Crear O Morir
gabrielasv19 de Abril de 2015
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El mundo que se viene
Estamos entrando en un periodo de transformación radical
Palo Alto, California. El primer lugar que visité cuando empecé a escribir
este libro fue Silicon Valley, California, el indiscutido centro de
la innovación a nivel mundial y la sede de Google, Apple, Facebook,
eBay, Intel y miles de otras compañías de alta tecnología. Quería averiguar
cuál era el secreto del éxito de Silicon Valley y qué pueden hacer
otros países para emularlo. Tenía mil preguntas en la cabeza.
¿A qué se debe la impresionante concentración de empresas innovadoras
globales en esa área del norte de California, en los alrededores de
San Francisco? ¿Es que el gobierno de Estados Unidos ha designado esa
área como polo de desarrollo tecnológico y proporciona a las empresas
de tecnología enormes facilidades para que se establezcan allí? ¿Es que
el estado de California les da exenciones fiscales? ¿O las compañías tecnológicas
llegan a Silicon Valley atraídas por los contratos de la industria
de defensa, o por la cercanía de la Universidad de Stanford, una de
las mejores del mundo en investigación tecnológica y científica?
Mi primera escala después de rentar un auto en el aeropuerto de
San Francisco fue Singularity University, uno de los principales centros
de estudios sobre la innovación tecnológica. Tenía una cita allí
con Vivek Wadhwa, vicepresidente de innovación e investigación de
la universidad, profesor de las Universidades de Duke y Emory, y un
gurú de la innovación que escribe regularmente en The Wall Street
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Journal y en The Washington Post. Wadhwa me había sugerido que fuera
esa semana para presenciar un seminario al que acudirían empresarios
de todo el mundo para escuchar varias conferencias sobre las
últimas novedades en materia de robótica, nanotecnología, exploración
espacial, cibermedicina y otras disciplinas del futuro. Pero mi
mayor interés era entrevistarlo a él. Wadhwa había estudiado el tema
de la innovación como pocos y tenía una visión global que lo distinguía
de muchos otros expertos estadounidenses.
Cuando llegué a Singularity University, tras manejar unos 45
minutos hacia el sur de San Francisco, lo primero que me llamó la
atención fue lo poco impresionante que era su sede. Lejos de encontrarme
con una torre de cristal, o con un edificio ultramoderno, la
universidad —que no es una universidad típica, porque no da títulos
de licenciatura o maestría sino cursos a empresarios y a emprendedores
calificados— era un viejo edificio que alguna vez había sido una barraca
militar. Estaba en el Parque de Investigación Ames de la nasa que
fue construido en la década de los cuarenta y había pasado a la nasa
en 1958, pero que ahora era rentado a empresas tecnológicas de todo
tipo. Casi todos sus edificios eran barracas militares de dos pisos, pintados
del mismo color. Y Singularity University era apenas una barraca
más, con un cartelito en el césped que la identificaba como tal.
Wadhwa me recibió con la mayor cordialidad y me condujo a una
salita de conferencias para poder hablar tranquilos. Era un hombre de
mediana edad, que vestía una camisa blanca abierta al cuello, sin corbata,
como casi todos los que lo rodeaban. Según me contó, nació en
India y fue criado en Malasia, Australia y varios otros países donde
su padre, un diplomático de carrera, había estado destinado. A los 23
años de edad, cuando su padre fue trasladado a las Naciones Unidas,
Wadhwa se mudó a Nueva York, donde hizo una maestría en administración
de empresas en la Universidad de Nueva York. Tras su graduación,
empezó a trabajar como programador de computación y a
juntarse con otros colegas para iniciar varias empresas, una de las cuales
al cabo de unos años fue vendida en 118 millones de dólares. Algunas
décadas después, tras sufrir un infarto que lo llevó a buscar una vida
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más tranquila, Wadhwa se dedicó de lleno a la enseñanza y a la investigación
relacionada con la innovación.
El secreto es la gente
Cuando le pregunté cuál es el secreto de Silicon Valley, me dio una
respuesta de tres palabras que resultó muy diferente a la que me esperaba.
“Es la gente —respondió—. El secreto de Silicon Valley no tiene
nada que ver con el gobierno, ni con los incentivos económicos, ni con
los parques tecnológicos, ni con los parques científicos, ni con nada de
eso, que es una perdedera de dinero que no sirve para nada. El secreto
es el tipo de gente que se concentra aquí.”
Lo miré con cierta incredulidad, sin entender muy bien qué quería
decir. ¿Cuál es la diferencia entre la gente de Silicon Valley y la de
otras partes de Estados Unidos?, le pregunté. Wadhwa respondió que
en Silicon Valley ocurre una peculiar aglomeración de mentes creativas
de todo el mundo, que llegan atraídas por el ambiente de aceptación
a la diversidad étnica, cultural y hasta sexual. Nada menos que
53% de los residentes de Silicon Valley son extranjeros y muchos de
ellos son jóvenes ingenieros y científicos chinos, indios, mexicanos y
de todas partes del mundo, que encuentran allí un ambiente propicio
para desarrollar sus ideas, explicó Wadhwa. “La mentalidad de California,
la apertura mental y el culto a lo ‘diferente’ tienen mucho que
ver con el éxito de Silicon Valley —señaló—. Y la presencia de la Universidad
de Stanford, y su excelencia en investigación y desarrollo, sin
duda contribuyó a que tantas empresas tecnológicas vengan aquí.”
“Pero el factor número uno es la gente —insistió Wadhwa—. Lo
puedes ver por ti mismo: vete a caminar por Castro Street, la calle principal
de Mountain View, y vas a ver con tus propios ojos lo que te estoy
diciendo. Los cafés están llenos de jóvenes con sus laptops, metidos de
lleno en sus proyectos de start-ups, consultándose de mesa en mesa sobre
cómo solucionar problemas de software aunque no se conozcan entre sí.
Todos estos jóvenes quieren ser el próximo Mark Zuckerberg”, me dijo.
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Terminada la entrevista, fuimos a Mountain View, la pequeña
ciudad a cinco minutos en auto de Singularity University, para ver
con nuestros propios ojos lo que Wadhwa estaba diciendo. En Castro
Street, la calle principal, había restaurantes chinos, indios, vietnamitas
y mexicanos, junto con clínicas de acupuntura, mercados de comida
macrobiótica y una cantidad inusual de librerías. Era un fenómeno
interesante: en momentos en que las principales cadenas de librerías
en Estados Unidos estaban cerrando, víctimas de la crisis de las editoriales
y de la aparición de los e-books, en Silicon Valley —la cuna de
internet— proliferaban las tiendas de libros de papel. En una sola cuadra
de Castro Street vi tres grandes tiendas de libros —Book Buyers,
East and West, y Books Inc.— repletas de gente.
A pocos metros, en el café Olympus, casi todas las mesas estaban
ocupadas por jóvenes de pelo largo, o colas de caballo, o rapados. Tal
como me lo había advertido Wadhwa, estaban agachados sobre sus
laptops, muchos de ellos con audífonos en los oídos, concentrados a
más no poder en vaya a saber qué programa de software que estaban tratando
de crear. Si alguno de ellos estaba entretenido con un juego en
su pantalla, lo disimulaba muy bien, porque nadie tenía la mirada ociosa
de quienes están matando el tiempo. Pero lo más notable era la mezcolanza
racial: prácticamente no había una mesa en la que no se vieran
juntos jóvenes americanos con chinos, indios, latinos o de otras partes
del mundo. Y en la calle, casi todas las parejas eran mixtas: estadounidense
con china, indio con mexicana, chino con india, etcétera. La
diversidad étnica, cultural y sexual a la que se refería Wadhwa estaba
a la vista por doquier, mucho más de lo que uno está acostumbrado a
ver en ciudades multiculturales como Nueva York o Boston.
Mientras tomábamos un café en Castro Street, y yo trataba de
digerir todo lo que me estaba diciendo Wadhwa, no pude dejar de pensar
que lo que estaba viendo y escuchando era una buena noticia para
muchos países que están tratando de tener sus propios Silicon Valleys:
si el secreto de la innovación radica en el talento de la gente, más que
en los recursos o incentivos económicos, muchos países latinoamericanos
y europeos donde están f loreciendo nichos de creatividad tienen
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una excelente oportunidad de estar entre los líderes de la innovación
en el mundo del futuro.
El potencial de América Latina
A diferencia de la creencia generalizada en círculos académicos y
empresariales, hace algunos años, de que lo más importante para
incentivar la innovación era ofrecer estímulos económicos, o reducir
las trabas burocráticas, o tener un buen clima de negocios, Wadhwa
me estaba diciendo que hoy en día lo más
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