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Diferencias Laborales Entre Occidente Y Oriente

ctcmar17 de Septiembre de 2014

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EL TRABAJO EN EL ORIENTE Y OCCIDENTE

1. Introducción

El trabajo es una actividad vinculada a necesidades de seguridad y subsistencia ya que tener un trabajo remunerado representa, para la mayoría de las personas, la condición que permite satisfacer dichas necesidades. De ahí se deriva el valor central atribuido al trabajo en la vida de las personas. Pero el trabajo, como fenómeno social, no se puede entender exclusivamente desde la óptica de su necesidad existencial; esta interpretación habrá que completarla con la perspectiva de su significado social. La pérdida o no de su centralidad puede ser una cuestión de significado y valoración social.

El trabajo ha sido reconocido como un valor central en la mayoría de las sociedades estudiadas (Zanders, 1994; Harding y Hikspoors, 1995; World Values Survey 1995-1997), y en todos los sondeos de opinión el trabajo es considerado como un valor muy importante. En la Encuesta Europea de Valores se evaluó esta importancia del trabajo en relación con otros valores sociales como la familia, la amistad, el ocio, la religión y la política. La gran mayoría calificó el trabajo como el segundo o tercer valor más importante junto con la familia y la amistad (Harding y Hikspoors, 1995: 442). La llamada centralidad del trabajo, medida como la importancia que el trabajo tiene en la vida de las personas, también resultó ser muy significativa. En este sentido los datos han venido a demostrar algo que ya se sabía, esto es, que el trabajo es algo central y muy importante en la vida social. Ahora bien, esta centralidad del trabajo en todas las sociedades es susceptible de interpretaciones y significados diversos, según el tipo de organización social y el período histórico que se contemple. Así por ejemplo, es bien conocido el valor negativo atribuido al trabajo en la tradición judeo-cristiana. En esta cultura el trabajo era considerado un castigo divino derivado del pecado original. La sentencia bíblica «ganarás el pan con el sudor de tu frente» es la expresión más clara del trabajo como penitencia.

Con el advenimiento de la Revolución Industrial y el desarrollo posterior del capitalismo surge una nueva interpretación del trabajo en clave positiva. El trabajo es considerado por la ética protestante como una obligación moral, y por el espíritu del capitalismo como fuente de bienestar y prosperidad nacionales. El tiempo de ocio era considerado como tiempo que debe dedicarse a la oración o al simple descanso para reponer fuerzas. En la escuela los niños aprendían que la diversión puede ser fuente de pecado y que el tiempo libre pertenece al Creador y en consecuencia todo lo que no sea tiempo de trabajo debe ser tiempo de oración.

También el marxismo —quizás la única ideología industrial genuina—, atribuyó al trabajo un significado positivo, construyendo una ética secularizada del trabajo, orientada a demostrar la superioridad del sistema productivo socialista. Hasta entonces, las ideas y creencias acerca del trabajo sustentadas por el Budismo, las civilizaciones greco-romana y judeo-cristiana, el confucionismo, el islamismo y el hinduismo, eran productos culturales surgidos de sociedades agrícolas y pastoriles (Tiger, 1993: 321). La ética protestante fue un esfuerzo de adaptación de estas ideas religiosas a los nuevos tiempos. Ambas ideologías —la calvinista y la marxista— coincidieron en situar el trabajo en el centro de la vida social. El productivismo configuró el sistema de valores laborales de estas sociedades. El mensaje del productivismo ha sido claro: solamente con el trabajo se puede conseguir el éxito personal y el bienestar social.

Pero el productivismo trajo consigo consecuencias no previstas (effects pervers). La nueva organización «científica» del trabajo y el incremento de la eficacia resolvieron el problema de la producción, pero no así el de cómo vender lo producido. En la nueva sociedad del consumo —surgida del productivismo— los individuos ya no son solo trabajadores sino que también han de ser consumidores. Para ello necesitan dinero y tiempo libre. Es así como sobreviene el declive de la ética calvinista y en general el productivismo como modelo de desarrollo (Inglehart, 1991, Ester, Halman y de Moor, 1994).

En la sociedad del consumo el trabajo sigue siendo un valor importante, junto a la familia y la amistad, pero ya no genera un compromiso moral tan fuerte; el trabajo deja de ser un valor inmanente para convertirse en un valor instrumental. El trabajo se convierte en un valor de intercambio por el cual accedemos a los bienes y servicios del mercado. Se trabaja para vivir y no se vive para trabajar. Todo ello implica un cambio profundo en el significado del trabajo, aunque siga manteniendo su importancia social en el sistema de valores.

Según Hechter, las personas pueden orientar su acción bien de acuerdo a valores instrumentales que les permitan acceder a determinados recursos, tales como riqueza, status o poder, con los que obtener una gran variedad de bienes y servicios, o bien de acuerdo a valores inmanentes para conseguir bienes y objetivos deseados por sí mismos, no intercambiables por otros.

2. La concepción del trabajo en el Oriente

Una condición indispensable para asegurar la implantación de nuevas condiciones de vida, es evidentemente el trabajo y como referente del área geográfica que comprende el Oriente es importante basarse en a uno de los países catalogados como potencia mundial Japón, dentro del cual se analice no sólo su forma de vida, los recursos con los cuales cuenta sino su cultura organizacional y su óptica relacionado al ámbito laboral.

La organización empresarial de Japón es muy diferente a la existente en los países occidentales, como los Estados Unidos y Europa, pues se caracteriza por haber alcanzado niveles superiores de eficiencia en la gestión empresarial y generar un conjunto de prácticas estables, las cuales, a pesar de no estar teorizadas muchas de ellas, permiten sostener que se ha estructurado una Escuela Económica Empresarial propia de la experiencia nipona.

Esta Escuela o modalidad de organización de la competencia empresarial y su regulación estatal se caracteriza por la forma diferente en la que se establecen los siguientes rasgos en relación con la eficiencia del capitalismo occidental:

1. El grado de separación entre la propiedad y la gestión.

2. El empresario y el colectivo laboral; sus formas de estimulación.

3. Las formas básicas de la gerencia eficiente: el costo y la calidad.

4. La creación de la base tecnológica del sistema empresarial.

5. La doble estructura empresarial y la organización horizontal y vertical de los acuerdos monopolistas.

6. La globalización de la economía mundial y la empresa “inmigrada”.

3. El grado de separación entre la propiedad y la gestión

El nivel de análisis en el desarrollo de la propiedad capitalista y su realización en la dirección de la producción es demostrada por Marx en la división del capital propiedad y el capital en función personificado en los propietarios de capital y quienes los ponen en función: los empresarios capitalistas que son quienes realizan la función de explotación y, por lo tanto, la propiedad capitalista. “Hoy, las órdenes del capitalista en la fábrica son algo tan indispensable como las órdenes del general en el campo de batalla”.

“Todo trabajo directamente social o colectivo en gran escala, requiere en mayor o menor medida, una dirección que establezca un enlace armónico entre las diversas actividades individuales y ejecute las funciones generales que brotan de los movimientos del organismo productivo total, a diferencia de las que realizan los órganos individuales. Un violinista sólo se dirige el mismo, pero una orquesta necesita un director. Esta función de dirección, de vigilancia y enlace se convierte en función del capital tan pronto como el trabajo sometido a él reviste carácter cooperativo. Como función específica del capital, la función directiva asume también una importancia específica”.

“El capitalista no necesita pues, perder su tiempo, encargándose personalmente de esta labor. Un director de orquesta no necesita, ni mucho menos ser el propietario de los instrumentos ni entre sus funciones dirigentes figura la de abonar los “salarios” a los demás músicos“.

“En el proceso de reproducción, el capitalista en activo representa el capital como propiedad ajena frente a los obreros asalariados y el capitalista propietario del dinero toma parte en la explotación del trabajo, representado por el capitalista en activo”.

“La antitesis entre la función del capital en el proceso de reproducción frente a la simple propiedad sobre el capital al margen del proceso de reproducción hace que se olvide que el capitalista activo sólo puede actuar como representante de los medios de producción frente a los obreros haciendo a estos trabajar para si o lo que es lo mismo, haciendo que los medios de producción funcionen como capital

La demostración de Marx de que el propio capitalismo genera la separación entre la propiedad y la gestión, la cual se manifiesta en la figura del empresario, brinda desde este punto de vista la base metodológica para comprender la necesidad de que no sólo todo proceso colectivo de producción requiere una dirección, sino que por medio de las gestiones ejecutadas por la dirección se realiza la propiedad en su esencia y finalidad que ésta determina.

En Japón los presidentes

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