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En su sentido amplio, la globalización es el movimiento de imágenes, bienes, e ideas a través de las fronteras de los estados


Enviado por   •  18 de Agosto de 2016  •  Tareas  •  972 Palabras (4 Páginas)  •  259 Visitas

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En su sentido amplio, la globalización es el movimiento de imágenes, bienes, e ideas a través de las fronteras de los estados y, de paso, también a través de los océanos y las montañas. Así entendida, la globalización no es ni inherentemente buena ni inherentemente mala. Sencillamente es un hecho. La globalización tampoco supone un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad. La novedad reside en el hecho de que la tecnología ha acelerado sobremanera el ritmo de la globalización y ha acercado más a los habitantes de los distintos puntos del planeta, para bien o para mal. Demandarse si la globalización es buena o mala es lo mismo que preguntarse si la tecnología que la impulsa es en sí buena o mala. En ambos casos, depende de las fuerzas y de los valores que traen aparejadas. Sin embargo, es de sobra conocido que la globalización representa en la práctica un instrumento en manos de fuerzas poderosas que valoran el libre flujo de capital y la acumulación de capital sobre todas las cosas. En gran medida, las instituciones de la globalización están ligadas a una filosofía de liberalización del comercio internacional que permite a los más poderosos del mundo en términos económicos mejorar su posición de privilegio, la mayoría de las veces a expensas de los menos privilegiados. Junto al crecimiento de la desigualdad en la distribución de la riqueza, la globalización ha traído consigo la imposición de las preferencias e iconografía propias de la cultura occidental a expensas de la diversidad cultural. Seguramente durante esta conferencia se expondrá más acerca de cómo, tanto en el pasado como en la actualidad, los pueblos indígenas han sido víctimas de las consecuencias adversas de la globalización. Pero hay que reconocer que la globalización, no sólo ha traído efectos negativos sobre los pueblos de países en desarrollo con diversidad cultural y étnica. Tal y como nos muestran las experiencias transnacionales de los pueblos indígenas en los últimos tiempos, existe otra dimensión de la globalización, que también cuenta con sus propios antecedentes históricos. Se trata de una dimensión que cuestiona el poder y la autoridad desde perspectivas que transciende las fronteras estatales y que de hecho globaliza un mismo discurso ético y moral. Entre los que conocemos de derecho y las relaciones internacionales es de conocimiento común los antecedentes históricos y la evolución moderna de este discurso globalizado hacia un código moral y jurídico transnacional que ahora denominamos “derechos humanos”. La tecnología y las instituciones internacionales están siendo utilizadas también por fuerzas que representan a un amplio espectro de la humanidad y que impulsan agendas de derechos. De este modo, los derechos humanos se globalizan a través de una red transnacional de actores e instituciones, que operan en un marco específico de normas internacionales. Es fundamental decir que el límite ético de la globalización son los derechos humanos y que éstos nos encuadran en una ética que vincula la Ética y el Desarrollo. Pienso que en principio debiera referirme a la conocida dicotomía entre ética de las convicciones y ética de la responsabilidad, que plantea permanentemente dilemas de intensa profundidad a los políticos de todo el mundo y que en una visión extrema, en cierta forma se confunde con la diferencia entre legalidad y legitimidad. Aunque siempre que se pueda hay que optar por las convicciones, no es posible caer en un fundamentalismo ético que provoque la deslegitimación y la ilegalidad. Frente a un problema de esta naturaleza, podría concluirse que siempre se estaría frente a una ética de principios, cuando los medios se corresponden con los fines, que, en definitiva los determinan, puesto que no se puede aceptar una especie de pragmatismo amoral, capaz sólo de invocar razones oportunistas. Comencemos por señalar que un componente básico de la democracia, en su dimensión ética y política, es la inclusión. Es imposible concebir la democracia sin un control de la sociedad sobre el poder. Aunque en el borde del extremismo elitista todavía se sostiene que no hay razones para rechazar como impropia cualquier exclusión, cada vez con más fuerza se abre camino la convicción de luchar contra lo que caracteriza la “era de las desigualdades”, como condición necesaria para preservar la paz social a través de una reformulación del concepto de igualdad que se proyecte de las más diversas maneras al campo social.

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