Cultora De Belleza
henruchito22 de Abril de 2015
4.461 Palabras (18 Páginas)353 Visitas
Este año cumplimos con mi esposa Lida, 23 años de matrimonio y desde que nacieron nuestros hijos no recuerdo un solo día que haya pasado sin que ella los bendiga a ambos, ya sea antes de salir de casa o al momento de enfrentar algún reto, tarea o emprendimiento. En persona, por teléfono y hasta por Skype la he visto o escuchado repetir las palabras de San Pablo una y otra vez con el mismo fervor y sinceridad:
“Revístelo Señor con tu armadura, con el casco de la salvación, el cinturón de la verdad, el escudo de la fe, la coraza de la justicia, el calzado por el celo del Evangelio y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, amén” (Efesios 6, 10-18).
Simultáneamente al pronunciar estas palabras, les hace un signo de cruz en la frente con la cruz de San Benito que tenemos en casa.
Mi formación pastoral racionalista, me llevó inicialmente a menospreciar este gesto de mi esposa, viéndolo como una simple costumbre religiosa que yo debía aceptar por amor a ella, pero nada más. Sin embargo, una y otra vez he sido testigo de la amorosa protección de Dios en mi familia y resulta imposible asociar ello a esta persistente plegaria de amor de mi esposa para con nuestros hijos.
Hay muchas formas de bendecir a los hijos y de hecho la única condición es que la plegaria sea sincera. Sin embargo, me permito sugerir a los padres de familia que usen este texto de Efesios para bendecirlos ya que resulta bastante completo.
• Cuando invocamos al casco de la salvación, le pedimos que los proteja de toda tentación que venga por el intelecto (ideas, conceptos, pensamientos, recuerdos, etc.).
• Si pedimos el cinturón de la verdad para ellos, pedimos que tengan la firmeza de mantenerse en sus convicciones, ante quienes siembran la duda con el chisme, la presión social, la mentira, el bullying y la confusión.
• Invocando al escudo de la fe, pedimos que los proteja de los “dardos incendiarios” del maligno, vale decir aquellas maledicencias, rencores, odios, y todo ocultismo dirigido contra ellos.
• Cuando invocamos la protección de la coraza de la justicia, estamos pidiendo que sea preservado su corazón y sus sentimientos.
• Cuando pedimos que sean calzados con el celo del Evangelio, pedimos que no retrocedan en su FE sino que avancen en ella. En la época de Jesús, los soldados romanos usaban zapatos con púas para afirmar los pies del combatiente al suelo y nunca retroceder.
• Finalmente, cuando invocamos a la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, pedimos que nuestros hijos se alimenten de ella y que esto se refleje en su forma de ser, de hablar, de conducirse en la vida, de tal manera que sean siempre vencedores ante la tentación y el mal. Nótese que la espada es la única arma de ataque de la armadura de Dios. No es casualidad que el laicismo busque antes que nada, quitarnos la posibilidad de usarla para defender nuestras opiniones.
Una madre de familia desesperada conversó con nosotros en nuestra Librería Tenax. Nos contó el drama que vivía con sus dos hijos adolescentes y nos preguntó ¿Qué puedo hacer por ellos?. Nosotros le dijimos: Lo primero es orar fervientemente por ellos y bendecirlos todos los días. Ella puso cara de incredulidad y nos dijo: “Si, si claro, pero no conocen a un psicólogo”. Si seguimos menospreciando el poder de Dios, su incondicional amor y la fuerza de su gracia que vence todo mal, difícilmente veremos su providencia reflejada en nuestra familia.
Fuente: Luis Enrique Ascoy
Respuestas a las 12 excusas más comunes para no ir a misa
Ir a misa nos hace intuir qué cosa estamos por vivir. Ir a misa es un adelanto de la gloria que viviremos con Jesús en la vida eterna
Es bastante común encontrar personas que dan diversas excusas para no ir a misa y también lo hacemos nosotros mismos. Es que realmente, cuando no conocemos y valoramos poco lo que se vive en la Santa Misa, cualquier otra actividad "parece" más placentera. Sólo se ama lo que se conoce, y cuando logramos conocer más lo que se vive en la Misa, aprendemos a darnos cuenta que no hay ningún acto con más valor en el mundo que éste. Nos enseñaba el Padre Jorge Loring
Una sola Misa glorifica más a Dios que lo que le glorifican en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y santos juntos, incluyendo a la Santísima Virgen María, Madre de Dios. La razón es que la Virgen y los Santos son criaturas limitadas, en cambio la Misa, como es el Sacrificio de Cristo-Dios, es de valor infinito.
También nos ha dicho el Papa Francisco:
Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía! Es un don muy grande. Y por esto es tan importante ir a misa el domingo, ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es hermoso hacer esto! Y todos los domingos vamos a misa porque es el día de la resurrección del Señor, por eso el domingo es tan importante para nosotros. (Papa Francisco, Catequesis 05 de Febrero 2015)
Es por eso que en este artículo intentamos dar respuesta a las excusas más comunes que solemos escuchar e incluso darnos a nosotros mismos para no ir a misa. Luego de que las leas te darás cuenta que no hay razones que justifiquen tu inasistencia si no estás gravemente enfermo. Puedes dejarnos tus comentarios al final del artículo
1) La Iglesia está llena de hipócritas que se dan golpes de pecho pero afuera son terribles.
Es verdad. Somos pecadores, pero tenga cuidado en juzgar al vecino, no vaya a ser que pierda de vista la astilla que tiene en su ojo. A misa vamos a buscar la misericordia de Dios. Por eso es normal encontrar ahí a tantos hipócritas, mentirosos, avaros, lujuriosos, etc. Si usted no es uno de nosotros, ni se moleste en pasar.
El Papa Francisco en una audiencia fue muy tajante sobre este asunto:
«Si uno no se siente necesitado de la misericordia de Dios, si uno no se siente pecador, ¡es mejor que no vaya a Misa! Vamos a Misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús y participar en su redención y en su perdón».
Recordemos que no nos salvamos solos, sino en comunidad. No vamos solo a pedir perdón para nosotros y ya. Lo hacemos para beneficio de todo el Cuerpo de Cristo (su Iglesia). ¡Piénselo así cuando vea a las demás personas que usted considera incoherentes con su fe! ¡Qué distintas serán sus misas! Podrá decir con alegría: ¡Qué bueno que vengan tantos hipócritas (yo incluido), porque habrá más que ofrecer, y porque Cristo nos busca como a sus ovejas perdidas! Cuán distinta es esta aproximación. Nadie se salva solo. Estamos todos en la misma barca.
2) Yo puedo estar con Dios en todas partes, no necesito un lugar físico para sentirlo cerca.
Si un amigo me dijera que no necesita encontrarse conmigo físicamente, ni venir a mi casa, ni hacer gestos concretos, sensibles, explícitos para manifestar su cariño por mí porque le basta conservarme en su memoria (en su corazón) comenzaría a dudar de su amistad.
Alguno podría replicar diciendo: “pero, cuando un amigo muere, nos mantenemos vinculados así”. Es cierto, pero no del todo.” ¿Acaso no vas a la misa de aniversario cuando se recuerda su muerte? ¿No le llevas flores al cementerio? ¿Por qué lo hacemos? Porque en el fondo es el movimiento natural de nuestro amor que desde el interior se desborda y se manifiesta hacia afuera.
Decía San Alfonso María de Ligorio:
«Si alguien hubiera padecido por un amigo injurias y heridas, y supiera luego que el amigo, al oír hablar de lo acontecido, no quisiera recordarlo, y cuando se le recordara, dijese: «Hablemos de otra cosa!», ¡qué pena sentiría aquél al ver el olvido del ingrato! Por el contrario, ¡qué consuelo experimentaría al cerciorarse de qué el amigo profesaba testimoniarle eterna gratitud y que siempre le recordaba, hablando de él con ternura y sollozos!».
La misa es memorial que frecuentamos los amigos de Jesús, porque no podemos (ni queremos) olvidar lo que hizo por nosotros. Además como si fuera poco no solo recordamos el sacrificio de nuestro Amigo como algo del pasado, sino que se hace actualmente presente, permitiéndonos participar de él, porque «el sacrificio eucarístico es la renovación del sacrificio de la cruz. Como en la cruz todos estábamos incorporados en Cristo; de igual manera en el sacrificio eucarístico, todos somos inmolados en Cristo y con Cristo» (San Alberto Hurtado).
3) La misa es tan aburrida.
Lo mismo le escuché decir una vez a un amigo norteamericano sobre el fútbol (soccer). Me pareció inverosímil. Entonces le enseñamos las reglas del juego. Luego lo invitamos a jugar, a ir a los partidos, a conocer más de cerca a los jugadores, a reconocer las tácticas. Le enseñamos incluso a jugar FIFA. No fue fácil. El proceso de incorporación a veces toma tiempo. Pero al final el tiempo hizo su trabajo. Hoy es un fanático empedernido (valga la redundancia).
Salvando todas las distancias de la analogía, creo que en el caso de la misa el que se aburre es uno, no que la misa en sí sea aburrida sino que desconocemos lo que realmente es y por tanto no sabemos apreciar cada momento. La mayoría de las veces nosotros por ignorancia somos incapaces de maravillarnos, nos hacemos insensibles al mundo espiritual y al silencio interior etc, nos volvemos incapaces de disfrutar de las grandezas de la misa. Es necesario entrenarse: conocer mejor las reglas, los signos,
...