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Derechos Humanos. Cuento


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2013  •  1.514 Palabras (7 Páginas)  •  1.797 Visitas

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DERECHOS CON O SIN EMPANADAS (Autora: Ana María Rodino)

Fue en el recreo de media mañana. ¡Qué escándalo! Cosas que caían, gente que corría, chicos que gritaban y otros que no paraban de reírse. La cafetería de la escuela estaba llena de estudiantes de todos los cursos, aunque ninguno sabía decir qué había pasado en realidad. El Director llegó corriendo y encontró a Toto medio atontado, rociado de pies a cabeza con algo marrón y pegajoso (¡qué desastre el uniforme!) < a Manuel doblado en dos, sosteniéndose la panza o algo ahí y pegando alaridos (lo que fuera, debía dolerle bastante) y a la chica de la cafetería plantada en medio de las sillas caídas, con el delantal de limpieza roto, los brazos calzados en la cintura y cara de furia. Nunca me había fijado, pero en realidad la chica es pequeña y flacucha. En físico no hacía ni la mitad de Toto y menos de Manuel, aunque con esa pose desafiante parecía el doble de grande. En edad les andaba parecido, unos 15, creo. Pero en fuerza les ganaba a todos, porque los efectos de su patada estratégica a Manuel se sintieron por mucho rato…Todos terminaron en la Dirección con la Enfermera, el Orientador y la encargada de la cafetería, que habían sido convocados. También un montón de profes que no fueron convocadas pero igual aparecieron. Prontito llegaron las mamás del Toto y de Manuel, que viven en la misma cuadra, no sé si convocadas o atraídas por el griterío.

Bajo la mirada seria e interrogante del Director empezaron los relatos de las víctimas. Medio-relatos, diría yo, porque ninguno armaba ni una frase completa. Por eso se los voy a ir aclarando. Toto decía que se había vuelto loca (ella), estaban muy tranquilos (ellos), cuando le dio un ataque (a ella), ni siquiera comían empanadas de queso (¿serían ellos?) y empezó a gritar (ella), tiraba botellas y patadas (ella) y apenas logró esquivar el botellazo (él) pero quedó bañado (él, también), una patada le dio durísimo donde ustedes saben (a Manuel) y los gritos todavía más fuertes (no sé si de ella o de Manuel) y se reían (todos los demás). Manuel seguía retorciéndose y por razones obvias usó pocas palabras y muchos quejidos. “Nada… ¡ay! nada…no sé… ¡ay, ay! hicimos nada… ¡ay!!! nada le hicimos… se puso loca… ¡ay! por las empanadas… ¡ay! me dio con todo… loca… ¡ay!!!” La enfermera lo sostenía y le ponía un trapo húmedo en la frente (a saber por qué, porque el dolor no parecía venir precisamente de ahí). Toto, más calmado, empezó a repetir que a la chica ésa había que encerrarla y Manuel asentía, sin dejar de lado los quejidos. Las madres estaban fuera de sí. “Es un abuso, ¿qué se cree esa chica? “Es un peligro”. “Fue como…casi un ataque armado”. “Es un asunto para la policía. ¡Delito de agresión!” “¿De dónde salió esa salvaje?. ”Esa salvaje —la chica— no abrió la boca. El Director le hizo preguntas y nada. Las madres y varias profes la increparon y nada. El Orientador le puso cara simpática para ver si aflojaba y nada. La encargada de la cafetería, que la había contratado para atender y limpiar, la amenazó con echarla y hasta mandarla a un Reformatorio y nada. ¡Si-len-cio. To-tal!. En eso el Director me vio a mí, que con el alboroto me había metido también al despacho para no perderme los sucesos. Después de todo soy delegada de Tercero, donde están Toto y Manuel, y los líos son parte de mis funciones. Se me acercó y me pidió que le hablara a la chica —la salvaje—, a ver si a mí me iba mejor. Y me fue… Me la llevé afuera y cuando le pregunté qué quería, habló de inmediato. (Fue una tranquilidad… por lo menos no era muda.) Poco, pero suficiente. Volvimos a entrar y yo expuse> “Quiere Consejo”. “¡Castigo, no Consejo, te voy a dar yo, atrevida!”, gritó la mamá de Manuel. “Que busque consejo en la Iglesia, malenseñada!”, reforzó la mamá de Toto. “Déjenme a mí. Yo estoy para dar buenos consejos”, se ofreció el Orientador. Intervine. “No, no es eso. Consejo de Estudiantes, quiere. Bueno, ella dijo ‘Tribunal’, pero no se llama así. Sólo ahí va a hablar”. “Es que no es alumna de este establecimiento…”, observó la profe de Matemática, siempre exacta.“Y no hay que oírla, sino castigarla”, insistió la mamá de Manuel, siempre enojada.

“Es cierto”, ratificó el Director, que no es que estaba de acuerdo con la mamá de Manuel sino con la profe de Matemática.

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