¿Damos valor a los objetivos “más allá de la programación didáctica” en papel?
Daniela P. BarraganEnsayo14 de Julio de 2020
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¿Damos valor a los objetivos “más allá de la programación didáctica” en papel?
Si, ya que la formulación de objetivos de aprendizaje claros será de suma importancia no solo como punto de partida sino también como punto de llegada a lo largo del proceso formativo. Los objetivos de aprendizaje constituirán además, la conducta final que el alumnado participante deberá alcanzar al final de la acción formativa, por otra, posibilitarán configurar los demás elementos de la programación didáctica.
Es por eso que, a la hora de definir los objetivos, es bueno tomar en cuenta:
- Centrarse en lo que el alumnado logrará, y no, en lo los docentes hacen para que lo logre
- Hacer referencia al resultado esperado y no al proceso, actividades o tareas para lograrlo. Es bueno proponer una acción por objetivo formulado, evitando así diversificar mucho las conductas esperadas.
- Plantear un cambio que será evaluable, medible o visible.
Si hablamos de ausencia de objetivos en los programas de enseñanza, queremos significar la falta de verdaderos instrumentos didácticos que permitan efectivamente racionalizar dicho proceso. Por otra parte, los “objetivos” a que nos hemos referido son sólo expresiones que proyectan la intención o propósito presente en la mente del docente antes de iniciar su tarea, lo que se evidencia a través de enunciados que se repiten invariablemente para cualquier materia y en cualquier nivel o rama. Tal es el caso de expresiones como: “propender”, “estimular”, “hacer que los alumnos lleguen a comprender”, “destacar”, “introducir”, “proporcionar”, y muchas otras que fácilmente podemos encontrar en cualquier programa.
¿Hacemos partícipes e implicamos verdaderamente al alumnado en el logro de “pequeños retos” en su propio proceso de aprendizaje?
La escuela latinoamericana en general, padecen de graves problemas y carencias en muy diversas áreas: administrativa, de infraestructura, de dotación, de formación docente, de estímulo a la carrera docente, entre otras. Así, sus deficiencias no residen sólo en lo didáctico -donde también existen, y muy pronunciadas, no pueden resolverse a partir únicamente de acciones didácticas. Pero la reflexión y las propuestas pedagógico-didácticas son fundamentales para esclarecer las situaciones, establecer prioridades y emprender acciones de mejoramiento. Es decir, más allá de su propia y específica esfera, la concepción didáctica ayudará también a orientar las decisiones en áreas como la construcción de locales, la dotación o el sistema de supervisión. Y, por supuesto, dentro de cada escuela y de cada aula guiará lo que suceda allí día a día, lo que verdaderamente vivan los estudiantes, por encima de discursos y de declaraciones.
Así el debate sobre los estándares educativos subraya la importancia de una “cultura del logro”. Con frecuencia, esta cultura se hace evidente en las expectativas que tienen la sociedad y los padres con respecto a los resultados del aprendizaje y cómo estas expectativas se traducen en la definición y el seguimiento de los objetivos y los estándares de la educación. Los enfoques con que los países abordan la fijación de estándares varían desde la definición de objetivos educativos generales hasta la formulación de concisos criterios de evaluación sobre el rendimiento en unas materias curriculares bien definidas. No obstante, existe aún un considerable debate en torno a la forma en que los estándares pueden aprovecharse mejor para elevar las aspiraciones de la educación, proporcionar transparencia sobre los objetivos y contenidos educativos y proveer un marco de referencia útil para los profesores, de modo que puedan comprender y fomentar el aprendizaje de los alumnos al tiempo que evitan los riesgos de reducir el currículo y la enseñanza a los exámenes.
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