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El Relato De Un Naufrago


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2013  •  4.108 Palabras (17 Páginas)  •  427 Visitas

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Gabriel García Márquez

INTRODUCCIÓN

El Relato de un Náufrago es el resultado de una serie de entrevistas que el autor le realizó al único sobreviviente, entre ocho miembros de la tripulación, que cayeron al agua del destructor “Caldas” de la marina de guerra Colombiana. Es el relato de sus experiencias durante 10 días que permaneció en el mar dentro de una balsa sin comer ni beber.

RESUMEN

LA HISTORIA DE ESTA HISTORIA

El 28 de febrero de 1955, ocho miembros de la tripulación del destructor “Caldas” de la marina de guerra de Colombia, cayeron al mar. Las autoridades de la dictadura colombiana afirmaron que la tragedia ocurrió durante una tormenta. El Caldas llegó a su destino dos horas después y la búsqueda de los náufragos inició inmediatamente con la colaboración de las fuerzas norteamericanas en el canal de Panamá. Al cabo de cuatro días de búsqueda, los marinos fueron declarados muertos, pero después de una semana, apareció en una playa al norte de Colombia un hombre moribundo que había sobrevivido diez días en el mar sin comer ni beber. Este libro es la reconstrucción periodística de lo que el sobreviviente de la tragedia le contó al autor para el periódico “El Espectador”. Colombia estaba entonces bajo la dictadura militar del General Rojas Pinilla y el náufrago había permanecido en intenso cuidado y recluido por dos semanas por el Gobierno. Las únicas personas que pudieron entrevistarlo eran periodistas del régimen y uno de la oposición que se disfrazó de médico.

En un principio, los editores del periódico del autor no querían comprarle la historia que ya había sido contada en fragmentos y mercantilizada de diversas maneras, pero gracias al instinto del director, Guillermo Cano, el autor publicó en 10 ejemplares del periódico “El Espectador” la historia de un Náufrago, la cual fue recopilada y reeditada en los años 70’s.

El autor tuvo varias sesiones con Luis Alejandro Velasco, quien con una excelente destreza para narrar detalló los sucesos de su aventura en el mar y demostró la verdad del terrible accidente: el destructor iba demasiado cargado de mercancía de contrabando para poder maniobrar debidamente y poder regresar a rescatar a los marinos caídos. El gobierno se enfadó mucho con dichas declaraciones pero Luis Alejandro jamás se retractó de su historia y ello le costó ser expulsado de la marina.

CAPÍTULO I

COMO ERAN MIS COMPAÑEROS EN EL MAR

Luis Alejandro y sus compañeros llevaban ocho meses de estar en Mobile, Alabama para reparar el destructor de la marina de guerra “Caldas”, así como para recibir entrenamiento especial. Hacían lo que todos los marinos hacen en tierra: iban al cine con la novia, se reunían en el Joe Palooka donde tomaban wiskey y armaban una bronca de vez en cuando.

La novia de Luis se llamaba Mary Address, a quien apodaba María Dirección.

Una semana antes de regresar a Colombia, Luis y sus compañeros fueron a ver la película “El motín del Caine”. La escena de la tempestad en el barco los impresionó a tal grado, que Luis se llenó de miedo y malos presentimientos. Él y su mejor amigo, Ramón Herrera, decidieron un par de noches antes de regresar a Colombia que abandonarían la marina a pesar de haber servido 12 años.

Los malos presentimientos y el miedo continuaron hasta el día en que partieron, pero nadie se hubiera imaginado que ese, en efecto, sería su último viaje.

Los invitados de la muerte

El día que zarparon, Luis no pensaba en Mary Address, su novie en Mobile, sino en la fuerza e incertidumbre del mar. El barco cruzaría el Golfo de México, peligrosa ruta en esas fechas. Jaime Martínez Diago ocupaba el puesto de teniente, fue el único oficial muerto en la catástrofe. Luis Rengifo fue su compañero de litera, era estudioso y hablaba el inglés perfectamente. Había estudiado en Washington y estaba recién casado de una dominicana.

Cuando se fueron a dormir el mar se sentía muy alborotado. Luis Reginfo se burló advirtiendo que cuando él se mareara el mar también lo haría y ello desató los malos presentimientos que Luyis Alejandro había olvidado.

CAPÍTULO 2

MIS ULTIMOS MINUTOS A BORDO DEL “BARCO LOBO”

El 26 de febrero, por la mañana, ya estaban en el Golfo de México y los temores de Luis desaparecieron. El cabo Miguel Ortega volvía el estómago todo el día y su malestar no mejoraba por la marea. Al entrar al mar Caribe, Luis sintió el mareo y la inquietud del Caribe. Los temores regresaron y se los comentó a Luis Reginfo, pero éste le aseguró que el barco no sufriría ningún accidente porque era un barco lobo. Entonces los temores se agudizaron junto con el recuerdo constante de la película “El motín del Caine”

Empieza el baile

El 27 de febrero, a la medianoche, los tripulantes recibieron la orden de pasarse al lado de babor para hacer contrapeso y estabilizar el demoledor. Los malos presentimientos regresaron porque el mar estaba muy picado. A las 5:30 de la madrugada Luis hizo guardias en cubierta con sus compañeros Ramón Herrera, Eduardo Castillo, Luis Rengifo y el Cabo Miguel Ortega. De hecho este último no habría muerto si hubiera permanecido en su camarote por su estado descompuesto.

Era imposible descansar con el movimiento constante del barco. A pesar de que el día era despejado, las olas eran cada vez más altas y golpeaban fuertemente la cubierta.

Un minuto de silencio

Luis Rengifo advirtió que el barco se estaba hundiendo. La orden para pasarse a babor se repitió. Pasó alrededor de un minuto y todos se sujetaban en silencio. Después dieron la orden de colocarse los salvavidas. Eran las 11:45 cuando una ola enorme los envistió y arrojó al mar. Por unos segundos no había nada más que mar, pero el Caldas salió entre las olas chorreando como un submarino y fue entonces cuando Luis comprendió que habían sido arrojados al mar.

CAPÍTULO 3

VIENDO AHOGARSE A CUATRO DE MIS COMPAÑEROS

El destructor se encontraba a 200 metros de su locación. Las cajas y cosas que traían de Mobile subían revueltas a la superficie. Luis trató de sostenerse a flote y se agarró de una caja. Por un momento, perdió la noción del tiempo y de lo que ocurría cuando de pronto escuchó a sus compañeros en la misma situación. Eduardo castillo, el almacenista, se agarraba del cuello

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