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Cuando Toda La Adolescencia Ha De Caber En La Escuela Jaume Funes Artiaga


Enviado por   •  18 de Junio de 2015  •  1.693 Palabras (7 Páginas)  •  472 Visitas

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Cae la tarde del viernes en un barrio cualquiera de la periferia de las grandes ciudades, en el rincón de alguna plaza un grupo de adolescentes habla, grita, ríe proporcionadamente; algunos metros más allá, tres o cuatro más hacen quizá lo mismo, pero con una litrona entre las manos. No lejos, bastantes bolli-caos comienzan su aprendizaje discotequero en la sesión de tarde, mientras hacen valer sus 16 años, reales o ficticios, para poder darle a la birra. Muchos otros pasean sus incipientes amores con el entu-siasmo de quien descubre cada día la vida. Entre chupas de cuero, pantalones pitillo, minifaldas y rímel de reclamo, todavía hay quien arrastra la carpeta ola cartera. Hace pocas horas que muchos de ellos estaban en un aula. El lunes, si la Escuela Secundaria Obligatoria (ESO) ya está implantada en su territorio, todos habrán de encontrarse con algún profe; toda su pluriforme y atractiva existencia estará en una escuela. Situado ante un panorama así, el profesorado, el colectivo de educadores y educadoras, parece reaccionar con desconcierto, preocupación –a veces casi miedo-, creatividad y propuestas de cambio, redefinición de su papel y de sus relaciones… Hay de todo. Algunos piensan que tendrán que aguantar alumnos problemáticos que mejor estarían en la calle. Otros simplemente, que se les va pedir que asuman demasiados problemas. También hay quien tan sólo ve nuevos retos para su planteamiento educativo a partir de la diversidad. ¿Qué pasa cuando toda la adolescencia de un territorio ha de caber en la escuela? Aunque con brevedad, vayamos por partes.

Un producto en continua renovación

Comencemos por considerar, como educadores de la secundaria obligatoria, qué tendremos en las manos, no sin recordar antes que tan sólo abordando adecuada y flexiblemente la normalidad podemos atender la dificultad. Y, también, que no es desde el planteamiento de cómo atender al alumno diferente o atípico, sino desde el grupo-clase como diversidad compleja de la que partir, como podemos pensar una actuación educativa coherente. En primer lugar, vamos a tener entre manos unos personajes definidos por dos grandes tipos de variables. Por un lado, son un producto social e histórico concreto. Por otro, son sujetos que viven en una etapa diferente y diferenciable de su vida. Son de aquí y de ahora. Se explican, se entienden, por el barrio en el que están, por sus calles, por los rincones o los bares donde los acogen. Siempre hay una película, una canción, un lenguaje o un atuendo nuevo. Para comprenderlos hay que conocer las culturas que recrean y ponen de moda, los estilos de vida, las reacciones de sus vecinos adultos, los grupos (las tribus) de jóvenes en los que aspiran a incorporarse. La consideración de lo que son como sujetos evolutivos ya se hace en otros artículos de este número. Recordaré tan sólo que la lógica de un sistema educativo organizado por ciclos responde al principio de que un ciclo educativo se estructura teniendo en cuenta las características del periodo evolutivo. Además, quisiera recordar que sólo vamos a conseguir entendernos con los alumnos y alumnas adolescentes si previamente partimos de una lectura acogedora en clave evolutiva. Como norma general, podemos afirmar que lo que hacen y cómo lo hacen tiene siempre una lectura, una explicación primera, en función de su condición evolutiva. Todos y todas son primero que todo adolescentes. Después, en todo caso, entran en juego problemas y dificultades sociales y personales.

Estudiantes a contrapelo, encantados de estar en la escuela

En segundo lugar, resulta que estos personajes adolescentes son diversos. Hay muchas adolescencias y no una sola. Algunas, incluso enfrentadas, opuestas. La diversidad adolescente, además, se ha construido sobre diferencias acumuladas. Diferencias personales, familiares, sociales, escolares, acumuladas a lo largo de las etapas infantiles y, a menudo, transformadas en dificultad y conflicto. No comienzan ahora ni la escuela ni la vida. Leen su presente y su futuro con lastres personales que han de ser arrojados. Como etapa de grandes transformaciones, acompañadas de inestabilidad, provisionalidad y desequilibrio permanentes, es en los personajes con una historia personal de dificultades donde presenta su mayor aparatosidad. Con facilidad nos hace creer que tenemos delante sujetos híper problemáticos por los que nada podemos hacer. Como tercera gran característica acondicionadora del colectivo ha de señalarse que estarán obligados a estar en la escuela, pero no obligados a estudiar. Mejor dicho: no estarán obligados a ser todos como el modelo de estudiante aplicado y formal, centrado en la escuela, que conservamos en nuestro inconsciente de profesores. El decreto social de la escolarización obligatoria hasta los 16 años no elimina que una buena parte de ellos y ellas sean estudiantes a contrapelo de sus deseos y vivencias. Pero, también, esas contradicciones no los convierten por definición en enemigos de la escuela y de sus profesores y profesoras. Una investigación sobre el éxito y el fracaso escolar que acaba de publicarse

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Señala, al analizar las diferentes tipologías de estudiantes al final de BUP, que un 41% puede ser considerado como “estudiantes resignados o poco estudiantes”.

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