ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Culturas Juveniles

T3UKRON1 de Diciembre de 2014

5.540 Palabras (23 Páginas)267 Visitas

Página 1 de 23

LA SOCIEDAD, LA CULTURA

Y LOS ADOLESCENTES

Lo que hace un estilo es la organización activa de objetos con actividades y valores que producen y organizan una identidad de grupo. El estilo, puede definirse como la manifestación simbólica de las culturas juveniles, expresada en un conjunto más o menos coherente de elementos materiales e inmateriales, que los jóvenes consideran representativos de su identidad como grupo. La generación de un estilo no puede entenderse como un fenómeno de moda. Y distan mucho de ser construcciones estáticas. Además:

1. La mayor parte experimenta ciclos temporales en que se modifican las imágenes culturales.

2. También padecen procesos de etiquetaje por parte de los medios de comunicación, que los presentan en forma simplificada apta para el consumo de masas, así como de los agentes de control social, que los asocian a determinadas actividades desviadas.

La pertenencia a uno u otro estilo cultural implica en el mundo juvenil asumir cierta estética de presentación y representación en el espacio. Esta diferenciación les permite construirse una posición en el mundo, les da la posibilidad de atribuir sentidos desde dicha posición y a la vez situarse ante ellos y ellas mismas y ante los y las demás con una cierta identidad. La música, el fútbol, el graffiti, la batucada, la ropa, el pelo, la vestimenta, entre otros aspectos íntimos y públicos, son los espacios e insumos que les permiten materializar dichas opciones.

En relación con la identidad, la juventud no cabe en un conjunto de categorías fijas: los constitutivos de identidad entre los jóvenes no pasan ya por la escuela, la fábrica o el partido. Se trata de identidades móviles, efímeras, cambiantes, y capaces de respuestas ágiles y, a veces, comprometidas.

Hay que mencionar que no en todo grupo de jóvenes se dan los constitutivos de identidad. Se puede ser participe de las diferentes actividades de un grupo determinado, pero no estar adquiriendo una identidad juvenil.

En las culturas juveniles hay un mundo simbólico que crece constantemente, la dominación no se logra por la fuerza, sino a través de la construcción de un espacio simbólico. Éste, se construye a través de instituciones como los medios de comunicación, la escuela, la familia, y también a través de prácticas culturales como la música, la arquitectura, el diseño, la televisión o la moda. Así pues, lo que está en juego con las prácticas culturales juveniles, es deconstruir la mirada oficial/dominante para indagar en otras discursividades que develen nueva miradas de lo juvenil.

Algunas de las culturas juveniles se articulan como respuesta al otro. En este sentido, los grupos juveniles se mueven en un abanico de respuestas sociales y culturales, donde la frontera entre la asimilación, integración, rebeldía y contestación se trastocan. Consideramos que éstos pueden ser divididos en dos grandes bloques:

A. Los casos de grupos disonantes, es decir, aquellos que se hacen notar dentro de la sociedad en la que actúan. No altera la estructura. Su inconformidad nunca cuestiona a fondo (porque no busca hacerlo) la estructura social.

B. Los grupos juveniles refractarios son aquellas agrupaciones juveniles en las que, desde su origen, está presente la oposición a los valores y normas sociales con los que se enfrentan. El diferente grado de su cuestionamiento y los distintos niveles de respuesta ante su realidad, no permiten hablar de todos ellos como elementos contestatarios y agentes del cambio social.

No hay que perder de vista que la noción de culturas juveniles es una abstracción.

¿Cómo se ve a los jóvenes?

• Se le puede mirar como un problema.

• Como un joven que necesita de la tutela, o cuya función principal sea el consumir.

• Como un ente al que se le prepara para el futuro.

• Mirar al joven como un sujeto social que construye y organiza.

Los estilos juveniles no implican una categoría estática sino flexible, dinámica, en relación con su entorno. Es un proceso de descubrimiento y construcción de nuevos derechos.

Las culturas juveniles se traducen en estilos provenientes de la moda, la música, el lenguaje, las prácticas culturales y las actividades focales. Se construyen con las materias primas de la identidad social. Las culturas juveniles se adueñan de determinados espacios urbanos que distinguen con sus marcas: la esquina, la calle, la red, la discoteca, las rutas de ocio, el local de baile, etc.

Uno de los avances más notorios en el conocimiento de la juventud ha sido descubrir que la pregunta por lo que significa ser joven no es sólo una pregunta generacional, ni menos aún una pregunta pedagógica o disciplinaria. En este sentido la interrogación por lo que significa ser joven es una pregunta social y es una pregunta por el tiempo.

Pregunta social: o sea, no sólo por las características de una edad, un periodo de vida, que importaría básicamente a los que lo atraviesan. Es una pregunta que la sociedad se hace a sí misma: cómo comienza a ser su futuro. Cuántos torneros y cuántos ingenieros va a haber, cuántos médicos y cuántas enfermeras, cuántos con educación universitaria y cuántos desempleados y cuántos migrantes desesperanzados con el país; cuántas oportunidades dará a los jóvenes para que participen en su cambio como ciudadanos, cuántos mensajes que los inciten a irse. La averiguación de lo que significa ser joven es también una pregunta por el tiempo. Ya los años ochenta fueron llamados la década perdida de América Latina. Los organismos internacionales que evalúan los últimos cinco años de nuestras economías afirman que la recesión de este último quinquenio otra vez obliga a hablar de media década perdida. Es la misma evaluación que hacen los empresarios que llevan sus inversiones al extranjero, los gobernantes que siguen prefiriendo privatizar porque los Estados que ellos mismos dirigen no les parecen administradores confiables ni eficientes, pese a que los escándalos mayúsculos de tantas empresas privatizadas de los últimos años advierten que se puede confiar poco en las empresas transnacionales o las privadas del propio país. La pregunta por el tiempo que viene o que nos queda la responden también negativamente los profesionales, campesinos, obreros y estudiantes que se van, pero sobre todo los desempleados que se cansaron de esperar.

Al preguntar qué significa hoy ser joven, encontramos que la sociedad que se responde que su futuro es dudoso o que no sabe cómo construirlo está contestando a los jóvenes no sólo que hay poco lugar para ellos. También se está respondiendo a sí misma que tienen baja capacidad, por

decir así, de rejuvenecerse, de escuchar a los que podrían cambiarla.

En este mundo de símbolos, el contexto social, incide en la subjetividad a través de mediaciones. Los enunciados identificatorios producidos a través de las figuras parentales y de sus sustitutos simbólicos, las instituciones, y sus liderazgos reales y míticos, cumplen un papel importante en este sentido, ya que constituyen juicios, que a través de determinados códigos valorativos, atribuyen identidad señalando desde un otro quién es el sujeto y cuáles son los valores sociales y culturales que éste debe asumir.

La identidad de los jóvenes, se manifiesta en crítica social, desconfianza de los estilos adultos en la política y en las relaciones familiares y escolares, en provocación a las normas, en situarse al margen de lo que se espera que hagan, en resistir a las tendencias adultocéntricas que se dan en nuestras sociedades, entre otras formas de expresión. Crean lazos que les mantienen y les aportan sentido a sus vidas y proyectos.

El graffiti es un ejemplo de una expresión de la subjetividad de esa que se expresa en el colorido, en el tipo de trazo y contenido. Con el graffiti, como práctica cultural, se hace una crítica a su realidad social. Asimismo, es una condición de joven que está asociado al vandalismo y la delincuencia.

La cultura y el conocimiento esta gestándose en la calle y se inserta en la escuela para poder interpelar a los que están dentro. Todas estas teorías que están en la escuela empiezan a ser insuficientes en sus alcances conceptuales, en sus formas metodológicas para explicar las prácticas culturales externas. Y esto tiene que ver con los principios que no se han logrado modificar por los paradigmas clásicos de la educación: el maestro enseña; el alumno recibe, matiza.

No podemos negar que uno de los espacios importantes de socialización es la escuela. Pero no se puede negar la crisis que ésta está viviendo. Cada vez es mayor el segmento de juventud que está instalado en la precariedad tanto social como laboral y profesional. Se han fragilizado de este modo las redes tradicionales que sostenían las existencias vulnerables.

Pero cuando una sociedad se enfrenta ante el desorden, la ineficacia e incomunicabilidad de los valores y la falta de horizonte al carecer de objetivos comunes, se hacen evidentes los síntomas de una crisis de identidad que se manifiesta en todas las instituciones de la cultura: las familiares, las laborales, las políticas, la estatal, las educativas, las religiosas, etcétera. Así, hoy nos enfrentamos diariamente al pesimismo, al escepticismo de todas las generaciones que conviven en la actualidad y a la incomunicación existente entre ellas.

No olvidemos que mientras que el programa escolar tiene todavía las huellas del momento fundacional. Las nuevas generaciones son portadoras de culturas diversas, fragmentadas,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (34 Kb)
Leer 22 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com