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Diseño En La NaturalezA

tidex29 de Septiembre de 2014

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CAPITULO I

EL DISEÑO MILAGROSO PARA EL VUELO DE LOS INSECTOS

Cuando pensamos en el vuelo de los animales, es normal que nos venga a la mente el de las aves. Sin embargo, no son las únicas criaturas con esa capacidad. La mariposa Monarca lo hace desde América del Norte a América Central. Las moscas y libélulas también pueden transitar el espacio aéreo.

Los evolucionistas sostienen que los insectos comenzaron a volar hace trescientos millones de años. Sin embargo, no son capaces de proveer respuestas satisfactorias a ciertas preguntas fundamentales. Por ejemplo, ¿cómo desarrollaron las alas, volaron o se mantuvieron suspendidos en el aire los primeros insectos?

Lo único que brindan como explicación es que algunas capas de piel del cuerpo se habrían transformado en alas. Pero conscientes de que ese supuesto es casi insostenible, aseveran que todavía no se han encontrado los especímenes fósiles que lo verifiquen.

De cualquier manera, la delineación perfecta de las alas de los insectos no deja lugar a las casualidades. Escribe el biólogo inglés Robin Wootton en un artículo titulado El Diseño del Mecanismo de las Alas de los Insectos:

Cuanto más entendemos el funcionamiento de las alas de los insectos, más sutil y maravillosa se nos presenta su traza... Por lo general tienen un diseño para deformarse lo mínimo posible y para moverse de maneras específicas. Ambos aspectos están perfectamente integrados y se valen de componentes con un alto grado de elasticidad, ensamblados elegantemente para permitir ciertas torsiones en respuesta a tensiones determinadas y hacer el mejor uso del aire. En la práctica no se puede comparar con ninguna tecnología conocida4.

Por otra parte, no existe ni una sola evidencia fósil de la evolución imaginaria de los insectos. A eso se refiere el zoólogo francés Pierre Paul Grassé: Estamos a oscuras respecto al origen de los insectos5.

Examinemos ahora algunas de las características interesantes de estas criaturas que dejan a los evolucionistas en una completa oscuridad.

La Inspiración para el Helicóptero: La Libélula

La libélula no puede plegar las alas a los costados como el resto de los insectos. Además, la manera en que usa los músculos para moverlas también es distinta. Los evolucionistas sostienen, debido a esas diferencias, que las libélulas son “insectos primitivos”.

Pero el sistema de vuelo de las mismas no tiene nada de “primitivo”. La compañía Sicorsky, líder en la fabricación de helicópteros, diseñó uno tomándola como modelo6. La compañía IBM, que asistió a Sicorsky en este proyecto, introdujo un modelo de libélula en una computadora (IBM 3081). Fueron hechas dos mil representaciones a partir de sus maniobras de vuelo y de allí salió el prototipo resultante para el transporte de personal militar y artillería.

El fotógrafo de la naturaleza Gilles Martín realizó un estudio de dos años sobre las libélulas y concluyó afirmando que poseen un sistema de vuelo extremadamente complejo.

Su cuerpo se asemeja a una estructura helicoidal envuelta en metal. Dos alas están dispuestas en forma cruzada sobre el cuerpo, el cual presenta una variación de color que va del azul al marrón. Dicha estructura le permite una maniobrabilidad extraordinaria. Puede detenerse y volar de inmediato en la dirección opuesta a la del derrotero que traía, independientemente de la velocidad de desplazamiento. Alternativamente, puede permanecer suspendida en un punto en el aire y desde esa posición moverse rápidamente para atrapar una presa. Si desea, acelera a una velocidad sorprendente para un insecto: cuarenta kilómetros por hora --algo más que los atletas que compiten en las Olimpiadas en los cien metros llanos--, velocidad a la que choca contra su presa. Si bien el impacto es fuerte, posee una “armadura” resistente y flexible que absorbe el golpe. Pero su víctima queda generalmente herida o directamente no sobrevive al topetazo.

Después del choque las patas posteriores de la libélula pasan a ser armas letales, pues con ellas captura a la presa y la despedaza, para consumirla luego con sus mandíbulas poderosas.

Otra cosa sorprendente que posee es el órgano de la visión, aceptado como paradigmático entre los insectos. Cuenta con un par de ojos semiesféricos que le abarcan casi toda la cabeza y le proveen un campo visual muy amplio, al punto de pasar a ser un ojo en la nuca. Cada uno de ellos consta de unas treinta mil lentes distintas.

Si bien el mal funcionamiento de algún sistema de los que integran la libélula afectará a los demás, el hecho es que todos actúan perfectamente y por consiguiente el insecto vive.

Las Alas de la Libélula

La característica más significativa de la libélula está en sus alas. Sin embargo, no es posible dilucidar por medio de un modelo de evolución progresiva el mecanismo de vuelo que le permite usarlas. En primer lugar, la teoría darwinista no puede explicar el origen de las alas porque éstas sólo funcionan correctamente si se desarrollan en sincronía con el mecanismo de vuelo.

Supongamos por un momento que los genes de un insecto terrestre sufren una mutación y algunas partes del tejido de la piel presentan un cambio azaroso. Sería absolutamente irrazonable suponer que otra mutación semejante agregada a la ocurrida podría crear un ala por casualidad. Pero además no sería beneficioso para el insecto, sino que disminuiría su movilidad: tendría que soportar un peso extra, sin ningún propósito, que le pondría en desventaja frente a sus rivales. Por consiguiente y de acuerdo con los principios de la teoría de la evolución, debido a los impedimentos se extinguiría por selección natural.

Pero las mutaciones ocurren muy raras veces. Siempre dañan a las criaturas y las conducen a enfermedades mortales en la mayoría de los casos. Por eso mismo es imposible que pequeñas mutaciones hayan creado en el cuerpo de la libélula algo que evolucione y se convierta en un mecanismo de vuelo. Aunque es absolutamente improbable, asumamos que el panorama sugerido por los evolucionistas es real. En ese caso, ¿cómo es posible que no exista el fósil de la libélula “primitiva” que daría sustento a ese escenario?

Pero lo que sí nos dice la realidad es que no hay ninguna diferencia entre las estructuras de las libélulas más antiguas y las actuales. La verdad es que no existen restos fósiles de “libélulas sin alas” o de “libélulas con alas emergentes”.

Al igual que el resto de las formas de vida, la libélula también apareció sobre la Tierra repentinamente y no ha cambiado hasta el día de hoy. En otras palabras, fue creada por Dios y nunca “evolucionó”.

Las alas pueden operar hacia adelante y atrás, hacia arriba y abajo, lo que se ve facilitado por una estructura compleja de las articulaciones y lo apropiado del esqueleto, constituido por una sustancia resistente y flexible llamada quitina que participa en los movimientos de los músculos usados para volar. Tiene dos pares de alas, uno anterior y otro posterior, que operan asincrónicamente. Es decir, mientras las dos alas frontales ascienden, las posteriores descienden. Son movidas por dos grupos distintos de músculos, los cuales están ligados a un sistema de palancas. De ese modo, mientras un grupo mueve hacia arriba un par de alas por contracción, el otro moviliza por acción refleja el segundo. Los helicópteros ascienden y descienden usando una técnica similar. Este mecanismo permite a la libélula revolotear, ir hacia atrás o cambiar rápidamente la dirección del vuelo.

Metamorfosis de la Libélula

Las libélulas hembras no se aparean de nuevo después de la fertilización. Pero esto no resulta ningún impedimento a los ejemplares machos de la especie Calopteryx Virgo. Valiéndose de un gancho que tienen en la cola capturan a las hembras por el cuello (fig. 1). Estas envuelven sus patas alrededor de la cola de los machos, quienes tienen una extensión especial (fig. 2) con la que limpian cualquier resto posible de esperma dejado por otro macho. A continuación inyectan su propio esperma en la cavidad reproductiva de la hembra. Debido a que este proceso dura horas, a veces las parejas vuelan apareadas. La hembra deja los huevos fertilizados en la orilla de los estanques o superficies acuáticas (fig. 3). Una vez que la crisálida o ninfa abandona el huevo, vive en el agua durante tres o cuatro años (fig. 4). A lo largo de ese período se alimenta en el agua (fig. 5). Por eso fue creada con un cuerpo capaz de nadar lo suficientemente rápido con el objeto de atrapar presas y con mandíbulas capaces de desmembrarlas. A medida que la ninfa crece, muda cuatro veces la cobertura del cuerpo, la cual se fortifica y endurece. Cuando llega el momento del cambio final deja el agua y comienza a trepar por las rocas o alguna planta (fig. 6). Mientras lo hace se asegura de no caerse, pues significaría la muerte, valiéndose de unas pinzas en sus patas.

Esta última fase difiere de las cuatro anteriores debido a que Dios transforma a la larva en un animalito volador a través de un cambio magnífico. Primero se le agrieta el dorso (fig. 7). La ranura se amplía y se convierte en una abertura importante, a través de la cual puede salir una nueva criatura totalmente distinta a la larva. El cuerpo nuevo, extremadamente frágil, queda asegurado por medio de ligamentos muy transparentes y flexibles de la criatura anterior (fig. 8). Sin los mismos la larva caería en el agua y moriría.

La libélula posee también una serie de mecanismos especiales que le permiten mudar la piel. El cuerpo “viejo” se estrecha y arruga. Luego se abre por medio de un

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