Caso Sports
daliapq29 de Junio de 2014
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CASO: SPORT CARS
Un viernes a las 6 am dos jóvenes trabajadores de la línea de automóviles de la empresa Sport Cars, disgustados porque no pudieron lograr que transfirieran a su supervisor, cortaron el suministro de energía eléctrica de una línea de ensamble de automóviles y la cerraron.
El área de suministro de energía, que contenía transformadores, interruptores y otros equipos eléctricos de alto voltaje, estaba ubicada cerca del centro de la planta, en un lugar que medía 2 x 2.5 m. Una reja de acero corrugado de 3.5 m de alto, y una puerta de la misma altura que permanecía cerrada, protegían el área como medida de seguridad.
Escalando la reja, los dos trabajadores de la línea de ensamble, José Castillo y Vladimir Cornejo, lograron entrar al área de suministro de energía eléctrica. Una vez dentro, detuvieron la línea de ensamble al abrir los interruptores y cortar el suministro de energía.
Como el procedimiento para atender quejas del sindicato estaba sujeto a demasiadas normas y formatos que llenar, era demasiado lento y no les satisfacía, Castillo y Cornejo, que trabajaban como soldadores cerca de 20 años, y que eran muy amigos de la mayoría de trabajadores, decidieron arbitrariamente tomar el asunto en sus manos. Sus compañeros, animados por la dramática protesta y la interrupción de la línea de ensamble, se congregaron alrededor del área cercada y alentaban a los dos hombres que estaban dentro. Como respuesta, Castillo y Cornejo gritaban: “Cuando se corta la energía se accede al poder”. Estaban a punto de convertirse en héroes populares para sus compañeros de la línea y para los trabajadores de otras líneas, como pintura, acabados, limpieza, que también se habían acercado y con los que integraban el equipo de fútbol de la empresa.
Pedro García, quien se desempeña como supervisor de Castillo y Cornejo, así como de todos los trabajadores de las áreas de pintura, limpieza y metalmecánica, era el blanco de su protesta y ocupaba el puesto de supervisor desde hacía dos meses. Era un hombre que había trabajado para el Ejército durante más de una década y era considerado un líder nato pues siempre lograba sus metas de producción, a pesar que daba un trato muy impersonal a sus subordinados a los cuales los llamaba por el cargo que ocupaban, soldador uno, soldador dos, etc. Justamente García aducía que la producción en la línea de ensamble no había alcanzado sus metas en los últimos 5 meses y que el administrador de la planta lo había contratado para mejorar esa situación. En el poco tiempo que García llevaba trabajando como supervisor, la producción había aumentado considerablemente, a pesar que existía disconformidad de algunos grupos de operarios que se quejaban por “tener que trabajar más” que otros grupos o porque los plazos eran “injustamente distintos” entre los diferentes grupos.
García argumentaba que si lo transferían se sentaría un mal precedente a largo plazo. “Si la compañía decide transferirme generará una situación en la cual las operaciones de la planta estarán sujetas a los deseos de cualquier empleado inconforme”, decía; “además seré el hazmerreír de los demás supervisores”.
Un delegado del sindicato señaló que tenía conocimiento que además del maltrato que García les daba era necesario mejorar otras condiciones en la planta, como la comida que se servía en el comedor, la provisión de herramientas personales, la distribución de equipos o el calor de 35 grados en el taller de metalmecánica, el cual provocaba mayor cansancio y desgaste en los operarios que realizaban tareas más pesadas.
El administrador de la planta convocó a los supervisores de las 6 líneas de producción a una reunión de urgencia para recabar sus opiniones y decidir entre todos las medidas a tomar. Cada minuto que trascurría
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