas de resolución de conflictos, sino la posibilidad de desarrollar ciertas capacidades personales que predispongan acuerdo y a la resolución cooperativa de las situaciones de conflicto.
Situaciones de conflicto en la escuela ¿A qué nos referimos cuando hablamos de conflictos escolares? Estamos pensando en una amplia gama de situaciones en las que se produce una divergencia de intereses o perspectivas en el mismo fuero interno de un sujeto, en la relación de éste con otras personas, o entre grupos más o menos homogéneos de una institución. En el entorno de la escuela pueden manifestarse múltiples conflictos.
No todas las situaciones de conflicto permiten con igual facilidad la aplicación de estrategias de negociación o de cooperación. Es el sentido común el que dicta a menudo qué es lo más accesible en cada caso
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