El enigma de la doctora Giubileo.
dendavaApuntes13 de Septiembre de 2016
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El enigma de la doctora Giubileo
Mucha gente la conoce como una buena doctora, con un enorme corazón y una inmensa ganas de ayudar a la gente. Un día como muchos otros, Cecilia Giubileo llegó a la colonia Montes de Oca, lugar donde trabajaba, en su Renault verde. Luego de haber completado su horario decidió retirarse a su habitación. En el camino se encontró con otro enfermero proveniente del pabellón 6. Después de intercambiar unas palabras la mujer retomó con su recorrido hacia la casa Médica. Notaba una sensación extraña. No había mucho movimiento y la luz era muy tenue. No le dio demasiada importancia y continúo caminando. Llegó a su despacho, dejó su cartera en el armario, se sacó sus zapatos y se recostó en la cama.
Por la mañana siguiente, los médicos estaban extrañados de que Cecilia, una mujer muy puntual, no haya llegado todavía a su trabajo. Pasadas unas horas decidieron, ya muy preocupados, ir a buscarla a su habitación. Al llegar allí, el dormitorio estaba vacío y la cama sin tender. En la mesa de luz sólo encontraron sus zapatos marrones con puntera beige. No estaban ni su cartera ni un pequeño bolso que siempre portaba. En el estacionamiento aún estaba el Renault 6 verde.
Dos días después, Beatriz Ehlinger, amiga personal de la doctora Giubileo, hizo la denuncia policial por averiguación de paradero. Al notar que la policía no mostraba ningún interés en el caso decidió llamar al investigador Rodolfo Weisteirn conocido por resolver numerosos casos que uno creería imposibles de descifrar.
El primer descubrimiento que realizó fue que la doctora había cargado el tanque de su Renault 6 el domingo por la tarde. Por el contrario, cuando lo revisaron ese lunes por la mañana frente a la Casa Médica, no tenía ni una gota de nafta. Las huellas del volante eran únicamente de Giubileo lo que indicaba que la noche de la desaparición ella había utilizado su auto, ya sea por acto propio o por obligación.
Pasados unos días, una interna fue encontrada desnuda en una casilla rural, donde había sido violada y abandonada por un grupo de personas. Aseguró haber visto a la doctora atada y golpeada. Rodolfo comenzó a interrogar a la mujer acerca del lugar, el momento y las personas que se encontraban allí. Afirmó que había tres personas con ella, armados. Necesitaba más información, decidió investigar un poco la escena del crimen.
Cuando entró a la habitación de Cecilia en la Casa Médica, donde dormía y pasaba las horas de descanso, notó que fue íntegramente modificada. Un grupo de albañiles pintó las paredes, se cambiaron los muebles de lugar, las pertenencias de la doctora fueron retiradas. Ya era tarde: algunas evidencias se habían borrado para siempre. Era extraño que al corto plazo de tiempo desde que ocurrió la desaparición ya se haya modificado la escena del crimen. Lo que podía sospechar que alguien del interior de la clínica se haya aliado con los victimarios y lo haya realizado para ocultar la verdad.
Retirándose del lugar, notó que una tabla del piso estaba algo salida. Se agachó a observar con mejorar claridad. Parecía un lugar jamás visto, preparado para esconder algo. Levantó la tabla y descubrió un cuaderno. En él se encontraban notas. Rodolfo sacó de su bolso un libro de firmas donde se encontraba la letra de Cecilia. Ambas coincidían. Se detuvo a leer lo que decía: “Estos últimos días he notado situaciones extrañas. Muchos pacientes que atendía desaparecen de un día para el otro. Veo gente desconocida intercambiando bolsas por dinero, voy a empezar a investigar sobre el tema, algo está pasando”. “Debo ser más discreta, creo que sospechan de mi”. “He descubierto que se realizan ventas ilegales de órganos de los cuerpos de los pacientes. Los matan para luego ganar plata de ellos. Solo se algunos nombres, Martín García y Carlos Lopez”. “Estas personas
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