Derecho Romano

NOCIONES HISTÓRICAS PRELIMINARES

La Historia del Derecho Romano – tal y como sucede en todo fenómeno social del que es sin dudas, parte la ciencia jurídica – se encuentra estrechamente vinculada con los orígenes mismos de esta peculiar civilización.

Como se remonta hacia tiempos muy lejanos, obvio es que se enmaraña entre algunos hechos de comprobación científica y, otros, enlazados con lo místico y lo religioso. Hay puntos donde, realmente, se dificulta separar ambos ámbitos. De allí la belleza y magia de esta asignatura que, en sus puntos sobresalientes, ha podido sobrevivir con la creación única de sus instituciones, las que en su mayoría, perduran hasta nuestros días, sentando las bases de nuestra vocación. Esta es una de las más profundas y sintéticas explicaciones que podemos dar ante la justificación de su inclusión en los planes de estudio de la carrera de abogacía en la mayoría de las Universidades del mundo. Aún, nos sorprende y maravilla que esas mentes que, mezclando lo místico con lo científico, nos dejaron una sólida herencia jurídica.

Poniendo manos a la obra en lo que es nuestro inicio de curso, partamos en este descubrimiento y en las razones que cimentan el mundo jurídico actual, a través de su historia.

1.1 LA LEYENDA DE LA FUNDACIÓN DE ROMA: (Desde 1200 aC)

Habiendo huido Eneas con su hijo Julio Ascanio y sus hombres de la destrucción de la ciudad de la que era príncipe – Troya -, luego de arduas peripecias en el Mediterráneo y de su frustrada relación con Dido – reina de Cartago – llega a la llanuera del Lacio, donde luego de luchar con la coalición de pueblos locales (llamados “italotas”) – entre ellos los etruscos -, desposa a Lavigna, hija del rey autóctono latino.

Ascanio, hijo de Eneas, aproximadamente al año del arribo, funda a la muerte de su padre la ciudad de Alba Longa, generando una amplia descendencia de reyes en el lugar, hasta llegar a Númitor, decimotercer rey de Alba Longa (año 1000 aC, aproximadamente). Su hermano, Amulio, segundo en la sucesión al trono, tiene gran envidia por Númitor y por ello, lo depone. Temiendo que la hija de Númitor – Rhea Silvia – pudiera contraer matrimonio y generar herederos que pudieran destronarlo, la manda a encerrar en una celda inaccesible en el convento de las Vírgenes Vestales para, de esta manera, perpetrarse en el poder.

Pero, Rhea Silvia, recibe la visita del dios Marte y de su unión, nacen los gemelos Rómulo y Remo. Ante la gran preocupación de la madre por el destino de los pequeños, ésta logra escapar de la celda (no existen explicaciones de cómo lo logró) y deposita a los niños en una cesta en el río Tíber. Al encallar la misma en una de las orillas, los gemelos son encontrados por una loba (“lupa”), quien los recoge y amamanta durante varios días. Un cazador que merodeaba la zona – llamado “Fáustulo, que significa “agradado de los dioses” – encuentra a los pequeños y los lleva a su hogar, donde con su esposa (de quien se desconoce el nombre), los educan hasta que los muchachos cumple sus dieciocho años y (sin explicaciones de cómo) se enteran de su real origen y por ello deciden ir a Alba Longa a hacer justicia por su abuelo.

Llegados a su lugar de origen, deponen a su tío Amulio y reinstauran en el poder a su abuelo Númitor, pero deciden que es momento de fundar una ciudad propia, entonces, parten 40 kilómetros al oeste, junto con cien hombres que les proporciona Númitor (conocidos como los 100 “patres conspicuos” y de los que descenderán los patricios), donde encuentran un hermoso valle rodeado de siete colinas que lo abrigan y donde la pastura crece tierna. Pero ahora, se avecinaba otro problema serio: ¡Quién sería el fundador? ¿Rómulo o Remo?. Para ello deciden echar la suerte a los augurios de la naturaleza: Quien vea primero un buitre, será el fundador. Cada uno de los gemelos partió hacia una colina y se sentó a esperar el suceso. Mientras tanto, los patres conspicuos esperaban pacientemente en el valle.

Tres días después, ambos

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