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EL VENDEDOR MAS GRANDE DEL MUNDO


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  2.878 Palabras (12 Páginas)  •  255 Visitas

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Hafid era uno de los más grandes vendedores del mundo, vivía en un palacio lleno de riquezas y cada día recibía bienes para vender y así con ellos enriquecerse más, su vida era perfecta, pero él ya sabía que estaba llegando a su fin.

Un día, llamó a Erasmo que era su principal tenedor de libros y le ordenó que vendiera todas las pertenencias que tenía para vender y que hiciera un recuento de todo el dinero que poseía y que lo repartiera entre los pobres, y demás trabajadores, y también le dijo que le tocaría una parte a él y le dejaría su palacio; como Hafid sabía que Erasmo tenía una gran ambición de ser vendedor le dijo que le iba a dejar el más preciado de todos sus tesoros y riquezas. Así que una vez encomendada la tarea al día siguiente Hafid llevó a Erasmo a una sala dónde no había entrado nunca nadie, unos comentaban que si tenía lingotes de oro, otros que si productos de incalculable valor, pero en esa sala, guardada día y noche por un guardia, no había más que un cofre con unos pergaminos dentro. Hafid le preguntó si no se había quedado sorprendido y él le dijo que un poco, pero al explicarle Hafid que esos pergaminos contenían el secreto del arte de vender Erasmo comprendió enseguida aquel misterio. Hafid le dijo que él había visto una luz en Erasmo y que era la señal de que debía entregarle a él los pergaminos, así que Erasmo se comprometió con Hafid a acompañarlo hasta el día de su muerte y entonces quedarse con el palacio de Hafid, y con una parte de sus bienes para empezar a prosperar en el negocio y con los valiosos pergaminos.

Ante esta conversación, Hafid, no puede evitar empezar a recordar cuando su jefe, Pathros le entregó los pergaminos. Lo recordaba como si fuese ayer...

Hafid era el camellero de Pathros, un día fue a hablar con él y le dijo que no estaba muy contento con su trabajo que siempre había soñado ser un gran vendedor como su jefe, así Pathros, al considerar a Hafid tan buen empleado y tan leal, le dio la oportunidad de comenzar su carrera de vendedor, pero antes de que partiera le dejó muy claro que el objetivo en la vida de cualquier vendedor no tienen que ser únicamente las riquezas materiales, más bien la única meta podrían ser las riquezas del corazón. Le dijo que esa ambición que tenía que la tenía que aprovechar pero para sacar dinero para su familia, y que todavía no la tenía. No se lo iba a poner fácil, nunca lo había hecho, le dijo que se presentara ante los vagones de la mercancía nada más amaneciera y allí le entregarían uno de los más hermosos mantos del mundo, le dijo que cogiera el manto y un asno y que partiera hacia Belén ya que ninguno de sus comerciantes vendía jamás allí, porque se decía que era un lugar tan pobre que no tenía ni para comprar mantos, pero, sin embargo, Pathros había vendido allí más mantos que en cualquier otro lugar. Hafid le preguntó por el precio, y éste le dijo que por lo menos un decenario de plata que le tenía que enviar a él y que si sacaba algo más se lo podía quedar para él mismo. Le dijo que no pondría a nadie para que ocupara su cargo cuando regresara por si acaso se arrepentía.

Hafid se fue hacia Belén y la suerte no lo acompañó llevaba allí cuatro días y no había conseguido vender el manto y empezó a preguntarse si acaso él no sería un buen vendedor, pero luego se acordó de Lisha, la mujer a la que amaba, y su moral subió y pensó que primero le costaría bastante vender las cosas pero que con el tiempo y la practica conseguiría ser el mejor vendedor. Así que se fue a la cueva dónde tenía sus pertenencias y se encontró con que había luz, entonces decidió ir en silencio para tratar de descubrir al ladrón; pero al entrar en la cueva se encontró con la sorpresa de que había una pareja con un hijo en brazos, con la única protección de las mantas roídas de su padre y de su madre, Hafid sintió tanta tristeza que decidió regalarle el manto que debía de vender a aquel niño, y aunque tuviera que regresar con las manos vacías nada le iba a quitar la sensación de bienestar que se produjo en su interior cuando la madre del niño le dio un cálido beso de agradecimiento.

Así Hafid volvía y no lograba entender como había sido tan necio de regarle a alguien que no conocía el precioso manto de su jefe Pathros.

Cuando llegó al campamento, Pathros estaba muy contento y le dijo que no olvidaría esa noche nunca y todavía se puso más contento al ver las manos de Hafid vacías, ya que éste suponía que había vendido el manto. Pathros le invitó a entrara en su tienda y allí dentro Hafid tuvo el valor de confesarle que había regalado el manto a una familia pobre, Pathros le dijo que esta noche no le había beneficiado pero que a él sí, puesto que detrás de Hafid había venido una estrella durante todo el camino que había curado a Pathros de una ceguera que le costaba admitir, pero que sólo le podía explicar el significado de esa frase cuando regresaran a Palmira, y que si a Hafid no le importaba mucho volver a su antiguo trabajo de camellero por el momento, y éste le dijo que encantado y se fue un tanto preocupado, pero Pathros le dijo que se fuera tranquilo que no había fracasado.

Estando ya en Palmira una mañana Pathros llamó a Hafid y le preguntó que si todavía tenía la ambición de ser vendedor y Hafid le dijo que si, entonces Pathros le dijo que su vida estaba llegando a su fin y que había estado buscando una señal, para dejarle a alguien, los pergaminos que contenían el arte de vender, y que como tenía mucha confianza en Hafid y vio la estrella que lo acompañó el otro día vio que era el elegido para recibir los pergaminos. Le dio el cofre con los pergaminos, y 100 talentos de oro, le dijo que fuera a Damasco, pues era ciudad para poner en práctica todo lo que le enseñaban los pergaminos; una vez allí cogería el pergamino número uno y lo leería repetidamente hasta estar seguro de entender perfectamente su significado, luego tendría que hacer lo mismo con los otros pergaminos, de los cuales cada uno le enseñarían algo fundamental para ser el mejor vendedor. Una vez leídos todos los pergaminos, y entendidos perfectamente, no debía juntar todas las riquezas para él las debía repartir entre los menos afortunados que él. Y luego le dijo la condición más importante que era que nadie podía saber lo que ponía en los pergaminos excepto él, y que un día aparecería una persona que le daría una señal, y que cuando él estuviera seguro de corazón de que es la persona elegida le haría entrega de los pergaminos. Así Pathros se despidió de él, y le dijo que no lo iba a volver a ver jamás.

Llegó a Damasco y sintió miedo, al ir solo y sin la protección de Pathros, lo primero que hizo al llegar allí fue buscar posada, pagó un mes por adelantado y dejó

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