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CUENTO UN BUEY HERMOSO

gladysolmos13 de Noviembre de 2013

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UN BUEY HERMOSO

En Takkasila, hace muchos siglos, nació un tierno becerro.

Fue adquirido por Amir, un hombre rico, que lo llamó Hermoso.

Lo atendía adecuadamente y lo alimentaba con lo mejor.

Cuando Hermoso se convirtió en un buey grande y potente, pensaba con gratitud: “Mi amo me dio todo. Me gustaría agradecer su ayuda” Un día le propuso:

- Mi señor. Busque a algún ganadero orgulloso de sus animales. Dígale que puedo tirar de ciencarro cargados al máximo.

Amir aceptó y visitó a un mercader.

- Mis bueyes son los más fuertes – comentó éste.

- No. El mío puede tirar de cien carros cargados – respondió Amir.

Apostaron mil monedas de oro y fijaron un día para la prueba.

El mercader amarró cien carros llenos de arena para volverlos más pesados. Cuando comenzó la prueba, Amir se subió al primero.

No resistió el deseo de darse importancia ante quienes lo veían. Hizo sonar su látigo y le gritó a Hermoso:

- Avanza, animal tonto.

Hermoso pensó: “Nunca he hecho nada malo y mi amo me insulta”. Permaneció fijo en el tirar.

El mercader rió y pidió el pago de las monedas.

Cuando volvieron a casa Hermoso le preguntó a Amir:

- ¿Por qué estás tan triste?

- Perdí mucho dinero por ti.

- Me diste con el látigo. Me llamaste tonto.

Dime, ¿en toda mi vida rompí algo, ó te causé algún perjuicio? – preguntó Hermoso.

- No – respondió el amo.

- Entonces ¿Por qué me ofendiste? La culpa no es mía, sino tuya… Pero como me da pena verte así, acude con el mercader y apuesta de nuevo: que sean dos mil monedas. Eso sí: usa conmigo sólo las palabras que merezco.

El mercader aceptó pensando que volvería a ganar.

Todo estuvo listo para la nueva prueba. Cuando Hermoso tenía que tirar de los carros, Amir le tocó la cabeza con una flor de loto y le pidió:

- Hermoso, ¿podrías hacerme el favor de jalar estos cien carros?

Hermoso obedeció de inmediato y con gran facilidad los desplazó.

Incrédulo, el mercader pagó las dos mil monedas de oro. Quienes presenciaron la sorprendente mestra de su fuerza llenaron al buey de mimos y obsequios. Pero más que el dinero, Amir apreció la lección de humildad y respeto que había recibido.

Leyenda De Bután.

Mensaje: “La bondad es el principio del tacto, y el respeto por los otros es la primera condición para saber vivir” (Henri Frederic Amiel)

DOS HERMANOS

Cuando su padre murió, dos hermanos, llamados Jacinto y Rosendo, heredaron sus tierras. Para obrar con prudencia las dividieron en partes iguales y cada uno se dedicó a las tareas de labranza y cultivo del maíz.

Pasaron los años. Jacinto se casó y tuvo seis hijos. Rosendo permaneció soltero. A veces no podía dormir pensando algo que le preocupaba. “No es justo que estas tierras estén divididas a la mitad. Jacinto tiene seis hijos que debe alimentar, vestir y educar. Yo no tengo familia, el necesita más maíz que yo”

De este modo, una madrugada decidió ir a su propio depósito. Tomó cuatro pesados costales y cargándolos, atravesó la colina que separaba su rancho del de Jacinto. Entró a escondidas al depósito de éste y allí los dejó. Rosendo regresó a su casa pensando, feliz, que sus sobrinos estarían mejor. Durmió profundamente.

Por aquellos días Jacinto también estaba preocupado: “No es justo que estas tierras estén divididas a la mitad. Rosendo no tiene familia. Cuando yo llegue a viejo mis seis hijos nos cuidaran a mí a mi esposa. Pero a él ¿Quién le dará sustento? Debería tener más maíz que yo para vivir tranquilo en su ancianidad” pensaba.

De este modo, en la misma madrugada, pero a una hora distinta, tomó cuatro costales de maíz. Cargándolos, los llevó y los dejó en el depósito de Rosendo.

Regresó a su casa pensando, feliz, que su hermano estaría mejor. Durmió profundamente.

Al día siguiente uno y otro quedaron sorprendidos al comprobar que tenían la misma cantidad de maíz que la noche anterior.

Cada uno, por su lado, pensó: “tal vez no llevé la cantidad que supuse. Esta noche llevaré más” Y así lo hicieron aquella madrugada.

Cuando salió el sol se sintieron más perplejos que antes pues hallaron la misma cantidad de siempre, ni un costal menos. “¿Qué está pasando?” se decía cada uno “¿Acaso lo soñé?”. Decidió a no caer en la misma situación Rosendo llenó un pequeño carro con doce costales. Jacinto hizo lo mismo. Con dificultades, fueron tirando de él por la colina, antes de apuntar el alba.

Cada uno subía por su lado de la colina. Cuando Rosendo se hallaba casi en la cima alcanzó a ver una silueta bajo la luz de la Luna, que venía de la otra dirección. A Jacinto le pasó lo mismo ¿De quién podría tratarse? ¿Era, tal vez, un cuatrero? ¿Se trataba, quizás, de un forajido?

Cuando los dos hermanos se reconocieron entendieron qué había pasado. Durante las noches anteriores sólo habían estado intercambiando costales de maíz entre un deposito y otro. Sin decir palabras dejaron sus cargas a un lado y se dieron un largo y fuerte abrazo.

(Adaptación de un cuento judío)

Mensaje: Para practicar la bondad, no actúes de manera automática en ningún caso. Aunque sea por unos instantes haz un alto y reflexiona sobre lo que ocurre a tu alrededor, en tu casa, en tu escuela, en tu trabajo, en tu país. Si sientes el impulso de ayudar hazlo. Prepárate para recibir, y aceptar, la bondad de los demás. Si alguien te ofrece su ayuda acéptala.

NAVIDAD ES COMPARTIR

CUENTO SOBRE NAVIDAD

Eran días de Navidad, y las casas estaban adornadas de luces multicolores y preciosos árboles con bombitas muy llamativas.

Los niños también jugaban muy alegres en las calles, todo era felicidad, pues esperaban el nacimiento del Niño Jesús.

Lupita era una niña que tenía muchos juguetes y peluches, le gustaba jugar y compartir con todas sus amigas. De pronto llegó Rafael, un niño muy inquieto que comenzó a quitarle algunos juguetes que ella tenía, entonces Lupita comenzó a llorar.

• Dame mi peluche Rafael, ¿por qué me lo quitas? Buuu, buuu… ¡No lo jales! Lo vas a romper.

• Yo quiero jugar solo y este osito de peluche me gusta –dijo Rafael.

• Pero podemos jugar juntos sin pelear –dijo Lupita.

• Yo quiero todo para mí solo –decía Rafael.

Los niños siguieron peleando por los juguetes y de pronto apareció un ángel, vestida toda de blanco con una luz que la iluminaba mucho, era Betsy.

• Rafael y Lupita, ¿por qué pelean tanto?, ¿no saben que es Navidad?, tiempo de amor y paz. Ya muy pronto nacerá el Niño Jesús y ustedes deben ser buenos amigos –les dijo Betsy.

• Yo quiero jugar con Rafael sin pelear pero él me quita todos los juguetes

• dijo Lupita.

• -A mí me gusta jugar solo –dijo molesto Rafael.

Betsy les explicó que es muy bonito tener amigos para que puedan ayudarse y acompañarse cuando lo necesiten, además que así harían muy feliz al Niño Jesús.

Después de la explicación de Betsy, Rafael entendió lo importante que es la amistad, se disculpó con Lupita y los dos niños se convirtieron en grandes amigos y juntos esperaron la llegada de la Navidad.

EN LA PUERTA DEL CIELO

Llega la clausura del colegio, y con la alegría de las vacaciones también asoma cierta tristeza de sabernos separados de los maestros y discípulos de nuestra querida sección. Pronto será Navidad y es la profesora María del Carmen quien nos dice:

- Acompáñenme sólo un momento.

La seguimos y entramos al aula con ella. Allí enfatiza lo maravilloso de la Navidad, y en homenaje a Jesús, nos relata un pasaje de su divina existencia:

- Desde que en su humilde casa tiene al Hijo del Padre Eterno, José se siente dichoso, cual si estuviera en el cielo.

Luego nos dice que la vida de Jesús y su Divina Familia fue difícil, pero alentada por el amor y el trabajo:

- Los sudores que le cuesta a José ganar su pobre sustento; la persecución de Herodes; las angustias del destierro, ¡todo lo entrega al olvido con un amor tan inmenso!

Y la profesora María del Carmen, feliz, relata cuando Jesús tiene siete u ocho años, casi como nosotros, en un episodio que desconocíamos:

- Apenas la dulce aurora pinta de rosa los cielos, de su cariñosa Madre, dejando el cándido seno, José ya mira embelesado al Niño trabajar de carpintero.

Y agrega este tierno diálogo entre Padre e Hijo:

- ¿Qué

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