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Decálogo De Los Estatutos Del PAN


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2013  •  1.055 Palabras (5 Páginas)  •  190 Visitas

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Cambio de época, la penosa resistencia

Javier Corral Jurado

Por una abrumadora y jubilosa mayoría de sus 9,300 delegados, la XVII Asamblea Nacional panista, celebrada el domingo pasado, resolvió otorgar a todos los militantes del partido el derecho a elegir de manera directa a los Presidentes de los Comités Directivos Municipales, Estatales y del Comité Ejecutivo Nacional, y a sus comités. Se trata de una de las reformas más importantes que se han realizado en las últimas décadas y constituye un giro trascendental para iniciar la recuperación política y la rehabilitación moral de Acción Nacional, tras la mayúscula derrota electoral que sufrimos el año pasado. El cambio supone una nueva época, y sin duda, un estrujamiento a las élites, grupos y cacicazgos que se han enquistado en las estructuras del partido en todo el país.

De hecho, la determinación fue una respuesta a la problemática que ha venido padeciendo el partido desde hace tiempo y que se ha recrudecido de manera alarmante en los estados y durante las últimas presidencias nacionales. El cambio procedimental es una respuesta al tamaño del problema. Durante años el partido pudo procesar problemas, sortear crisis, generar debates internos, consensar diferencias, dar facultades a los presidentes del partido para negociar con el gobierno, ratificar posiciones, pronunciamientos de esos mismos funcionarios, etcétera.

Nuestra vida interna era un motivo de alegría que refrendaba la convicción partidaria, la membresía comprometida. Hubo un tiempo que algunos llamaron a la vida interna del partido "escuela de ciudadanos en lecciones de democracia". Hoy con el sistema clientelar se ha erosionado la vida ciudadana con acarreados en asambleas estatales y nacionales sometidas a la línea de los grupos, que impiden la entrada de panistas independientes. La onda grupera ha quebrado lo más preciado del panista: su compromiso con el partido, su lealtad se ha movido a la del grupo.

Las consecuencias de esta forma de tomar decisiones ha sido terrible. Renuncias, panistas haciendo campaña para candidatos de otros partidos. Una división interna que causa polaridad, odio, personalismos. El bien del partido no es referente, la verdad ha sido rehuida, la mística ha quedado ridiculizada: empañada por las venta de posiciones o el trueque de favores. La política interna se ha convertido en un juego de tahúres y no en un esfuerzo ciudadano para establecer una patria ordenada y generosa.

El poder paulatinamente empezó a transformar al partido. La selección de candidatos sobre todo los de listas (representación proporcional) dio pie a asambleas amañadas, a grupos que impiden la propia gobernanza interna, afiliación masiva de nuevos miembros, a cerrar el debate interno a cualquier propuesta que afectara los intereses de los grupos. En los consejos estatales —y cada vez más también en el nacional—, ya no valen los argumentos, ni los perfiles, ni las buenas exposiciones. Durante el Consejo Nacional que definió la lista plurinominal de candidatos al Senado de la República, el mejor discurso sin duda, fue el de Luis Felipe Bravo Mena, y sin embargo el mismo órgano eleccionario que antes lo había hecho presidente nacional, lo colocó en el décimo lugar de la lista. No entró.

Lo

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