Crisis politica escobar.

Del poder “OBEDIENCIAL” la cuarta tesis de Dussel

Para iniciar una reflexión basada en la tesis del poder “Obediencial” de Dussel es necesario tener en cuenta que parte de una idea positiva de poder, un poder que no ha sido corrompido por la subjetividad del político o en otras palabras, de sus intereses o la de sus asociados. En términos de Dussel “es la fetichizacion del poder mediante la corrupción de la subjetividad del político” (Dussel 2006: 36) lo que despoja al poder de su sentido positivo, en cuanto quien manda deja de mandar por obediencia a sus representados, y aunque en la democracia representativa se genere una ambigüedad por definición propia, la representación es necesaria.

También parte de la diferenciación del que ejerce como político como profesión y el que la ejerce por vocación. El político que ejerce su vida pública como profesión está reproduciendo una lógica  de interés particular articulado a una macro-institucionalidad capturada por elites. Quien ejerce la vida política como “vocación” responde a un llamado de ideales superiores que ejercen como fuerza vinculantes a un mandato que fue depositado en su persona por encargo de un tercero, el pueblo.

Quien “Quien manda mandando” se sincroniza a una dinámica en donde las estructuras de poder son encausadas a privilegiar a un grupo particular. Y es casi una verdad que todos sabemos, aunque a veces olvidada, que difícilmente el interés particular se puede alinear con el interés general, así poderosos bastiones ideológicos liberales lo contradigan.

Aunque el marco un tanto poético e idealista de la figura del que “manda obedeciendo” se asemeje a como dice el texto; a la búsqueda de la justicia política es a la política lo que la búsqueda de la bondad es a la ética, no se puede uno alejar de que  el principio de la representación aunque ambiguo pero necesario

En una sociedad como la colombiana donde unas estructuras de poder casi inalteradas durante 200 años de república han generado procesos de desigualdad e inmovilidad social solo comparables con plantaciones agrícolas en colonias africanas y  la correlación entre la posición y los ingresos de los hijos con los padres es alta, es evidencia de cómo el “mandar mandando” ha garantizado una macro-estructura sesgada hacia la conveniencia de las elites y como la ponderación de las necesidades de las mayorías es obviada en detrimento del bienestar general.

Es natural que en una sociedad de estas características se haya generado un proceso de violencia y conflicto social de la envergadura del colombiano, una guerra civil de casi medio siglo con antecedentes estrechamente relacionados con la configuración misma de la república colombiana es resultado de un proceso sistemático de apartamiento de los intereses generales de los brazos del poder ejecutivo.

En varias ocasiones se han mostrado tenues intenciones de controvertir esta realidad, aparecen proyectos, figuras idílicas que no alcanzan a llegar siquiera a hacer realidad la intención de devolver el poder a los representados, porque siempre termina su vocación de servicio silenciada violentamente, o corren con la irónica suerte de hacerse con el poder y apoyarse en el más de lo conveniente para ilustrar la ambigüedad del concepto de la representación y transferir todo ese mandato a lógicas personales.

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