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python27 de Noviembre de 2013
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CAPÍTULO I
LA SOCIEDAD MEXICANA HOY
La variedad de paisajes naturales y urbanísticos tiene una incidencia
preponderante en las diferentes formas culturales e idiosincrasias
que han conformado la sociedad mexicana a lo largo del tiempo. En particular ha definido muchos aspectos intrínsecos de culturas
indígenas que, junto con otros grupos, enriquecen la vida cultural
del país. De este modo, la diversidad biológica y cultural han propiciado
una muy rica gastronomía, una amplia gama de métodos
tradicionales de diagnóstico y remedio de enfermedades, ritos, mitos,
artes, cantos, prácticas, tabúes, pluralidad física, lingüística y
psicológica, de formas de inteligencia y de comprender, de pensamiento
lógico, analítico o intuitivo y, por lo tanto, de conciencias.
Todo esto nos hace únicos, ha moldeado nuestro carácter y
engendrado nuestra conciencia de unidad como nación; junto con
los contrastantes niveles sociales y económicos, también define las
peculiaridades de nuestros problemas, pero sobre todo nos brinda
un enorme potencial como sociedad para resolverlos de manera
creativa e innovadora, de acuerdo con los requerimientos que la
multiplicidad impone. México es inmensamente rico y profundamente pobre. Severas
diferencias socioeconómicas afectan a su población. Millones
de personas son analfabetas funcionales, el acceso a la educación y
a la cultura es aún limitado, aún subsisten problemas de discriminación
sexual y racial, una arraigada desconfianza hacia las instiPropuestas
propuestas para el país que necesitamos
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tuciones gubernamentales, ligada a corrupción y mal manejo de
los recursos económicos. Existen fuertes problemas ambientales y
la población no está aún plenamente sensibilizada al respecto. No
hemos logrado a plenitud una cohesión social que permita, por
ejemplo, la integración de los pueblos indígenas a las dinámicas del
resto de la población mexicana; lo anterior sin perder su identidad
y valorando todas las diferencias culturales y su potencial generador
de nuevas soluciones para conflictos sociales y ambientales.
No resulta fácil definir a la sociedad mexicana de hoy. Si dejamos
de lado la retórica no es fácil explicar su estructura y su comportamiento. Es
una sociedad compleja, de rostros diversos, con
amplias diferencias. Es también una sociedad contradictoria: coexisten
los rostros más progresistas y los más conservadores, grupos
con formas de pensar y de vivir aferrados a nuestros más desafortunados
estereotipos, y otros con una amplia libertad de pensamiento,
según las pautas más nobles de interrelación social y de
género.
El norte y el sur son, por decir lo menos, completamente ajenos
el uno al otro y en buena medida desconocidos el uno para el
otro. Podríamos considerar que el centro —los estados de Guanajuato,
Hidalgo, Puebla, de México, Tlaxcala, Morelos y Querétaro—
son la mayor confluencia de las diversas idiosincrasias
nacionales, pero en esto también hay reservas. Las diferencias culturales
entre las costas del Pacífico y del Atlántico son también
acentuadas. Tabasco y Veracruz son muy diferentes de Sinaloa o
Oaxaca, como también lo es la costa tamaulipeca de la nayarita. Para un extranjero, es difícil comprender que en el mismo territorio
habiten yucatecos y sudcalifornianos, paradójicamente ambos
reservados y celosos de su tierra, quizá por ser equidistantes, por
su lejanía “de todo lo demás”.
En ocasiones solemos considerar que la diversidad cultural
de México está enmarcada básicamente por sus grupos indígenas,
aproximadamente 56, entre los que se conservan vivas 50 lenguas. Y estos grupos no sólo están en el sur y el centro de México sino
también en algunos estados del norte como Sonora, Chihuahua y
Sinaloa. Me atrevo a decir también que podemos encontrar numerosos
textos que ilustran la pluralidad cultural de México según los
la sociedad mexicana hoy
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grupos étnicos, y creo que no es así: la variedad étnica forma parte
de la gran diversidad cultural de México, es uno de sus componentes
pero no la define. Recordemos que las etnias apenas llegan
a siete millones de personas, en números cerrados.
La gama cultural —costumbres y tradiciones, la mayoría anteriores
a la Independencia; historias regionales y locales; expresiones
creativas de gran fuerza, desde lo popular hasta las bellas artes; una
muy amplia variedad culinaria— caracteriza a todo el territorio
nacional y sin duda es de una gran riqueza humana y social.
Hay sectores de la sociedad mexicana que aprecian a los extranjeros
y conviven sanamente con ellos, celebrando que hayan
escogido nuestro país para desarrollarse (a mucha gente de otras
latitudes nuestro país le gusta precisamente por sus habitantes y la
fuerza de su cultura), mientras otros expresan constantes manifestaciones
xenófobas, que a fin de cuentas sólo ponen de relieve los
miedos y complejos más acendrados.
A la vez, el lento avance económico y las profundas desigualdades
han ido dando un margen creciente a la intolerancia, el
resentimiento, al hecho de culpar a otros por nuestras carencias. Estas conductas se manifiestan en la vida cotidiana y a veces encuentran
cauce en las expresiones más primarias de la agresión al
otro y en una autoafirmación de grupo amparada en lo excluyente. Pero también me atrevo a decir que si el agresor y el sectario son
culpables, quienes hemos tenido otras oportunidades no somos
inocentes.
No debemos tener miedo a reconocer que somos, en muchos
aspectos, una sociedad clasista y esta conducta se expresa de un
grupo social a otro. Orgullosos de nuestro nacionalismo, hay quienes
tienen conductas racistas con nuestros propios coterráneos, un
racismo que también alimenta el clasismo y viceversa.
Hay grupos aferrados a los estereotipos: el machismo, las conductas
preconcebidas y los prejuicios, y ven como natural la degradación
de la mujer o su posición en un segundo plano familiar
o social. Una de cada cuatro personas “está de acuerdo con que
muchas mujeres son violadas porque provocan a los hombres”, y
para 40% de la población las mujeres que quieren trabajar deben
hacerlo en “tareas propias de su sexo”. A la vez, de acuerdo con
propuestas para el país que necesitamos
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datos de 2009, sólo cuatro de cada diez aceptarían en su casa a un
homosexual, una lesbiana o un enfermo de sida.
Sin embargo, hay otros que se muestran más abiertos a nuevas
formas de vida, manifestaciones culturales y tipos de relación. Entre los jóvenes se halla el mayor porcentaje de quienes ven el
mundo con ojos menos prejuiciados, más abiertos a la recepción,
respeto y comprensión del otro.
Todo este conjunto de diferencias arraigadas por desequilibrios
estructurales vinculados al reparto del ingreso, las oportunidades
de desarrollo, los saldos pendientes en educación y la falta
de civilidad, hacen más complejas las transformaciones, los cambios
y la comunicación entre distintos sectores sociales. En suma,
dificultan las coincidencias.
Por otra parte, no podemos olvidar que las manifestaciones
menos desarrolladas de los medios de comunicación, principalmente
la radio y la televisión, con un distorsionado sentido del
humor, del chiste y de lo gracioso, continúan, en aras del rating,
produciendo y difundiendo programas en los cuales los componentes
más desafortunados de nuestra conducta social se ven reflejados y
estimulados como si fueran motivos de orgullo y satisfacción; acuden
a estereotipos elementales y grotescos, que lo mismo se exaltan
el machismo más abyecto que el matriarcado más desaforado, o se
hace burla y escarnio de algunas preferencias sexuales.
Sin embargo, hay un rasgo común en toda esta pluriculturalidad
mexicana que conforman los 110 millones de habitantes que
pueblan los estados de la república y el Distrito Federal: luchan y
quieren un país mejor; a veces sus esfuerzos dan frutos, otras parecen
estar condenados, decenio tras decenio, a la desesperanza. Es
una sociedad que a pesar de las crisis no se da por vencida. Siempre
encuentra, la forma de salir adelante; no es gratuita la expansión
del comercio informal en todo el país. Es una sociedad
familiar y comunitariamente solidaria, pero esto a veces también
la hace poco participativa en objetivos más amplios y menos gremiales.
A veces con humor o sin él; en ocasiones con tolerancia y respeto,
en otras con agresiones diversas, todos expresan sus anhelos y
frustraciones y también, debemos aceptarlo, una resignación sorda
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que poco a poco va acentuando el individualismo y los afanes personales
en convivencia con expresiones revanchistas. Basta leer los
comentarios que expresan los lectores en las páginas
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