El Constructivismo
panchih201121 de Mayo de 2014
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El constructivismo estructuralista.-
La propuesta de Bourdieu denominada constructivismo estructuralista debe entenderse por la consideración de la existencia de unas estructuras sociales inasibles e independientes de la conciencia y voluntad de las personas que ejercen sobre las mismas un poder capaz de constreñir y orientar sus prácticas sociales a determinados fines, de las cuales difícilmente pueden salir a menos que renuncien a la idea de una vida en sociedad regida por específicos convencionalismos que organizan su decurso. Sumando a ello, debe igualmente tomarse en cuenta los patrones de percepción, pensamiento y acción que se constituyen como inigualable carta de presentación de los individuos al momento de llevar a cabo sus diversas interacciones sociales, de las cuales se puede esperar un cierto margen de innovación en la medida de la creatividad de los agentes y de los estímulos que los lleven a re-significar o al menos a reconsiderar sus prácticas. Del planteamiento de este concepto es que entonces surge el concepto de campo.
En ambas premisas, ciertamente, se asiste a uno de los más notables intentos por ofrecer una conjunción de lo objetivo (las estructuras sociales, a las cuales el autor terminará concediendo primacía) y lo subjetivo (la construcción por parte de los actores) que no se limite a los discursos teóricos clásicos que muchas veces han caído en antagonismos presuntamente irreconciliables y que sin duda han encontrado sendos tributarios, los mismos que han aportado a establecer esencialismos teóricos generadores de la confrontación que poco han sumado a favor de una perspectiva analítica y comprensiva todavía más profunda y que abarque aquellos resquicios de la vida social que podían quedar inalcanzables para las tradiciones sociológicas pre-existentes. Del planteamiento de este otro concepto se entiende así el concepto de habitus.
Dos momentos del constructivismo estructuralista.-
De lo expuesto se participa claramente en dos momentos de la teoría de Bourdieu: una primera de corte objetivista, donde el elemento base para la asimilación de esta propuesta es el reconocimiento de unas estructuras objetivas estudiadas por el científico social y en las cuales reposan las representaciones subjetivas de los actores (o agentes para ser más precisos). Tales estructuras son vistas como el principal constreñimiento a la práctica de los agentes y el cuadro de despliegue de sus diferentes pulsiones y lógicas. El segundo momento de la propuesta de Bourdieu tiene un corte subjetivista, donde las representaciones de los actores cobran un cariz altamente dinámico y hasta propositivo, al punto de ofrecer la posibilidad nada desdeñable de un intento de transformación de esas estructuras sobre las que descansan y que ciertamente les permiten su extensión. Asistiendo a este proceso, a este momento de la comprensión es que se aprecian los esfuerzos tanto individuales como colectivos por repensar, reformar o reformular -y hasta revolucionar- estas estructuras condicionantes del impulso social de los actores, o en el menos afortunado de los casos, simplemente dejarlas fijas tal y como ya estaban desde un principio.
Es con particular atención a este segundo momento donde se inscribe una explicación historicista sobre el principio de acción de los actores, por la cual los mismos asumen una empresa que se confronta con la sociedad misma. En ello los individuos, los agentes, no proceden siendo entendidos como una instancia externa a la estructura ni tampoco como una cosa que reside en la conciencia de las cosas sino en la íntima relación de ambos estados. He aquí el carácter relacional de unos procesos históricos que han conseguido objetivación en las cosas (las diversas formas de instituciones sociales) y, de otra parte, de aquellos mismos procesos históricos que han recaído en la corporalidad de los agentes y que perfilan sus prácticas, o lo que para Bourdieu es el habitus.
Del despliegue de ambos componentes explicativos es que se puede comprender la producción y re-producción del mundo social, donde sus agentes llevan inscritos en el cuerpo unos procesos históricos gracias a los cuales aparece entendible su desenvolvimiento social, a la par que aquella misma historia ha ido a encallar en un marco rígido como son las instituciones sociales y que le ofrecen a los agentes los senderos por los cuales desplazarse en salvaguarda de su integridad y para la perpetuación de un orden a todos conveniente.
Interiorización y exteriorización.-
Para Bourdieu esta compleja dinámica acarrea un doble movimiento constructivista, a saber el de la interiorización de aquellas estructuras inasibles y que constriñen, como de exteriorización de aquellas pulsiones e innovaciones que se perfilan como propuesta de replanteamiento y cambio de las mismas o simplemente de validación de su existencia y perdurabilidad. Esa interiorización de las estructuras se da gracias a los diferentes procesos de socialización que comienzan desde los primeros años de existencia del individuo y que después vienen afianzados gracias a la acción de las agencias de socialización (familia, escuela, por nombrar las más saltantes) que se encargan de dotar a los agentes de los insumos relacionales básicos para su desenvolvimiento en sociedad. Posteriormente, con el paso de los años, los agentes participan en el afianzamiento de dichas estructuras al tributarles validez y legitimidad, necesarias para el normal decurso del conjunto de la vida de todos ellos en los más variados campos que se puedan reconocer.
Sin embargo, en el segundo momento entendido como la exteriorización de un bagaje subjetivo -llámense patrones de percepción, pensamiento y acción- los agentes tienen a su disposición la posibilidad de re-crear ese férreo marco que marca el compás de sus pautas conductuales y actitudinales. No llegan a este momento sin haber asimilado debidamente estos constreñimientos y posteriormente haber llevado a cabo un escrutinio en profundidad de su lógica de producción y re-producción. Al des-cubrirse ante sus ojos este alambicado engranaje dan rienda suelta a su creatividad e innovación para ofrecer alternativas que hagan de sus vidas unas vidas más vivibles que encuentren una mejor satisfacción a sus siempre incesantes necesidades.
El habitus.-
Retomando lo hasta ahora visto, participamos de la definición del habitus como concepto que permite entender la subjetividad perfilada por estas estructuras sociales mediante un infaltable proceso histórico. Un habitus que como insumo de un mayor cuerpo teórico va a dar cuenta de esas instituciones sociales que se graban en la mente de los agentes y que son reconocibles en sus pautas de desenvolvimiento. En este sentido Bourdieu alcanza una iniciativa teórica interesante que no sólo refiere a actores que se desplazan por los espacios sociales motivados por unas pulsiones que únicamente partirían de sus propias subjetividades, sino que éstas están respondiendo a cuanto asimilado y labrado en sus mentes y cuerpos. No serían, pues, estos actores, entes autónomos en un sentido pleno e irrefutable que simplemente han optado por disponer unas pautas conductuales y actitudinales a libre albedrío.
De manera acorde con el principio de acción histórica, el habitus irá a contener una explicación de la singularidad de cada uno de los agentes, cuyas prácticas han sido perfiladas en base a muy particulares experiencias de vida dadas en unos espacios geográficos igualmente particulares que suman a la definición de las mismas de manera irrepetible. Para Bourdieu, los agentes aportan respuestas a las diferentes situaciones sociales de la vida cotidiana a través del habitus, y la respuesta frente a las mismas estará intrínsecamente ligada a todas aquellas pautas de pensamiento y acción de las que puedan disponer los agentes, éstas a su vez nutridas por unas experiencias que calan en la sensibilidad de los mismos y que ya disponen una serie de condicionantes para sus posteriores interacciones.
El campo.-
El campo es visto por Bourdieu como aquellos escenarios donde las instituciones sociales cobran despliegue y dinamismo, albergando el despligue de los agentes y sus modos de socialización, de interacción y de intercambio material y simbólico. En el campo cobran vida las distintas relaciones de los agentes, sean éstas de tipo político, cultural o económico que los confrontan ya sea de modo individual como colectivo y de acuerdo a ciertos intereses que se defienden en determinados escenarios de confrontación. Para Bourdieu cada campo está signado por unas fuerzas, por unas tensiones que precisamente le dan su carácter de espacio de confrontación. De esto no es difícil colegir que tales tensiones obedecen a una desigual distribución de los recursos (no solamente de riquezas) y que perfila unos detentadores de los mismos, al punto de llegar a considerarse el establecimiento de monopolios de la legítima distribución y empleo de los mismos.
Surgen con ello las figuras de los dominantes y los dominados, que como concepto explicativo es en verdad poco novedoso pero que, valgan verdades, responde a una configuración histórica de la lucha por el poder que es tan antigua como la presencia misma del hombre sobre la faz de la tierra. ¿Qué se espera que resulte de esta confrontación sempiterna? Pues nada menos que la reformulación de la distribución de los recursos y de la capacidad de detentar los mismos, hecho que a su vez traerá aparejados nuevos poderes idealmente más justos y equitativos. Esta correlación de fuerzas, de experimentar la posibilidad de reformulación
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