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El Graffiti Arte O Bandalismno


Enviado por   •  9 de Junio de 2014  •  1.782 Palabras (8 Páginas)  •  226 Visitas

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Existen investigaciones sobre el grafiti?

Si, varios autores se han dado la tarea de investigar acerca de un fenómeno urbano que data desde los tiempos del imperio romano, una de las investigaciones que se encontraron fue la del Economista: LUIS M. LINDE que se adentró en la investigación para concluir que:

Las pintadas 1 españolas cubren paredes, barreras antirruido, vallas, medianas de las autopistas, vagones de tren y metro, camiones, cierres de tiendas, escaparates, quioscos de prensa, puestos de helados, señales de tráfico, bancos en las vías públicas, puertas, mobiliario urbano de todo tipo, incluso, por increíble que parezca, ¡tapias de cementerios y troncos de árboles! Pero entre los que se dedican a hacer pintadas hay, en España y, parece, en todas partes, una regla sagrada: no hacer una pintada encima de otra, respetar escrupulosamente el trabajo de los colegas, sea cual sea el juicio que merezca. De forma que la única protección es que la superficie o el objeto que quiere protegerse tenga ya una pintada2. En suma, no hay protección posible.

Los «rayones» (en adelante, usaremos «pintorear» «pintadores», «rayones», «rayonear» y «rayoneros», términos no reconocidos en el Diccionario de la Real Academia, sin comillas)3 se graban, literalmente, a punta seca con cualquier objeto duro y punzante capaz de dejar rastro en el cristal de escaparates, ventanillas de medios de transporte público y otras superficies duras. Hay menos rayones que pintadas porque hay mucha menos superficie de cristal o metálica susceptible de ser «rayoneada» que superficie susceptible de ser pintoreada y, probablemente, porque son mucho menos espectaculares: «rayonear» es más siniestro, más agresivo que «pintorear», pero mucho menos vistoso. A cambio, mientras que las pintadas son, salvo excepciones, fáciles de borrar o tapar con otra pintura, los rayones no tienen remedio, no se pueden borrar, son indestructibles: la única solución es cambiar el cristal o la superficie «rayoneada».

¿SÓLO VANDALISMO?

Para algunos, los pintadores expresan, al fin y al cabo, «sentimientos artísticos», una opinión que hoy tenemos que escuchar con calma porque en la estela del arte moderno no estamos nada seguros de lo que es arte y de lo que no lo es. La condena, digamos, «radical» de las pintadas, rechazar de plano su naturaleza «artística», no es políticamente correcto y sólo puede expresarse con precaución y en situaciones extremas9. Pero, en todo caso, sería un «arte» interesante sólo para un público muy reducido, para sus autores y para especialistas en formas marginales de expresión o en ciertas tendencias pictóricas; al fin y al cabo, algunos o muchos piensan que Basquiat, Keith Haring o Twombly son grandes artistas y el juicio del mercado está claro: por sus cuadros se pagan (o se pagaban en la época del boom) millones de dólares.

Este entendimiento del fenómeno, auténtico o impostado –para congraciarse con hipotéticas clientelas juveniles–, así como, en otros casos, cierta desesperación por la magnitud de los destrozos y la tenacidad de los pintadores, explican la decisión de algunos municipios de poner a su disposición paredones listos para ser pintoreados, en la esperanza de que, abierta esta posibilidad, dejarán de vandalizar propiedades ajenas. Otros municipios otorgan premios para los artistas de la pintada y el grafiti: el del Ayuntamiento de Madrid en 2008 fue de 3.500 euros10. Pero la experiencia demuestra que ni las paredes de «libre disposición», ni el intento de integrar la actividad de los pintadores en el ámbito de lo convencional, es decir, de lo susceptible de recibir subvenciones, disminuye la actividad vandálica: los muros de libre disponibilidad se cubren de pintadas, y algunos pintadores reciben ayudas o encargos retribuidos, pero los pintadores siguen pintoreando por todas partes igual que antes11.

Según se explicaba en un reportaje de televisión, la «pintada reina», el gran trofeo a que aspiran las bandas de pintadores madrileños es embadurnar los vagones del AVE; también son muy apreciadas las pintadas en los vagones del Metro, los autobuses de la EMT y, naturalmente, los muros de los edificios más emblemáticos. Una buena, es decir, grande, vistosa, escandalosa pintada en el Palacio Real, en el Reina Sofía o en el Palacio de las Cortes provocaría sincera admiración de los «pintadores» hacia su autor... y fuertes deseos de emulación.

Así, la valoración que hacen los pintadores de sus pintadas está más relacionada con el lugar, el edificio o el objeto pintoreado y el tamaño y espectacularidad de la pintada que con su estilo, su impacto visual o su «mensaje» (si hay alguno, o cuando se pretende que lo haya). Cuanto más famoso y, se supone, protegido es el objeto o lugar «atacado» o «bombardeado» o «plagado» (los pintadores utilizan estas expresiones, lo que es significativo), más admirable es la pintada y más «cotizado» por sus pares su autor. Y esto también se aplica a las pintadas que resultan difíciles o arriesgadas, independientemente del valor o la protección del objeto o lugar que se pintorea, como torres de transmisión eléctrica, telesillas en las estaciones de esquí, chimeneas de fábricas, grandes indicadores en las autopistas, etc.

Esta es, quizá, una buena pista para comprender la satisfacción que las pintadas producen a sus autores. La clave parece ser la magnitud de la transgresión, la magnitud del «ataque» medible por su dificultad y por el riesgo a que se enfrenta el pintador. El placer que obtiene el pintador de su pintada está, obviamente, mucho más cerca del placer que obtiene el vándalo de su

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