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Ensayo arte y poder LA IMAGINACIÓN DE ENCARNAR


Enviado por   •  26 de Abril de 2018  •  Trabajos  •  2.116 Palabras (9 Páginas)  •  66 Visitas

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LA IMAGINACIÓN DE ENCARNAR

"Hay gente que tiene la capacidad de imaginarse como otra persona y hay gente que no la tiene (…)."  J. M. Coetzee[1]

Entendiendo al poder como una relación entre quien manda y quien obedece, a lo largo de la historia ha habido formas mediante las cuales, el que manda, se hace obedecer. Este primer acercamiento al ejercicio del poder nos presenta al portador del poder como alguien activo. Según esto, mandar –tener poder- implica la tarea de decir qué hacer y qué no hacer, pero nunca implica el hecho de que quien mande deje hacer, es decir, brinde libertad a quien están dirigidos sus mandatos.

Que el sujeto que obedece sea libre, mejor dicho, se sienta libre, es algo raro y hasta contradictorio. Sin embargo, este hecho representa un triunfo para los que mandan, pues significa que la presencia del acto de hacerse mandar ya no es necesario para que quienes deben obedecer acaten los caprichos del poderoso. Esta es la diferencia entre un régimen de fuerza y el poder, este último puede prescindir de la fuerza.[2] Se obedece como por inercia, y quizá con mucho placer. Vale la pena reparar en este punto, porque el hecho de que el hacerse mandar se vuelva obsoleto responde, al menos, a dos motivos:

  1. Ser quien castiga –infligir una pena- es "poco glorioso"[3], dice Foucault. Por ello, es común que al acto de castigar se le vista de términos más suaves, amables y agradables. Ya no se pretende castigar, más bien se "(…) trata de corregir, reformar, 'curar'; una técnica del mejoramiento (…)."[4] De este modo, en tanto el castigado comprenda que no está siendo castigado, sino ayudado, él mismo agradecería a sus verdugos. Así, el castigo ya no se presenta como un acto de hacerse mandar.

Cuando el castigo es vaciado de la carga negativa que lo envuelve, éste aparece como algo positivo para quien está siendo castigado, y, es más, es posible que el sancionado solicite el castigo, que no castigo, sino cura, corrección. Coetzee nos dice: "La censura espera con ilusión el día en que los escritores se censurarán a sí mismos y el censor podrá retirarse."[5] Se entiende que esta reflexión no sólo aplica a la censura, sino a toda clase de castigo.

 

  1. El acto de castigar, se ha dicho, no es bien visto. De ahí que se le vacié de toda su carga negativa, para que quien sea objeto de castigo se sienta como un paciente, pues lo están curando. Ahora bien, que el castigo se entienda como una forma de cura, reforma o corrección, no significa que tome un cariz de algo agradable o placentero.

Si no duele, no sirve. Pues bien, cuando se mira al castigo como cura o corrección, no se dice que agrade, llanamente se dice que es útil, que sirve. Otro punto, a esas técnicas del mejoramiento: la curación, la corrección o la educación, es necesario someterse. Bien, pues existe otra técnica de dominación a la cual no es necesario someterse y, además, es agradable; está nueva técnica se vale de la libertad para su éxito. "La psicopolítica neoliberal es una política inteligente que busca agradar en lugar de someter."[6] 

Esta nueva técnica del poder descrita por el filósofo coreano da un vuelco total, y no sólo en el hecho de que la dominación ahora se vale de la libertad, sino, en el hecho de que el cuerpo ya no es el objeto donde se manifiesta el poder de los dominadores.  El poder inteligente, según Byung-Chul, no actúa con violencia, al contrario, sino que se ejerce de forma voluntaria a partir de una evaluación del pensamiento de las personas.[7]   

De acuerdo al filósofo coreano en el régimen neoliberal la gente se somete de forma voluntaria y lo que le gusta -a la gente- es el látigo que somete a los individuos. Según Byung-Chul Han, Michel Foucault en su análisis de las sociedades disciplinarias no alcanzó a ver este fenómeno, porque el cuerpo era el objeto donde se ejercía el poder. Con la psicopolítica el objeto sobre el cual se ejerce el poder es la psique. "La biopolítica es la forma de gobierno de la sociedad disciplinaria. Pero es totalmente inadecuada para el régimen neoliberal que explota la psique."[8] 

Creo que el estudio de Foucault y la técnica de la psicopolítica no están demasiado distanciadas, es más, en ambas técnicas de poder subyace un mismo fin: proteger al cuerpo social, determinar el cómo de la vida.  Reconozco, el medio es distinto: cuerpo y psique; pero los dos –cuerpo y psique- hacen de meros instrumentos del poder. Sobre esto versa una parte del presente ensayo.

Hay un punto en el cual Foucault se da cuenta de que el cuerpo ya no es el objeto del poder. ¿Hacia dónde se dirige el poder? Aparece en escena un nuevo personaje en la teatralidad del poder: el alma.[9] Ya no sólo se juzgan meros actos de crimen definidos por la ley, se juzgan, a la vez, anomalías, propensiones, pasiones, inadaptaciones, anormalidades. Ya no basta un simple juez para juzgar los crímenes, se requiere de expertos, los psiquiatras, por ejemplo.  

Revisemos dos preguntas a las cuales buscan responder los expertos: "¿Presenta el inculpado un estado de peligro?" "¿Es curable o readaptable?"[10] Ya no se trata de imponer una pena, lo que importa es examinar si el estado de los individuos es peligroso o no. Y, en caso de resultar peligroso, quedan dos soluciones: intentar adaptarlo al modo de vida no peligroso o crear medidas de seguridad para proteger a la sociedad de ese potencial peligro.

La incursión del alma "(...) ha podido dar nacimiento al hombre como objeto de saber para un discurso con estatuto 'científico'."[11] Justo, en la relación saber- poder, se puede hilvanar una constante con la psicopolítica. Hay una tecnología del alma que busca conocer los adentros del hombre. Pero no se puede desprender del cuerpo, porque él es su instrumento[12] para conocer al hombre. Así, no veo mayor diferencia entre la técnica del alma con la psicopolítica. Esta última "explota la libertad" para conocer al hombre. El fin es el mismo: conocimiento del hombre. Para examinar qué es, si no lo peligroso, ver qué es lo aceptado por la sociedad: la moda de la sociedad. Y quien no se adapte quizá no queda excluido, pero sí como un idiota.

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